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Notas sobre el curso “Trotsky y la Teoría de la Revolución Permanente” (2do. encuentro)

Se realizó el segundo encuentro del curso dirigido a militantes del PTS-Jujuy y compañeros/as de los círculos marxistas en la Casa Cultural “Obreros del Mundo”. Nuevamente haremos una síntesis de lo más destacado del curso, dando cuenta de las discusiones y los avances logrados en pos de apropiarnos de lo más avanzado en teoría marxista revolucionaria.

Demian Paredes

8 de agosto 2007

Se realizó el segundo encuentro del curso dirigido a militantes del PTS-Jujuy y compañeros/as de los círculos marxistas en la Casa Cultural “Obreros del Mundo”. Nuevamente haremos una síntesis de lo más destacado del curso, dando cuenta de las discusiones y los avances logrados en pos de apropiarnos de lo más avanzado en teoría marxista revolucionaria.

La discusión giró en torno a la primera Revolución Rusa. Discutimos brevemente los hechos como contexto de las discusiones político-programáticas que se darían luego entre las fracciones de la socialdemocracia. Hablamos entonces del fin del boom económico en Rusia -y la primer huelga general del proletariado contra el zarismo en 1903-; el aumento de tensiones interestatales, hasta el estallido de la guerra ruso-japonesa en 1904 (expresión de la nueva época imperialista). De allí parten las primeras formulaciones de Trotsky sobre el rol del proletariado, como protagonista central de la próxima revolución. Cuestión que se vería luego confirmada.

Del “Domingo Sangriento”, de aquel 9 de enero, cuando una manifestación pidió al Zar “la vida o la muerte” y fue respondida con una masacre contra los trabajadores y campesinos, todo el año 1905 fue de convulsión social: un proceso revolucionario contra la autocracia. Y lo nuevo: huelga general y soviets. Nuevos fenómenos obreros de lucha y organización surgidos hacia fines de aquel año, que no llegaron a desarrollarse a pleno. La insurrección de diciembre chocó con las bayonetas del ejército del Zar, y los diputados obreros del Soviet presos. El proceso mostró el rol del proletariado, su peso propio, pero no hubo durante 1905 una sólida unidad entre los obreros y campesinos.

Desde aquí, desde estos hechos, queda establecida la discusión acerca del carácter de la revolución y la pregunta clave: ¿qué clase social detentará el poder en la próxima revolución?

Debatimos entonces los artículos de Trotsky[2], donde polemiza con los mencheviques y su esquematismo disfrazado de “marxismo”, que los lleva en el terreno político a apoyar al partido Kadete de la burguesía liberal. Deduciendo que el carácter de la Revolución Rusa es burguesa, los mencheviques adjudican a los liberales la dirección del proceso: lo mismo que pasó en Francia en 1789 tiene que pasar en Rusia luego.

Trotsky despliega un brillante análisis sobre la dialéctica de clases en la historia, comparando las diferencias entre Francia -nación capitalista avanzada- y Rusia. Y visto la realidad de esta última pregunta:

“¿Y si esta democracia burguesa no existe? ¿Y si no hay una democracia burguesa capaz de marchar a la cabeza de la revolución burguesa? En este caso hay que inventarla: a esto es a lo que llegan los mencheviques. Edifican una democracia burguesa, le dan una serie de cualidades y una historia, empleando su imaginación para ello.

En tanto que materialización, tenemos que preguntarnos primero cuáles son las bases sociales de la democracia burguesa, en qué capas o clases puede apoyarse.

Es inútil hablar de la gran burguesía como de una fuerza revolucionaria (...) Los industriales lyoneses, por ejemplo, tuvieron un papel contrarrevolucionario en la época de la Revolución Francesa, que fue una revolución nacional en el más amplio sentido. Pero se nos habla de la media y, sobre todo, de la pequeña burguesía como fuerza dirigente de la revolución burguesa; y, ¿qué representa esta pequeña burguesía?

Los jacobinos se apoyaron en la democracia de las ciudades, derivada de las corporaciones artesanas. Los maestros de taller, sus oficiales y las gentes de la ciudad tenían con los primeros lazos estrechos, componían el ejército revolucionario de los sans-culottes, y ése fue el apoyo del partido dirigente. Esta masa compacta de la población urbana, que había pasado por la larga escuela histórica de la vida corporativa, fue precisamente la que soportó todo el peso de la transformación revolucionaria. El resultado objetivo de la revolución fue crear las ‘condiciones normales’ de la explotación capitalista. Pero el mecanismo social de la evolución histórica ha hecho que la dominación burguesa se viera asegurada por obra de la plebe, de la democracia de la calle, de los sans-culottes. Su dictadura, basada en el terror, libró a la sociedad burguesa de todos los vestigios del régimen anterior, y luego la burguesía impuso su dominio, derribando la dictadura democrática de los pequeños burgueses”[3].

