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Salarios y ganancias en el reparto de la torta

Aunque los economistas K gusten definir que el “modelo” se basa en el “crecimiento con inclusión”, lo cierto es que, como muestra el gráfico, la recuperación de la economía argentina está basada en un fuerte mazazo al salario gracias a la devaluación, además de los dólares de la soja.

Esteban Mercatante

25 de noviembre 2010

Aunque los economistas K gusten definir que el “modelo” se basa en el “crecimiento con inclusión”, lo cierto es que, como muestra el gráfico, la recuperación de la economía argentina está basada en un fuerte mazazo al salario gracias a la devaluación, además de los dólares de la soja.

A pesar de los aumentos anuales de salarios negociados en paritarias, la inflación hace cada vez más difícil que estas mejoras incrementen el poder adquisitivo del salario. Dicho de otra forma, el salario real aumenta menos, o directamente no aumenta, producto de la inflación. Desde 2007, cuando la inflación se calcula que alcanzó o superó el 20% (imposible saberlo a ciencia cierta porque las truchadas del INDEK ya estaban en marcha), son cada vez menos los sectores de la clase trabajadora que pueden mostrar una recuperación del salario. La burocracia sindical es el principal responsable de este resultado: respondiendo a la presión del gobierno, que buscaba defender uno de los grandes pilares del esquema K (las superganancias empresarias), impuso techos a la recomposición de las remuneraciones en el mismo nivel de aumento de los precios, o incluso por debajo del mismo.

Además, estas negociaciones fueron muy dispares por gremio, según la capacidad de las bases de hacer presión en cada caso. Por eso, comparados con la caída brutal que sufrieron los salarios con la devaluación, la recuperación ha sido muy dispar. En el caso de las manufacturas, han logrado superar el techo de la crisis, logrando una mejora que estarían un 20% por encima del nivel de 2001 (se llega a este resultado tomando el índice de precios alternativo desarrollado por CENDA). Esta mejora, que contrasta con la situación del resto de la clase trabajadora, se dio sin embargo de un fuerte aumento de la productividad (del 23%). Por eso, aunque mejoraron las remuneraciones, se agrandó la “torta” y no cayeron las jugosas ganancias empresarias.

En el caso de los trabajadores del comercio, que representan 1,7 millones (contra 1,6 millones de trabajadores en la industria) los salarios están apenas unos puntos porcentuales por encima de los de 2001, pero por debajo que cualquier otro año de los ‘90.

Para los trabajadores no registrados, como reconoce hasta el instituto semi-oficialista Cifra, la situación sigue bastante peor que en 2001. Estos sectores representan el 36% de la clase trabajadora. Al no estar integrados en las negociaciones salariales, la brecha entre la situación de los trabajadores registrados y los sectores no registrados se ha agrandado durante los años kirchneristas. Aunque hagan gala de medidas “redistributivas” como la universalización de la asignación por hijo, esta medida apenas compensa el impacto de la inflación que produce el esquema K sobre los ingresos de los sectores precarizados.

Por todo esto, como se ve en los gráficos, la participación de las ganancias en el producto nacional, tiene un “piso” más alto en la última década que en los años ’90. Como reconoce hasta el INDEC (sesgando un poco para abajo la participación de las ganancias), en el año de participación más baja de los capitalistas en el ingreso del que se tiene registro desde 2001, esta es del 45%, es decir igual que el promedio de la década anterior. Para todo el resto de los años está por encima de este nivel.

Los salarios, por el contrario, tomados de conjunto, apenas han alcanzado el nivel de 2001, año de crisis catastrófica y de hundimiento de los ingresos. En el corazón del esquema K tenemos una formidable redistribución, en beneficio de los capitalistas.

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