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Libertades Democráticas

Pabellón 10, Celda 7

En estos momentos se realiza en Córdoba el juicio contra Jorge Videla y Luciano Menéndez, y otros 29 represores, por los delitos cometidos en la Unidad Penitenciaria San Martín de Córdoba. Aquí, la carta de un militante que estuvo detenido en ese lugar.

PTS

8 de julio 2010

Desde las rendijas rotas de las ventanas del primer piso de ese pabellón fuimos testigos de cómo eran llevados a la enfermería a “curarse” los presos de los pabellones de la guerrilla (6 y 8). Iban con muletas, rengueando, ayudándose unos a otros, a los empujones y muchas veces también a bayonetazos, y volvían con vendas nuevas, obligados a hacer saltos de rana. ¿Hablará de esta “confusión en su rol” la presidenta Kristina en la arenga del día del Ejercito refiriéndose al nuevo rol que le caben a las FF.AA., en su afán de reconciliación?

Hoy, cuando vemos a Videla, Menendez y demás, reivindicando su actuación y la de sus hombres, sabemos que no. Es más evidente que nunca que son siempre los mismos genocidas los juzgados, unos pocos casos emblemáticos, mientras que miles de militares y civiles siguen caminando por las calles de Córdoba y el país. ¿Por qué no están sentados en el banquillo los centenares de militares que venían a “descansar” del monte tucumano a la cárcel de barrio San Martin y en su descanso torturaban y mataban, o los centenares de penitenciarios con su director Torres a la cabeza que también formaban parte del verdugueo y la tortura, o los curas de monseñor Primatesta que sabían y avalaban esto en sus visitas pastorales a la carcel?

No lo están porque la política del gobierno “nacional y popular” es otra: cerrar los juicios con algunos casos (al día de hoy menos de 80 condenados sobre más de 550 centros clandestinos de detención) y convencernos que ahora tenemos otras FF.AA. A los presos del pabellón 10, al que podríamos decir que era el pabellón de los sindicalistas secuestrados después del 24 de marzo -como Mendiolaza y Meloni del Smata cordobés, o la CI completa del hospital de Cosquin,y delegados de Luz y Fuerza; o estudiantes como el pibe Britos de solo 16 años, y abogados como Hayraberian defensor de presos politicos-, no se nos puede escapar que en el medio del horror de aquellos hechos, fue inmensa la solidaridad recibida por los “presos comunes” con su dirigente Laginestra a la cabeza. No solamente nos proveían de azúcar, tabaco y un diario por día (que le costó la vida a uno de ellos estaqueado por esto) sino que también le exigieron a los milicos que los días que recibían visita no fuéramos torturados en ese horario (los gritos de dolor eran desgarradores) porque en caso contrario se amotinarían. Gracias a esto, 4 días a la semana durante unas pocas horas no recibiamos la” visita” de los militares.

Por los 31 fusilados, por los asesinados en La Perla, La Rivera, de la Quintana y la Jefatura de Policía, por los 30.000 compañeros, debemos redoblar el esfuerzo por enjuiciar a todos y cada uno de los genocidas civiles y militares, algo que sólo lograremos con la movilización y la lucha.

Jorge Sobrado - Ex Detenido Desaparecido Campo de la Rivera - Cárcel Barrio San Martín, militante del CeProDH

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