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EconoCrítica N° 3

Grandes agrolimentarias y exportadoras

Las agroindustrias desarrollan actividades en parte en el “campo” y en parte en la industria, su unidad da cuenta de la integración del proceso de elaboración que va desde los productos primarios, en tierras propias o arrendadas, hasta el procesamiento de parte de éstos y su destino al mercado interno o a la exportación.

5 de junio 2008

Las agroindustrias desarrollan actividades en parte en el “campo” y en parte en la industria, su unidad da cuenta de la integración del proceso de elaboración que va desde los productos primarios, en tierras propias o arrendadas, hasta el procesamiento de parte de éstos y su destino al mercado interno o a la exportación.

Incluso, llegan a integrar la producción de mercancías no alimenticias. Así, se apropian de una cuota de la plusvalía general tanto a través de ganancias por su actividad como capitalistas industriales y comercializadores, como de renta agraria en tanto terratenientes. Contra la falsa polarización entre terratenientes e industriales, o entre “burguesía nacional” y capital trasnacional, en este segmento de la producción todos están fuertemente entrelazados a través de la participación en negocios comunes y la propiedad compartida de parte de la infraestructura productiva. Toda diferenciación de funciones desaparece y los terratenientes, sociedades agropecuarias, industriales y exportadores se presentan como uno solo.

Si bien las agroindustrias son preponderantes en la economía de gran parte de las provincias no pampeanas, por su escala, integración productiva, inserción internacional y concentración de capital, las agroindustrias de la pampa húmeda, en particular las de granos y oleaginosas, adquieren una gran relevancia nacional.
Las principales empresas integran la cadena productiva a través de la propiedad de una gran parte de la capacidad de almacenaje (granos y aceites) y de la mayoría de las fábricas de aceites y subproductos. Controlan el transporte de las mercancías a través de concesiones ferroviarias, camiones propios o tercerización. Las exportadoras se constituyen en el vínculo con la cadena a nivel mundial a través del efectivo control del comercio exterior que establecen sobre granos, aceites y los subproductos de cereales y oleaginosas, operando la gran mayoría de los puertos, como concesionarios o propietarios. Los actores clave en este “mundo” controlan una parte importante del comercio exterior del país, éstos son Cargill, Bunge, AGD, Vicentín, Dreyfus, Molinos y Nidera (ver gráfico).

Las agroindustrias explican el 27% del valor agregado por la industria (ponderación del Estimador Mensual Industrial para el año 2004), siendo el procesamiento de alimentos y bebidas el principal bloque industrial superando, incluso, a la industria automotriz. Su importancia se expresa en los 30 mil millones de dólares que obtienen por la exportación de manufacturas agroindustriales y de productos primarios, en la mayoría de los casos efectuadas por las mismas empresas, que se ubicó en el 54% del total vendido al exterior en el año 2007 (1).

Las agroindustrias obtienen un beneficio extra por el reducido valor de la fuerza de trabajo que contratan. Venden a precios internacionales sus productos, pero sus costos salariales están “desacoplados” del mercado mundial. Según el INDEC los costos salariales de los trabajos registrados del sector se encuentran en un promedio mensual de $2.270, con mínimos que alcanzan los $983 en la producción de hortalizas, legumbres, flores y plantas ornamentales. La masa salarial de unos 850.000 trabajadores registrados en la producción primaria y agroindustrial la pagan con sólo un 29% de las exportaciones realizadas.

Otro beneficio es que parte de las retenciones es remitida nuevamente a la agroindustria mediante subsidios del Estado. Además, dependiendo de las condiciones mundiales de demanda, pueden configurar la proporción de las mercancías que elaboran en función de maximizar ganancias eliminando parcialmente los efectos de las retenciones. Cabe agregar que como por la exportación de, por ejemplo, aceites de soja, las retenciones son sustancialmente menores que para la exportación de granos de misma especie, las aceiteras se ahorran de pagar la diferencia que deberían desembolsar si exportaran el grano en bruto. Este mecanismo adquiere, como señalan algunos autores, la forma de un subsidio encubierto.

La impresionante concentración de capital permite a las grandes empresas agroindustriales, terratenientes, sociedades agropecuarias y exportadoras imponer la eliminación progresiva de productores pequeños y medianos en la región de la pampa húmeda o su traspaso a rentistas. Mucho más avanzó sobre los campesinos que en la “periferia” de la frontera agraria producían algodón en Chaco, caña de azúcar en Tucumán o aquellos que practicaban producción de subsistencia. Entre 1988 y 2002 unas 81.000 explotaciones agropecuarias han desaparecido (Arceo Nicolás y Gonzáles Mariana, “La transformación del modelo rural”, Le Monde diplomatique n° 107, Mayo 2008). El capital más concentrado combina las facetas de agropecuario e industrial. Entre otros casos, se destaca la familia Blaquier, que ocupa sillas en la UIA y en la Sociedad Rural. O Jorge Zorreguieta (padre de la Princesa Máxima) ruralista y actual presidente de la Coordinadora de la Industria de Productos Alimenticios y Secretario de Agricultura en la última dictadura.

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