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Comunicados de prensa

"Revolución en las plazas, en las calles, en las casas y en las camas"

Prensa PTS

5 de octubre 2004

PRESENTACIÓN DEL LIBRO: “PAN Y ROSAS” –Pertenencia de género y antagonismo de clase en el capitalismo”
Ruth Zubriggen, Colectiva Feminista “La Revuelta”

Agradecimiento a las compañeras de la agrupación Pan y Rosas de Neuquen y Centenario.

Antes de referirme al libro que nos convoca, quisiera hacer referencia por la proximidad de la fecha a que el 28 de Septiembre fue el día de lucha por la Despenalización del Aborto en América Latina y el Caribe, esta fecha se estableció a partir del V Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe realizado en San Bernardo, Argentina, en el mes de Noviembre de 1990. Esta fecha se toma como recordatorio de la declaración de libertad de vientres para los hijos e hijas de las esclavas, sancionada en 1888 en Brasil.
Desde los fundamentalismos eclesiásticos, el aborto se presenta como una traición a la vida, pero más que nada la traición de la mujer –a quien se considera madre desde siempre-, la que teniendo el mandato divino y cultural de parir, niega la potencialidad del nacimiento de un sujeto. Esta lectura demagógica sobre el aborto, legitima las exigencias de vida de una cultura de la muerte, llena de transgresiones básicas a la vida: guerras, hambrunas, desnutrición, violaciones, abusos y la escandalosa estadística que denuncia que muere una mujer por día por abortos clandestinos; siempre una mujer pobre. Una cultura que se arroga el derecho de sancionarnos y despojarnos de la responsabilidad sobre nuestros cuerpos, “arrebatándonos toda la potencialidad de lo que constituye a un ser humano: la libertad”, como escribe la teórica feminista chilena Margarita Pisano. 
Las historias y testimonios sobre abortos son innumerables, indescriptibles, insospechables quizás. Lorena Lavecchia, columnista de la revista La Brújula-Actitud Queer del Uruguay escribe que, una mujer llamada Dalma recopiló en un libro cientos de testimonios de mujeres que ninguna editorial (oh casualidad!!) quiere editar.
Algunos de esos testimonios dicen, anuncian, reclaman:
Quedé embarazada pidiéndole al pibe que se pusiera un condón, consiguiéndolo. 
Quedé embarazada también cuando no lo conseguí.
Quedé embarazada tomando anticonceptivos, con el DIU, con eyaculación precoz, teniendo orgasmos, sin tenerlos, y sin saber que existían, también.
Quedé embarazada amando y sin amar.
Me embaracé de mi marido, de mi amante, de un amigo.
Me embaracé de mi padre, de mi hermano, del que me violó.
Me embaracé a los 15, a los 22, a los 30, a los 40, a los 33.
Me embaracé cuando ya tenía tres hijas, cuando tenía cinco, diez, y cuando no tenía ni quería tener.
Me embaracé sabiendo, no queriendo y sin saber.
Me embaracé pobre.
Me embaracé cuando estudiaba, cuando trabajaba, cuando estaba desempleada, cuando enviudé, cuando me forzaron, cuando me iba a separar, cuando quería viajar, cuando me enamoré.
Me decidí, lo decidieron, lo decidimos, nadie decidió nada, yo no decidí nada.
Él nunca se enteró, no le importó, me acompañó, me dejó, me obligó, me pegó, lo pagó, no tenía para pagar, lo pagamos “democráticamente” a medias.
No me cuidó. Me acompañó hasta la puerta, me fue a buscar, se quedó. Estuve sola, antes, después, durante.
Me reventaron, me anestesiaron, me dijeron que aguantara, me infectaron, me mataron, me murieron.
Como lo personal es político, desde La Revuelta no nos cansamos de exigir: “saquen sus rosarios de nuestros ovarios”.
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Ahora sí algunas reflexiones en torno al libro “PAN Y ROSAS” –Pertenencia de género y antagonismo de clase en el capitalismo”- que hoy nos convoca a estar en esta mesa.

I.-
En primer lugar, pretendemos iniciar un diálogo que parta de reconocer a quien lo escribe: Andrea D’Atri.
Andrea es una mujer y este dato para nosotras no es un dato indiferente.
Que su autora sea una mujer, no resulta una cuestión secundaria y al respecto podríamos hacer varias observaciones, por ejemplo, podríamos detenernos a debatir acerca de la existencia o no de una escritura femenina, varias de las compañeras que hoy estamos en este panel podríamos aportar seguramente a un debate de este tipo. 
Sin embargo, nosotras queremos referirnos a este dato que puede aparecer como un dato de la “biología”, a ese hecho desnudo y crudo como es el de haber nacido en un cuerpo de mujer, no desde un esencialismo mujeril ya que, en nuestra opinión, a las mujeres no nos une el “ser portadoras de vagina”, sino el intentar ser parte de esa banda de “mujeres terribles” a las que la propia Andrea incluye en su dedicatoria. 
Terribles ¿para quiénes? Terribles para el patriarcado, terribles para el capitalismo, terribles para el sexismo, terribles para la heteronormatividad, terribles para quienes siguen empecinados en dirigir los destinos de nuestra vidas, nuestros deseos, sueños y placeres.
Entonces, sentimos solidaridad de género con Andrea por compartir la lucha cotidiana y utópica de querer transformar esta sociedad, sentimos solidaridad de género con Andrea cuando leemos que escribe: “No soy historiadora ni escritora profesional. Me guía el anhelo de colaborar, con este pequeño grano de arena, a la lucha de las mujeres por su emancipación”.

