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LIBERTADES DEMOCRÁTICAS

ANTEPROYECTO DE REFORMA DEL CÓDIGO PENAL

Una reforma conservadora para restaurar la “racionalidad”

La presentación del anteproyecto de reforma del Código Penal parece haber sido la señal de largada en la carrera de velocidades por el cetro de la derecha.

Miguel Raider

13 de marzo 2014

La presentación del anteproyecto de reforma del Código Penal parece haber sido la señal de largada en la carrera de velocidades por el cetro de la derecha.

El líder del FR Sergio Massa levantó jaleo porque acusó que dicho anteproyecto sostiene “bajar las penas de la mayoría de los delitos” y “liberar a miles de delincuentes”, sobre la base de una teoría “abolicionista” de los castigos y las cárceles, por lo cual llamó a someter el proyecto a una consulta popular, comenzando con una campaña de firmas.

El ardid oportunista de Massa corrió todo el escenario hacia la derecha, abriendo fisuras en el PRO y la UCR, cuyos legisladores, Federico Pinedo y Ricardo Gil Lavedra, participaron de la comisión de redacción junto a León Arslanián del PJ y María Barbagelata del PS, presidida por el juez de la Corte Suprema Eugenio Zaffaroni.

Julio Cobos se pronunció contra el proyecto promoviendo su propuesta de Servicio Cívico Voluntario para “educar” a los jóvenes pobres, reclutándolos en cuarteles militares. No podía faltar el gobernador Scioli, reivindicando su tarea en la limitación extrema de las excarcelaciones a partir de la reforma reaccionaria del Código de Procesamiento Penal.

En realidad, fue la misma Cristina quien dio alas a Massa, cuando desde la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso atacó con rabia el derecho de huelga y el método del piquete, agravado por el respaldo al juicio infame contra los petroleros de Las Heras, condenados a cadena perpetua.

Lejos de cualquier augurio “abolicionista”, el anteproyecto de reforma incrementa las penas de 178 delitos (58% del total), incorpora 85 tipos penales nuevos, despenaliza 14 conductas, reduce las penas de 129 delitos, al tiempo que baja el mínimo de algunas penas y aumenta el máximo de las de la mayoría. La pena más alta no puede superar 30 años, tal como sucede en la actualidad, aunque introduce penas no privativas de libertad, aspecto presente en todos los códigos modernos. Se mantiene la penalización del derecho al aborto, aunque despenaliza el consumo de drogas, acaso siguiendo las recomendaciones de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito por “ser una forma eficaz de descongestionar las cárceles y distribuir recursos” (Clarín, 9/03).

Se trata de una reforma conservadora que se limita a devolver “armonía” a un código sancionado en 1921 y “desfigurado” con 900 modificaciones, particularmente tras la introducción de las leyes Blumberg en 2004, a instancias del kirchnerismo y la oposición patronal. En palabras de Arslanián, “queremos adecentar el Código Penal y recuperar el equilibrio perdido… queremos salir del régimen de emergencia que cambió todas las reformas sucesivas… desvirtuó la coherencia interna y le quitó racionalidad” (Pagina/12, 9/03). Para descartar toda duda de rigurosidad, Zaffaroni aclaró que “saldrán más o menos los mismos que ahora salen por libertad condicional, pero con penas alternativas”, pues “lo importante es el cumplimiento de la pena… No desaparece el registro de reincidencia. La única diferencia es que se le ordena al juez que valore la reincidencia en cada caso, no se le impone mecánicamente… en sí mismo el texto es conservador” (Pagina/12, 6/03).

Como “la pena no funciona en su dimensión preventiva”, Zaffaroni y Arslanián advierten que “el Estado puede y debe generar inclusión” para oponerse a la “exclusión” (Página/12, 9/03). Sin embargo, el capitalismo como sistema es incapaz de absorber a la totalidad de la fuerza de trabajo, pues por sus propias necesidades de acumulación genera una población obrera sobrante (o ejército industrial de reserva), que presiona sobre el salario y empuja a las franjas mas vulnerables a la rotación en el trabajo precario, por un lado, y a la marginalidad y el delito, por el otro. La bandera de la “inclusión” es la cobertura ideológica para un capitalismo “humanizado”, una utopía reaccionaria e impotente que levantaron los progresistas contra las políticas neoliberales de los 90, y que hoy se expresa en la miseria de los planes sociales (AUH, Progresar) de la “década ganada”.

Interesadamente, los medios difunden el sentido común de que “el delito no tiene ideología”. Pero el Código Penal rige sobre las relaciones de propiedad capitalistas, es decir la forma jurídica que adquiere la relación entre las clases en la producción de bienes y servicios, donde un puñado de empresarios monopoliza la propiedad de los medios de producción y cambio, mientras la mayoría de los desposeídos sólo cuenta con su fuerza de trabajo para vender en el mercado. Así “tiende a privilegiar los intereses de las clases dominantes y a inmunizar del proceso de criminalización comportamientos socialmente dañosos típicos de los individuos pertenecientes a ellas y ligados funcionalmente a la existencia de acumulación capitalista, y tiende a orientar el proceso de criminalización sobre todo hacia las formas de desviación típica de las clases subalterna. Esto no sólo acontece con la elección de los tipos de comportamientos considerados para acuñar la figura legal delictiva y con la diversa intensidad de la amenaza penal, que a menudo está en relación inversa con la dañosidad social de los comportamientos, sino con la formulación técnica misma de las figuras delictivas. Cuando se dirigen a comportamientos típicos de los individuos pertenecientes a las clases subalternas, y que contradicen las relaciones de producción y de distribución capitalistas, forman ellas una red bastante apretada, mientras la misma red es a menudo demasiado rala cuando las figuras delictivas tienen por objeto la criminalidad económica y otras formas de criminalidad típica de los individuos pertenecientes a las clases que están en el poder”. (Alessandro Baratta, Criminología crítica y crítica del derecho penal). Esa es la base de la “racionalidad” que se proponen restaurar progresistas y derechistas.

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