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Libertades Democráticas

DEL LIBRO “LA BONAERENSE II”

El lobo en el gallinero

La corrupcion policial: “Se produce una verdadera transmutación en los oficialitos recién egresados de la Escuela Vucetich. Estos hacen sus primeras prácticas sin entender mucho de los códigos imperantes. Entonces son puestos bajo el ala de algún sargento de calle, con quien recorren el escarpado camino de su iniciación

Armando Mouzo

23 de abril 2009

por Armando Mouzo

La corrupcion policial: “Se produce una verdadera transmutación en los oficialitos recién egresados de la Escuela Vucetich. Estos hacen sus primeras prácticas sin entender mucho de los códigos imperantes. Entonces son puestos bajo el ala de algún sargento de calle, con quien recorren el escarpado camino de su iniciación. O el comisario lo llama y le dice:
 ¿Tiene auto Usted?
 No
 ¿Cómo que no tiene auto?

Entonces lo manda a una agencia donde le dan un auto a pagar en comodísimas cuotas y únicamente cuando pueda abonarlas. Lo mismo pasa con la adquisición de otros bienes, que van desde comida a electrodomésticos. De ese modo natural y preciso, los policías novatos van entrando casi sin darse cuenta en un universo casi fantástico donde se le trastocan las ideas...

“(...) cuando un tipo llega a sargento y está acostumbrado a ganar mil pesos mensuales de sueldo y cuatro mil en concepto de “cometas” varias, a tener el diario gratis, las facturas gratis, la nafta gratis, más un estilo de vida acorde a sus ingresos (...) el tipo ha terminado por corromperse, pero inadvertidamente”. Así describe Mario Ragendorfer en “La Bonaerense II” la iniciación de los policías en la institución.

Por su parte Alejandra Vallespir en “La policía que supimos conseguir”, también describe este accionar: “Hacer laburar a los pibes para la cana no está institucionalizado, estos son quiscos privados. Vos volteás a un pibe, sabés que labura de tal cosa, afanando estéreos, ponele... y entonces le decís: “Mirá, pibe, vos caminá tranquilo, una vez por semana pasá por acá a arreglar. Cuando yo me entero que vos te mandaste un hecho y no pasaste, ahí te volteo”. La autora también describe el funcionamiento de los superiores: “El comisario, cuando entrega una comisaría, (...) entrega el libro sumarios, el de causas, etc., y entrega “la lista”. ¿Qué es la lista? La lista dice: González pone tanto, Pérez pone tanto, Fernández pone tanto, y así (...). Después hay otra guita, que no la maneja la comisaría (...). La tiene “Delitos Complejos”. Por ejemplo, los desarmaderos los tiene “Sustracción de Automotores” (...) Si viene Sustracción de Automotores y te voltea un desarmadero que vos tenías arreglado... olvidate. Sustracción lo tiene que saber. (...). Cada división maneja su palo”.

En el libro “La Bonaerense”, Carlos Dutil y Mario Ragendorfer, demuestran la complicidad de los políticos patronales: “La Bonaerense convirtió algunas de sus taras en parte de su sistema de sobrevivencia: capitalistas de juego y comerciantes irregulares trabajan desde hace décadas en sociedad forzada con las comisarías, pagando un canon para seguir existiendo.

Todos los poderes de la sociedad conocen desde siempre esta situación y la consiente, por aquello de la crónica escasez de recursos y de la no menos crónica corruptela del poder político, que siempre supo sacar provecho. Fondos para bolsillos particulares y campañas electorales, complicidad en los propios negocios turbios, mano de obra disponible, son razones de peso”.

Esta institución delictiva con uniforme y con la autoridad que le delega el Estado capitalista, es la encargada de perseguir a los pibes. Para verlos en acción reproducimos un extracto del Boletín Informativo N° 518 de la CORREPI: “El oficial Juan Pablo Adin Mindurry fue detenido por robar ropa de un exclusivo local de Alto Palermo, (...), corrió hasta que fue alcanzado en la calle por dos policías de la federal.

Este policía trabajaba en Zárate, lugar de donde se tuvo que ir de a raíz de las responsabilidades emergentes por la muerte de un joven, Juan Manuel “Cuchuchu” Bordenave, (...) Juan Mindurry no fue separado de la fuerza, (...) fue trasladado a Pergamino.

Juan Manuel Bordenave había salido la noche anterior con un grupo de amigos. Durante la noche, estuvo en una casa de campo en la zona industrial, hasta bien entrado el día siguiente. (...)

Una parrilla de las inmediaciones llamó al 101 porque Bordenave habría estado provocando disturbios. (...) Pocas horas después de ser alojado en un calabozo clausurado, se lo encontró sin vida, aparentemente ahorcado con un trozo de frazada.

(...) Como vemos, es más fácil que un policía vaya preso por robar ropa de marca en un shopping que por la muerte de un preso en su comisaría. La propiedad vale más que la vida de una persona, mucho más si es la de un joven... y si el responsable es integrante de una fuerza represiva del estado”.

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