II.-
En segundo lugar, y siendo trabajadoras culturales, queremos destacar el valor pedagógico que tiene el libro. Una mujer escribió en 1849 que “La historia de todos los tiempos, y en particular la de hoy, nos enseña que... las mujeres serán olvidadas si ellas se olvidan de pensar en sí mismas ”, en este sentido el significado pedagógico del libro es especial. Por un lado, porque repasa las luchas de género, haciendo referencia tanto a cuestiones teóricas como prácticas y ese repaso nombra y pone en escena aspectos de la historia negados por la misoginia de gran parte de la academia.
Suponemos que esto puede tener implicancias importantes para la vida muchas mujeres como colectivo social y político, en tanto nombrar, escribir, decir sobre nuestro protagonismo en esta sociedad puede colaborar a socavar las raíces de cierto academicismo androcéntrico que se empeña en negarnos e invisibilizarnos. 
Escribir sobre las luchas, debates, encuentros y desencuentros entre feministas de distintas épocas y corrientes políticas contribuye a la memoria colectiva, ya que como sostiene Lohana Berkins “la palabra escrita es el alimento de la memoria”. Es que tanto han contribuido y contribuyen, todavía hoy, la historia y otras disciplinas misóginas a la desarticulación de las mujeres como grupo, que en la actualidad la mayoría no reconoce que muchos de los derechos que hoy tenemos las mujeres son el resultado de la pelea encarnizada del movimiento de mujeres en general y del movimiento feminista en particular, voy a mencionar uno del que muchas –incluso- ya ni hacemos uso, como es: el derecho al voto femenino.
Esgrimimos que muchos de estos derechos, aún los que se cumplen a medias, como los derechos sexuales y reproductivos, aparecen fetichizados en la sociedad patriarcal y capitalista en la que vivimos. Y entonces, nos surge la pregunta que intuimos no tiene una respuesta unívoca ni lineal: ¿Quiénes usufructúan del beneficio de borrar de la historia la lucha de las mujeres feministas? Es posible que las distintas respuestas a este interrogante estén cruzadas por las distintas localizaciones políticas en las que nos encontremos, porque no miramos las cosas como son, sino como somos.

III.-

En tercer lugar, y con todo lo dicho hasta aquí, no queremos dejar de subrayar que quedan debates abiertos, entre ese “infeliz matrimonio entre marxismo y feminismo”, al decir de Heidi Hartmann. Debates que el libro de Andrea vuelve a recrear, especialmente en los Cap. VII y VIII, y a los que no nos interesa sacarle el cuerpo, ni el pensamiento, ni la reflexión.
Porque nos hacemos eco de un documento suscripto por varias feministas, allá por la década del ’80, discutido en un Encuentro realizado en Taxco, Méjico, y que aparece citado en el libro que hoy nos reúne: “No neguemos los conflictos, las contradicciones, las diferencias. Seamos capaces de establecer una ética de las reglas del juego del feminismo”. 
Es conocida, en determinados ámbitos militantes, la polémica marxismo versus feminismo..., de hecho el libro de Andrea ilustra sobre dicha polémica también. Si la contradicción principal es la pertenencia de clase o la de género. Que la revolución social es más necesaria que la liberación de las mujeres y cuestiones por el estilo.
Leemos en el libro cuando Andrea hace un recorrido del llamado feminismo de la segunda ola, que a mediados de la década del ’70, “la polarización social que vivían nuestros países también se traducía en las visiones que se tenían del feminismo: la derecha consideraba a las feministas como subversivas y contestatarias; la izquierda, por el contrario las tildaba de pequeñoburguesas” (Pág.107). 
Más de una de las que estamos aquí presentes, sabemos que esta especie de “acusación”, por ponerle un nombre, atraviesa las prácticas militantes en nuestra región, incluso nos atrevemos a decir que excede ampliamente sus fronteras. 
Se suele argumentar incluso que el feminismo (aunque bien conviene hablar ya de los feminismos) divide a la clase trabajadora y por ende la debilita. Que las feministas confundimos al enemigo principal.
En nuestra percepción, la lucha contra el capital y el patriarcado no puede tener éxito si el estudio y la práctica de los fines de los feminismos son dejados de lado. La lucha dirigida sólo y/o principalmente contra las relaciones de explotación capitalista, está condenada al fracaso si no se toman en cuenta las relaciones patriarcales de opresión que le sirven de soporte fundamental. Y en este sentido, así como deseamos una sociedad sin jerarquías de ningún tipo, también abogamos por la abolición de las jerarquías en el terreno de las luchas. 
Andrea hace suya la afirmación pronunciada por una socialista norteamericana en 1914: “El socialista que no es feminista carece de amplitud. Quien es feminista y no es socialista carece de estrategia”. Sin embargo, queremos afirmar que mientras muchos hombres y mujeres compartimos la necesidad de destruir al capitalismo, tanto hombres como mujeres mantenemos en esta lucha intereses particulares de nuestro género, más diversos inclusive pueden ser esos intereses si pensamos en personas con distintas identidades sexuales, lesbianas, gays, travestis, transgéneros, intersexos. 
Entendemos que las revoluciones se hacen de muchas maneras, y que la revolución cultural es muy importante y necesaria para un cambio profundo de la sociedad; una de las cuestiones que puede contribuir a esa revolución es analizar el papel de la clase trabajadora en el sostenimiento del patriarcado; en qué punto interactúan con otros hombres de diferentes clases, etnias, puestos jerárquicos, edades para compartir su relación de dominación sobre las mujeres. 
Nos interesa aportar en la tarea de construir la autonomía y la rebelión de las mujeres en esta sociedad, seguras de que cuanta mayor sea la autonomía de las mujeres más se contribuirá a la lucha por la revolución social que modifique las relaciones de explotación del capitalismo. Por eso, junto a otras no nos cansamos de decir: “revolución en las plazas, revolución en las calles, revolución en las casas y revolución en las camas”.

Nada más.

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