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Familia – Parte I: Los orígenes

14 de septiembre 2006

Hasta la época de los antiguos griegos y romanos, los seres humanos se habían organizado de diferentes maneras para la reproducción y producción de sus vidas, predominando las formas de relación basadas en los lazos sanguíneos de línea materna. Las mujeres, enaltecidas por su posibilidad de engendrar vida y el misterio que esto encerraba para los seres humanos, ocupaban un lugar privilegiado en las sociedades primitivas. Una de las razones por la cual, también, nos encontramos con numerosas diosas y otras divinidades femeninas en este período.
Luego se descubrieron la técnica de la agricultura, la fundición de metales y la domesticación de animales, entre otras cosas. Todos estos grandes descubrimientos permitieron aumentar las riquezas sociales y entonces, ya no fue necesario que todos los miembros de la comunidad trabajaran para garantizar su supervivencia: mientras la mayoría trabajara, un sector minoritario podía eximirse de esta carga y ser mantenido por los productores. Se originan, así, las clases en las cuales se divide la sociedad y la propiedad privada. Pero no sólo se descubrieron las técnicas que permitieron aumentar la productividad del trabajo, sino que también se descubrió la relación que existía entre el coito y la reproducción, lo que permitió entender el papel que tenía el varón en la procreación. “Así quedaron abolidos la filiación femenina y el derecho hereditario materno, sustituyéndolos la filiación masculina y el derecho hereditario paterno”, dice Engels y agrega: “El derrocamiento del derecho materno fue la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo. El hombre empuñó también las riendas en la casa; la mujer se vio degradada, convertida en la servidora, en la esclava de la lujuria del hombre, en un simple instrumento de reproducción.” [destacado en el original].
Si sólo nos detenemos a analizar el término “familia”, descubrimos que, en latín, quiere decir “conjunto de esclavos”. Es que la familia, entre los romanos, remitía a la esposa, los hijos y los esclavos que poseía un ciudadano. Como este conjunto de esclavos era un objeto de propiedad del padre, el mismo tenía derecho de vida y muerte sobre la familia (patria potestad) y la cedía en herencia a través de un testamento, a sus hijos.
De pronto, las mujeres eran una fuente de riqueza igual que los esclavos, la tierra o el ganado, porque eran las que permitían aumentar la cantidad de hijos de una familia, es decir, la cantidad de fuerza de trabajo disponible para aumentar aún más las riquezas de su propietario. Su papel independiente en la producción social, pasó a un segundo plano: lo que se requería primordialmente de ellas era su capacidad reproductiva. Y poseer el dominio sobre esta capacidad, garantizaba que la descendencia fuera “legítima”, por eso –dicen los marxistas-, la monogamia en el matrimonio se estableció como una obligación para las mujeres, pero no para los varones. “La monogamia nació de la concentración de grandes riquezas en unas mismas manos –las de un hombre- y del deseo de transmitir esas riquezas por herencia a los hijos de este hombre, excluyendo a los de cualquier otro. Para eso era necesaria la monogamia de la mujer, pero no la del hombre; tanto es así, que la monogamia de la primera no ha sido el menor óbice para la poligamia descarada u oculta del segundo.” A este dominio del varón adulto en las relaciones sociales para la reproducción de la especie, los marxistas lo denominaron “patriarcado”.
Claro que los modos de producción fueron cambiando, desde aquellos tiempos remotos en que surgieron las clases sociales: amos y esclavos, señores y siervos, burgueses y proletarios... Y en cada modo de producción y en cada clase social, los mecanismos patriarcales también fueron distintos. No obstante, podemos decir que las relaciones patriarcales existen en todos los modos de producción, aunque las formas específicas que asuman sean diferentes.
¿Qué función cumple la familia, entonces, en nuestros días? Esto es tema para la próxima semana.

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