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¿Qué esperamos del Mundial?

18 de mayo 2006

Espera en la tarde del lunes. Carlos y “El petiso”, como todos los de Pepsico, salen rápido del trabajo. Ahora se juntan en el bar menos que antes, pero después del fin de semana haciendo horas extras para llegar a fin de mes, éste no es un lunes más. Pekerman da la lista a las 5. Los del turno noche los esperan, antes de entrar, para tomar una cerveza y hablar de la selección. Un jubilado le pone tiza al taco en la mesa de billar, más atento a la tele que a su próxima carambola.
“Pepsi y Lays, los banco a morir” dice la voz en off del Chavo Fucks, mientras Messi y Eber Ludueña animan una de las tantas propagandas que bombardean la previa del momento esperado…“Estos garcas gastan fortuna en publicidad y si yo me llego a cortar un dedo en la máquina no me pagan un sope” dispara Carlos, a lo que su compañero agrega: “Mucho ´vamos argentina, vamos argentina´ pero son todas empresas yanquis”. “¡Che… cállense que van a dar la lista!”, exige un tachero que para a tomarse un café a esa hora. A 25 días del comienzo, se habla del Mundial en los bares como éste. 
Guerra de marcas. Las multinacionales se suben al tren del deporte más popular del mundo para mejorar su imagen. Sólo en Argentina, invertirían 220 millones de pesos en publicidad durante el mundial. Otros 50 millones aportaron por los derechos para usar la imagen de la Selección, otros 10 por utilizar la de los cracks. Guerra de marcas por el patrocinio “oficial” del mundial. Como la que combaten las marcas de indumentaria deportiva. Continuando la pelea por Messi, la alemana Adidas y la norteamericana Nike que sueñan con que en Alemania se dé una final que enfrente a selecciones vestidas con cada marca.
De nuevo en el bar, con el auspicio de Coca Cola, Mastercard, Repsol YPF, Adidas, Carrefour, CTI, Banco Nación y rodeado de cientos de periodistas que salen en vivo por radio y TV para todo el país, Pekerman da la lista y casi no hay sorpresas. Si debió convocar a Agüero, si tendría que haber hablado antes con Zanetti. Cuando la discusión no daba para más suena la voz ronca de Aurelio.
Reino de la libertad. Aurelio, que trataba de leer en la mesa junto a la ventana, de golpe y sin que nadie pregunte nada, sale con que el marxista italiano Antonio Gramsci definió una vez al fútbol como “ese reino de la lealtad humana ejercida al aire libre”1. Que los anarquistas, dice Aurelio, a principio del siglo pasado lo reivindicaban por su carácter de juego colectivo y porque ayudaba a la organización del movimiento obrero. Y que hay que distinguir entre ese hermoso juego que hay que defender, de esto en que se ha transformado el fútbol, del fútbol como negocio, de la “mercantilización” del fútbol dice Aurelio, como terminado un discurso de entrecasa. Un silencio largo que recién rompe El Petiso cuando cuenta que a veces arman partidos con los pibes de distintas secciones de la fábrica para hablar de cómo está la cosa, el tema del salario, los despidos de contratados y que, cuando eso pasa, son más libres. 
El jubilado del billar mira desde un rincón. Recuerda “el fútbol antes”, una nostalgia que empieza con Maradona pero que va mucho mas atrás. Que la “máquina” de River, que “los carasucias”, que la delantera que le ganó a los ingleses, que “el equipo de José” y el Boca de Rojitas. ¿El fútbol de antes todavía era más importante que el negocio? Concluye a pesar de los negociados y del curro, el fútbol sirve como horas ganadas para la diversión, el esparcimiento, el tiempo libre contra la rutina de todos los días. Calcula con precisión el dibujo de carambola que lo llevará a ganar, por tercera vez en el día, su pequeño mundial de tres bandas.
Espera del Lunes. Pasaron las cervezas, las cargadas, los saludos. Los pibes del turno noche esperan al final de una máquina los paquetes de palitos que uno a uno les alcanza la línea. Carlos y “El petiso” esperan el colectivo. El “Departamento de Marketing” espera más ventas de chizitos. Los colores de la selección se funden con la marca, analizan con cuadros y estadísticas. 
Espera de 25 días. Los laburantes, como el viejo del billar y la camarera, esperan el arte y las proezas de 23 muchachos que alguna vez fueron como ellos, pero lograron gambetear la condena a una oficina, a una fábrica, a no tener trabajo; a gastar el tiempo en una esquina. Tal vez por eso, esos 90 minutos que se juegan cada tanto lo sienten como propios. 23 jugadores logran vengarse por ellos de esa rutina maldita.

 1 Galeano, Eduardo “Fútbol a sol y a sombra”.

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