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Internacional

LOS INDIGNADOS ANTE UNA DISYUNTIVA DE HIERRO

Trescientos mil israelíes se movilizan

Mientras la bolsa de Tel Aviv se desmoronaba con una caída del 7%, el movimiento de indignados israelíes no cesaba de crecer. Más de 300.000 personas marchaban el sábado 7 por las calles de Tel Aviv, Jerusalén y otras ciudades, duplicando la cantidad de asistentes al último evento, consagrando una jornada de movilizaciones inéditas, sólo comparables a las que se celebraban a mediados de 1940 cuando regía el Mandato Británico sobre el régimen del protectorado de Palestina.

Miguel Raider

11 de agosto 2011

Mientras la bolsa de Tel Aviv se desmoronaba con una caída del 7%, el movimiento de indignados israelíes no cesaba de crecer. Más de 300.000 personas marchaban el sábado 7 por las calles de Tel Aviv, Jerusalén y otras ciudades, duplicando la cantidad de asistentes al último evento, consagrando una jornada de movilizaciones inéditas, sólo comparables a las que se celebraban a mediados de 1940 cuando regía el Mandato Británico sobre el régimen del protectorado de Palestina. “Toda una generación demanda un futuro”, rezaba uno de los lemas de la Asociación Nacional de Estudiantes Universitarios, emulando las mismas consignas popularizadas en Egipto y Túnez durante la primera oleada de la primavera árabe, seguidas del pedido de renuncia del primer ministro Benjamín Netanyahu y todo su gabinete de ministros.

El movimiento de protesta social contra la carestía de la vida y el derecho a la vivienda sumó nuevos sectores sociales que observan la crisis del Estado benefactor judío y sus deteriorados servicios públicos, producto de las políticas neoliberales de los gobiernos del laborismo, Kadima y Likud.
Cientos de jubilados se concentraron en Tel Aviv exigiendo la rebaja de los precios de los medicamentos, la eliminación del IVA en los productos de la canasta básica y el rechazo al recorte de las jubilaciones y pensiones.

Hegemonizado por jóvenes estudiantes, profesionales de las clases medias, médicos y artistas, el movimiento denuncia el brutal incremento de los precios de más del 300% durante los últimos tres años, mientras los precios de las viviendas y los alquileres se dispararon por las nubes. Asimismo, la incipiente intervención de los trabajadores, predominantemente efectivos y sindicalizados, dejó al desnudo la pérdida del poder adquisitivo de los salarios, convalidado por la Histadrut, la central obrera sionista que ahora amenaza con medidas de fuerza.
La decisión de convocar una comisión de 15 ministros para tratar las demandas de los indignados no es más que un engaño para descomprimir la situación y ganar tiempo.

Si bien en plena efervescencia el movimiento logró bajar las tarifas de electricidad y el precio del combustible, la satisfacción íntegra del pliego de demandas implica un salto en calidad respecto del sistema de alianzas.

¿Y las demandas del pueblo palestino?

Mientras el gobierno de Netanyahu esquilma a las clases medias y a los asalariados israelíes con impuestos draconianos negándoles el derecho a la vivienda, utiliza el 20% del presupuesto nacional para construir más colonias y asentamientos en Cisjordania en desmedro del pueblo palestino. De ese modo, el carácter objetivamente progresivo del movimiento encuentra un límite al abstraerse ante las legítimas demandas de autodeterminación nacional del pueblo palestino, empezando por la defensa de las libertades democráticas más elementales como el levantamiento del bloqueo que sufre la Franja de Gaza desde 2007. De los más de 10.000 presos palestinos en las cárceles israelíes, 853 son menores detenidos por tirar piedras. Como señalaba Carlos Marx, “ningún pueblo que oprime a otro puede ser libre”.

El sionismo, las burguesías árabes y el imperialismo norteamericano naturalizaron la separación entre judíos y árabes como un sentido común de Medio Oriente. Sin embargo no siempre fue así. Hasta 1947 los trabajadores árabes y judíos mantenían relaciones fraternales de camaradería en organizaciones sindicales comunes, mediante las cuales luchaban por sus propios intereses contra los patrones británicos. Estos lazos de solidaridad sólo pudieron romperse por el terror empleado por las milicias sionistas clandestinas que lanzaban atentados terroristas contra los trabajadores palestinos como adelanto de lo que pocos meses más tarde consumarían en la limpieza étnica y la edificación del Estado judío. Adjuntamente, en noviembre de 1947 la ONU decidió la Resolución de Partición de Palestina de forma arbitraria, inconsulta y contra la voluntad soberana de las mismas masas palestinas, concediendo encima el 56% de la tierra a los judíos que constituían menos de un tercio del total de la población. ¡Y pensar que Al Fatah y Hamas llaman a depositar confianza en la sesión de septiembre de la misma ONU de la cual ahora saldría un virtual Estado palestino independiente!

El movimiento de indignados abre la posibilidad de cuestionar el proyecto colonialista del Estado sionista que históricamente predominó por sobre los antagonismos de clase. Tras el giro a derecha que reflejó el ascenso de la fórmula Netanyahu-Lieberman, la emergencia de los indignados podría sentar un mojón que cuestione la unidad nacional
contrarrevolucionaria del proyecto colonial. Por eso, preventivamente, el ultraderechista Lieberman descargó munición gruesa contra el movimiento nacional palestino, negando cualquier tipo de negociación.

El movimiento de indignados israelíes se halla en una disyuntiva. O se subordina a los marcos que admite el sionismo o los supera tomando como suyos los reclamos del pueblo palestino para añadir un eslabón revolucionario en el proceso de la primavera árabe.

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