Trotsky explica que la burguesía rusa no pasó por las etapas de la francesa: la corporación y el artesanado; el capitalismo se desarrolló por el capital extranjero en Rusia, por lo tanto no hay clase burguesa para ponerse al frente de la revolución. Aquí, Trotsky despliega su análisis del “desarrollo desigual y combinado” (que ser˜à explicada nuevamente en varios trabajos posteriores, de los cuales, el de Historia de la Revolución Rusa es el más conocido y citado).

Entonces, surge la clase obrera industrial como producto del capital extranjero, sin que exista una pequeñaburguesía nativa fuerte.

Por el lado del campesinado, una intervención planteó muy bien que las masas campesinas pueden ser revolucionarias, pero que un marxista sabe bien que no pueden dirigir la revolución (por su dependencia material de la ciudad -que está dirigida o por la burguesía o por el proletariado-) ni liberar entonces las fuerzas productivas de una nación. La “base” del capitalismo es el proletariado, y es quien puede derrotarlo[4]. También se profundizó acerca de los límites del campesinado, como clase pequeñoburguesa, señalando que el proletariado sí puede ser una clase “para sí” (es decir, conciente de sus intereses comunes) y el campesinado no[5].

Por lo tanto -como planteó otra intervención- tenemos nuevamente planteado el tema del “transcrecimiento” de la revolución, ya que en las colonias y semicolonias no hay burguesía -con un desarrollo histórico propio, “autónomo”-, sino una burguesía “socia menor” del capital imperialista, que ha dejado inconclusas sus “tareas nacionales” (reforma agraria, libertades democráticas, independencia nacional) en desmedro de las masas obreras, campesinas y populares.

Otro aspecto que se destacó fue como Trotsky (y Lenin también) veía el proceso revolucionario en Rusia como parte de un proceso mundial[6] (y a Rusia como “último reducto de la reacción mundial”), desarrollando el marxismo revolucionario y depositando su confianza en el proletariado -al contrario de los mencheviques, que descreen del proletariado y la revolución-. Así, se planteó que entonces “los países más atrasados toman lo más adelantado de los otros países”, en referencia al marxismo como teoría de la revolución mundial. No por nada el texto de Franz Mehring “La revolución permanente” saluda la lucha de los trabajadores rusos, su “dinámica permanentista”, y destaca el hecho de que, de alguna manera, la clase obrera rusa sacó las lecciones de la derrota de 1848 (y que debe seguir alerta, aprovechando las conclusiones de esa misma experiencia).

Finalmente discutimos cómo Trotsky, aunque avanza más -y también porque lo permite la nueva época imperialista, al abrir el “campo estratégico de la revolución proletaria” en todo el orbe- en las “formulaciones permanentistas”, su teoría sigue siendo aún una teoría para la revolución en Rusia, respondiendo a esta “paradoja” de “revolución burguesa a realizarse por el proletariado”, desde una concepción dialéctica de “desarrollo desigual y combinado”[7]. Mientras que su planteo de “dictadura del proletariado llevando tras de sí a las masas campesinas” es más acertado que la “fórmula algebraica” de Lenin de “dictadura democrática de obreros y campesinos”, su punto débil es que es un “francotirador” al margen de las fracciones de la socialdemocracia rusa (mencheviques y bolcheviques). Para que la teoría de la revolución permanente llegue a su “punto culmine”, tiene que postular la organización partidaria como dirección del proceso revolucionario. Esta debilidad de Trotsky contrasta con la fortaleza, la claridad estratégica en este plano, del “trabajo preparatorio” de Lenin y los bolcheviques, de inserción y ligazón a la clase, más allá de los avatares, los avances y retrocesos parciales del proletariado durante los 12 años siguientes, hasta que llegue la nueva Revolución Rusa en 1917.

El tercer encuentro del Curso verá la polémica en la “Correspondencia entre Trotsky y Preobrazhensky” sobre la derrotada revolución China. Allí Trotsky, habiéndose incorporado como “el mejor bolchevique” en 1917, como dijo Lenin, será ya un “hombre de partido”, sacando a fondo las lecciones de la derrota, avanzando en las formulaciones político-programáticas y comenzando la polémica con la fracción de Stalin y Bujarin, que reflotaban la vieja consigna “dictadura democrática” de Lenin, para tener una política reformista y etapista, que llevó a una subordinación del heroico y combativo proletariado chino al partido burgués Kuomintang. Todo esto lo veremos luego, en el tercer encuentro.

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