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MOVIMIENTO OBRERO

SIDERAR

Una nueva víctima obrera

El jueves 4 una noticia comenzó a circular por toda planta de SIDERAR como un rayo helado: encontraron un chico que se quitó la vida, un trabajador, uno más de nosotros. Ezequiel, de tan solo 20 años, en febrero había encontrado un trabajo en la empresa contratista MARESA. Sería irresponsable hacerse eco de las versiones de cuál o cuáles fueron los motivos, de qué pasa por la cabeza de un joven que se abre la vida a adulto y que no pudo terminar de reconocer que la vida es hermosa, teniendo en cuenta que la mente humana es la maquinaria más compleja que pueda existir.

Hugo Sívori

11 de septiembre 2014

El jueves 4 una noticia comenzó a circular por toda planta de SIDERAR como un rayo helado: encontraron un chico que se quitó la vida, un trabajador, uno más de nosotros. Ezequiel, de tan solo 20 años, en febrero había encontrado un trabajo en la empresa contratista MARESA. Sería irresponsable hacerse eco de las versiones de cuál o cuáles fueron los motivos, de qué pasa por la cabeza de un joven que se abre la vida a adulto y que no pudo terminar de reconocer que la vida es hermosa, teniendo en cuenta que la mente humana es la maquinaria más compleja que pueda existir.
Debe haber múltiples factores para llegar a un límite de decidir quitarse la vida. Pero es indudable que debe pesar sobre un joven trabajador la vida de mierda de los contratados, donde comienza a pesar el temor a la pérdida de empleo y la inestabilidad laboral, los salarios de miseria y las presiones dentro del trabajo. Esto seguramente pesa en la balanza. Las expectativas, los planes, la idea de independizarse y comenzar una vida propia, son inherentes a las primeras aspiraciones que todo joven tiene, basado sobre proyectos, el primer trabajo, su pareja, la vida social con los amigos.
Para la juventud bajo este sistema de explotación, las aspiraciones parecen “mojones” que se van corriendo y se alejan, pero siempre aumenta el esfuerzo, hay que “remarla en dulce de leche” en interminables jornadas de trabajo, suponiendo que algún día se podrá zafar. Los salarios de miseria, el ser un paria contratado, el trabajo precario, la amenaza de la pérdida del empleo, la crisis con despidos y suspensiones; es una situación solo comparable a los ‘90 y la privatización.
Y afuera de la fábrica, la ciudad “productora” es opaca, con operativos contra la juventud para que no salgan del barrio, sin ofertas culturales; todos a dormir a las nueve de la noche para seguir produciendo al otro día muy temprano. Ezequiel “Punchi” debe ser una alarma, un llamado, un grito de la juventud trabajadora que encuentre las formas de poder liberarse de las cadenas de opresión que les impone producir cada vez más, para el disfrute de unos pocos.
Frente a mucho dolor, ante semejante pérdida, uno se siente en la piel de sus amigos, de sus padres y compañeros de trabajo y trata de dejar un pensamiento más que vigente: “La vida es hermosa. Que las futuras generaciones la libren de todo mal, opresión y violencia y la disfruten plenamente”, León Trotsky.

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