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Internacional

BAJA DE TASAS DE INTERES EN EE.UU.

La peor crisis en 20 años

La Reserva Federal (FED) de Estados Unidos ha recortado las tasas de interés de referencia en 50 puntos básicos, hasta 4,75%. Al conocerse esta decisión las bolsas norteamericanas han experimentado una fuerte subida y el dólar ha marcado un nuevo mínimo frente al euro. La decisión de la FED –más agresiva de lo esperado por los analistas- ha sido provocada por el creciente temor de un aterrizaje forzoso (“hard landing”) de la economía norteamericana, como muestra la crisis del mercado inmobiliario y la reducción de la creación de empleo.

Juan Chingo

20 de septiembre 2007

La Reserva Federal (FED) de Estados Unidos ha recortado las tasas de interés de referencia en 50 puntos básicos, hasta 4,75%. Al conocerse esta decisión las bolsas norteamericanas han experimentado una fuerte subida y el dólar ha marcado un nuevo mínimo frente al euro. La decisión de la FED –más agresiva de lo esperado por los analistas- ha sido provocada por el creciente temor de un aterrizaje forzoso (“hard landing”) de la economía norteamericana, como muestra la crisis del mercado inmobiliario y la reducción de la creación de empleo. También incidió la presión de políticos como Hillary Clinton y John McCain (candidatos a presidente del Partido Demócrata y Republicano, respectivamente) o el senador Chuck Schumer, que habían pedido medidas como la que tomó la FED: es que ningún candidato presidencial quiere que la economía norteamericana entre en recesión antes o después de las presidenciales de noviembre de 2008. Sin embargo, esta perspectiva aparece cada vez más en el horizonte.

La baja de las tasas difícilmente evite la recesión

Una rebaja del costo del dinero no logra ningún efecto duradero sobre la economía real cuando estamos en presencia de una crisis de sobreproducción. Y esto es lo que está ocurriendo en la economía norteamericana: una fenomenal sobreproducción de viviendas invendibles, un exceso en el sector automotriz y una sobreproducción de bienes de consumo durables. Esta fue la realidad en 2001, cuando la baja de las tasas de interés no evitó una corta pero dolorosa recesión como consecuencia de la sobreproducción en el sector informático y de telecomunicaciones.

Hoy, esta situación de la economía real se combina con una sequía crediticia -una crisis de liquidez-, causada por un sinnúmero de insolvencias y dificultades de pago de los superendeudados consumidores, algunas instituciones financieras y aun partes del sector corportativo. La limpieza de éste tomará tiempo e implicará un endurecimiento de las condiciones crediticias y financieras independientemente de lo que haga la FED. Esto a su vez repercutirá sobre la economía real.

“La peor crisis en 20 años”

Henry Paulson, secretario del Tesoro estadounidense y anterior capo de Goldman Sachs planteó que “la crisis de confianza en los mercados de crédito probablemente durará más que los previos choques financieros de las pasadas dos décadas” (The Financial Times; 11/09/07), es decir, las actuales turbulencias financieras subsistirán más que la inestabilidad que siguió a la crisis asiática, el default ruso en los ‘90 o la crisis de la deuda latinoamericana en los ‘80. ¡Una crisis mayor! La primera corrida contra un banco británico desde 1866, como fue el pánico que se apoderó de los depositantes de Northern Rock, y la transformación de los depósitos bancarios en deuda pública, en otras palabras, la nacionalización de los depósitos, así lo demuestran (para ver la gravedad de lo que está sucediendo tomemos en cuenta que ambos acontecimientos se dan cuando la economía aún está creciendo).

En realidad, lo que estamos observando es la primera fase de la misma, la crisis de las hipotecas de alto riesgo o subprime y su contagio inicial al sistema bancario. La segunda etapa que ya se preanuncia es el ajuste de los desequilibrios globales, como consecuencia de la recesión norteamericana y la devaluación del dólar. Esto puede afectar a Asia, fuertemente dependiente del mercado norteamericano e inclusive a Europa que, aunque mejor preparada, está cargando con el peso del ajuste, no sólo por los canales financieros sino también por el aumento del euro, que alcanzó el nivel más alto con respecto al dólar desde su lanzamiento, lo que de mantenerse en el tiempo puede afectar las exportaciones y el crecimiento. Esto está aumentando las tensiones en el seno de la Unión Europea (UE), como muestran los duros enfrentamientos verbales entre las autoridades del Banco Central Europeo (BCE), apoyadas por Alemania, y Nicolás Sarkozy, presidente francés, quien acusó que la política del BCE de inyectar liquidez en el mercado y no bajar las tasas de interés sólo sirve a los especuladores. Lo que ni Sarkozy ni otros políticos denuncian es que los gobiernos están echando mano de los recursos públicos del Estado, es decir, el dinero que en parte recaudan de los impuestos a los trabajadores y el pueblo, para salvar a bancos y especuladores de la quiebra. En otras palabras, la segunda fase de la crisis implicará la transmisión de la caída en EE.UU. a nivel global, afectando también los precios de las materias primas que los últimos años permitieron un boom sin precedentes en varios países semicoloniales. Países como Rusia, Venezuela o Argentina podrían verse duramente afectados como la crisis asiática de hace diez años puso en su momento de manifiesto.

Finalmente, en la tercera fase presenciaremos un aumento de las bancarrotas corporativas. Moody, la agencia de calificación de riesgo, ha previsto que una recesión en EE.UU. puede dar lugar a un crecimiento de la tasa de bancarrotas de las corporaciones de 1.4 % de las compañías calificadas el año pasado a alrededor de un 12 % -un nivel visto por última vez al principio de los ‘90 y después del desinfle de la burbuja de Internet-. Las graves repercusiones que esto podría tener sobre el ya debilitado sistema financiero están por verse.

Un momento peligroso

La decisión de la FED, aunque fue bien recibida en los mercados al mismo tiempo tiene un alto costo: alimenta el fuego de la inflación y sobretodo debilita al dólar. Uno de los peligros más grandes es que una política monetaria más blanda socave la integridad del dólar. El déficit de cuenta corriente norteamericano es financiado por inversores extranjeros que compran bonos del tesoro y otros activos de Estados Unidos. Estos jugadores podrían venderlos si temen que la inflación vaya a destruir el valor de sus pertenencias. La baja de las tasas de interés torna una corrida contra el dólar de algo altamente improbable a una posibilidad.

En este sentido, los márgenes de la FED y de EE.UU. de patear la crisis hacia adelante como han hecho en 2001 y en las últimas décadas se han estrechado. EE.UU. está entrando en un período de bajo crecimiento de la productividad, comparado con el período excepcional que gozó la economía norteamericana de la segunda mitad de los ‘90, en la medida que las oportunidades de innovación, como en su momento fue Internet (y las infladas expectativas que creó), se van saturando. Más importante, están desapareciendo los efectos deflacionarios en los precios de las mercancías y en el precio de la fuerza de trabajo a nivel mundial; la entrada de millones de trabajadores de las ex economías burocráticamente planificadas, como China y el antiguo bloque soviético, está desapareciendo. Todo esto significa que los márgenes de maniobra de la FED y de las autoridades norteamericanas para evitar (o acolchonar) la recesión sin minar la fortaleza del dólar como moneda de reserva mundial se han estrechado significativamente.

Todo esto hace prever que los próximos picos de la crisis pueden dar lugar a sorpresas desagradables e inesperadas para los principales mandamases del capitalismo mundial.

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