Estar de su lado, lector, es una ventaja. Cuando lea esta nota posiblemente haya pasado el difícil partido contra los locales. Pero tenemos que hacer esta nota antes de saber si hemos dado un paso de gloria o vamos a escuchar a los periodistas informar cuando pega la vuelta el avión de la selección argentina, si ganamos una final anticipada o si se anticipó el final.
Antecedentes. Contra México la selección jugó su peor partido del mundial. Lo salvó el zapatazo de Maxi Rodríguez cuando todo indicaba que iban a penales con un duro conjunto mexicano que, en los papeles, estaba un par de goles por debajo del equipo de Pekerman.
 “Si el viernes juegan como contra México, que vayan haciendo las valijas”, se lamenta Nico en el pasillo de la facultad. “México nos complicó porque es un equipo aguerrido con marca personal, que se mete bien atrás, pero que también ataca. Los alemanes están obligados a ganar porque son locales, van a dejar más espacios atrás y además marcan en línea, tengan en cuenta que no es la mejor defensa”, explica Tito, un no docente onda Menotti universitario. “Sí, pero arriba te matan. Esos dos tanques que tienen”, interrumpe Lucho imitando a Bilardo “van, van y van al frente. Creo que si jugamos con la pelota al piso ganamos. A menos que nos toque un referí como el que salvó a los tanos contra Australia. ¡Saltaron a los cuartos de final como un canguro!”
Mientras Italia festejaba el error del árbitro, la pantalla gigante repetía el tropiezo casual del delantero con el cuerpo del australiano. También, en la reiteración de la falta de Heinze contra México se veía clarito que era el último hombre. Más errores: jugada anulada por supuesto offside de Aimar que terminaría en la red empujada por Messi. Rosca en el partido Holanda-Portugal; gol en posición adelantada del contundente aunque poco vistoso Brasil ante Ghana. A simple vista son jugadas que parecen equivocaciones arbitrales. De nuevo una vieja pregunta: ¿Por qué la FIFA no incorpora el recurso tecnológico para corregir fallos? ¿Será porque, así como se corregirían ciertos errores humanos, tendría menos injerencia en fallos decisivos?
Alemania. “A Alemania hay que ganarle, los hinchas deben ser todos nazis”, suelta Tito reflexivo. “¿Y por qué pensás eso?”, pregunta Aurelio. “Porque es el país de Hitler, debe haber quedado algo. Todos disciplinados y serios, tan fríos”, asocia Tito. Suele pasar que cuando los medios hacen mención a la historia de Alemania, la reducen a la etapa del nazismo y los campos de concentración. Aurelio se pone serio: “También es el país que vio nacer a Karl Marx, a Federico Engels, de poderosos sindicatos y partidos socialistas... es la tierra del dramaturgo Bertold Bretch y el gran científico Albert Einstein”, cambia el panorama Aurelio más rápido que Riquelme.
“Igual hay que ganarle a los alemanes, como dijo Tévez. Sería una revancha de la final de Italia ’90 y el penal trucho de Codesal. Hasta Brehme, el que pateó, reconoce que no fue foul”, dice Lucho agitando los brazos. Brindan deseando que la selección repita lo de México ’86: ganó Argentina la final 3 a 2 . O aquel otro, menos recordado, amistoso de 1973, también 3-2 y en Munich con un golazo de tiro libre al ángulo del Beto Alonso.
¿Ganamos todos? Ya ubicados en el bar de al lado, los pibes abandonan por un rato las materia de la facultad de Sociales para relojear el Francia-España. Aurelio los saluda amablemente apenas se ubican en la mesa vecina y pregunta por la lucha salarial de los docentes universitarios. “Todavía hay que seguirla, maestro. La mayoría de los docentes acá son Ad honorem, nunca ven un mango”, responde Nico. “Pero después del 6 a 0, Kirchner aprovechó la fiebre del mundial para aumentarse su sueldo y el de sus ministros con un decretazo. Imagínese qué pasaría si le llegamos a ganar a Alemania”, salta Lucho con los reflejos del Pato Abbondanzieri. “Y los diputados no se quedaron atrás. Pero qué caraduras, encima dicen que respetaron los acuerdos del tope del 19%, cómo si ganaran igual que un docente...”, se suma Tito acercándose a la tele. “Si gana Argentina, como siempre, algunos tienen para festejar más que otros”, dice Aurelio que se pide otro café.