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Lo que dejó la Cumbre del MERCOSUR

27 de julio 2006

No se puede entender la reciente “cumbre” del Mercosur sin tener en cuenta cuatro factores. Primero, que las grandes acciones de masas que surcaron la región con el despertar del nuevo siglo cambiaron el péndulo político hacia la izquierda. Para contener la situación, las distintas burguesías tuvieron que recurrir a un recambio del personal y el discurso político que dominó la escena de los ’90.
Segundo, que más allá de sus discursos y diferencias, los nuevos gobiernos de la región no se propusieron dar solución a las necesidades más acuciantes de las masas sino favorecer los intereses de sus propias burguesías y el capital imperialista.
Tercero, que el empantamiento norteamericano en Irak ha aumentado la decadencia de su hegemonía política y que, en medio del agravamiento del conflicto en Medio Oriente, la administración Bush tiene hacia América Latina una política esencialmente defensiva tras el fracaso del ALCA.
Y cuarto, que las altas rentas provenientes de los recursos exportables combinadas con tasas altas de crecimiento económico han creado una coyuntura donde los grupos capitalistas locales o imperialistas que operan en la región ven a la “integración” como una fuente de importantes negocios.
En medio de un nuevo fracaso de las negociaciones entabladas en la Organización Mundial de Comercio, que tienen como centro una rebaja de los subsidios agrícolas en los países centrales, la mantención de un bloque como el Mercosur, integración de Venezuela incluida, es momentáneamente visto por los distintos sectores capitalistas como la única política “realista”. De ahí que hasta sectores de la derecha local, como el diario La Nación, que venían criticando duramente al gobierno, saludaron efusivamente la carta enviada por Kirchner a Fidel Castro por el caso Hilda Molina, un punto con el que el gobierno “nacional y popular” buscó a la vez distanciarse políticamente y opacar el protagonismo de los presidentes del “eje” Caracas-La Habana-La Paz: “Hay que reconocerle a Kirchner que esta vez fue coherente con su discurso sobre los derechos humanos y que defendió los derechos negados a dos ancianas cubanas y a dos niños argentinos, impedidos de conocer a su abuela y a su bisabuela”, señaló elogiosa y cínicamente Joaquín Morales Solá desde su columna dominical del 23 de julio en el diario de los Mitre.
La política de diferenciarse del tándem Castro-Chávez no fue una improvisación repentina ni fruto de un “enojo” como algunos han querido mostrar, sino una política meditada por el gobierno para mostrarse como parte de un bloque con mayor “respetabilidad” burguesa junto a Lula, con capacidad para contener todo atisbo de “radicalidad” en la región. Un artículo de un periodista que suele comentar las trastiendas de los círculos gubernamentales, publicado previamente a la realización de la cumbre, señala que “Kirchner pidió que le acercaran todos los artículos y opiniones que se vierten en los medios locales e internacionales sobre su cercanía a Hugo Chávez. ‘El Presidente quiere ser el verdadero componedor de la región y establecer un equilibrio entre los países del Mercosur y sus asociados’, repiten en forma reiterada sus allegados, tal como lo hicieran cuando el tema se abordó hace semanas en Madrid con el mandatario español, José Luis Rodríguez Zapatero. Aunque no lo comentan abiertamente, los asesores presidenciales quieren conocer hasta qué punto se lo vincula al líder bolivariano con países como Irán o Corea del Norte, y hasta dónde se menciona una suerte de carácter transitivo de esas expresiones hacia la Argentina” (Luis San Martín, Cumbre e inseguridad, Debate N° 175, 20-07-06). ¿Qué dirán de esto los “chavistas” que hoy son parte del gobierno de Kirchner?

Si de algo tienen que tener claridad los trabajadores y las masas oprimidas de toda América Latina es que lograr una real integración económica y política entre nuestros países depende de sus propias fuerzas y no de las burguesías locales y sus gobiernos, que en todo el siglo XX han dado sobradas muestras de sumisión al imperialismo. Romper con la dominación imperialista, empezando por desconocer las deudas externas, nacionalizar bajo gestión de los trabajadores todos los recursos estratégicos y avanzar en la expropiación de los capitalistas, conformando gobiernos obreros y campesinos que sean la base de una Federación de Repúblicas Socialistas de América Latina: ése es el desafío estratégico que tenemos por delante en este nuevo siglo.



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