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Nacionales

Control obrero y renacionalización sin pago

¡Qué la crisis la paguen ellos!

28 de mayo 2004

 “Hay que pasar el invierno” 1 

 La frase de uno de los representantes de la derecha liberal, renace con cinismo bajo el actual “progresismo”. En este invierno el gobierno suma “castigos”, restricciones a la producción y aumentos sobre las tarifas de gas y luz, el GNC, el gas oil y las garrafas. Una vez más, el clima se endurece para el pueblo trabajador cuando los productos de la canasta familiar, según se dice subirán un 15%2. Al ataque, la patronal le suma pérdidas de puestos de trabajo. En la provincia de Buenos Aires “más de 12.000 empresas tuvieron cortes de gas desde marzo hasta hoy. Mientras las interrupciones alcanzan en todo el país su nivel más alto desde que empezó la crisis, hay unas 80 empresas que las sufren todos los días (…) Hay en la provincia de Buenos Aires 20.000 firmas industriales, entre grandes y pequeñas, lo que supone un 45% del parque fabril del país. Si, como dice el presidente del Banco Central, Alfonso Prat-Gay, esta crisis costará un punto del PBI, habrá unos 60.000 puestos de trabajo que se perderán.”3

Lo “nuevo” es más de lo viejo

Las respuestas de “fondo” impuestas por el gobierno reflejan los grados de continuidad menemista. Esta política -que vale recordar- fue firmada con el FMI en marzo pasado, es la que dicta el tarifazo. El ajuste anunciado en las retenciones es insignificante ante el volumen de ganancias y de fuga de capital de las petroleras. Lo “nuevo”, la retención sobre la exportaciones de gas, significan unos 40 millones anuales, sobre ganancias que rozan los 5000 millones. Leer el proyecto de la nueva empresa estatal, que nace para “controlar el valor de la producción de combustible”, y observar por otro lado las limitaciones “insalvables” para garantizar “el valor de las garrafas”, muestra la incoherencia o burla de los políticos patronales.
Los aumentos sobre este insumo popular, que se extiende a millones de personas, se vienen aplicando desde el comienzo de la devaluación con la venia oficial. “La garrafa de 10 kilos aumentó en promedio de 9 a 24 pesos luego de la caída de la convertibilidad”4 cuando más del 35% de la población no tiene acceso a las redes de gas natural. La alternativa del gobierno, de que la nueva empresa estatal ENARSA regule el precio del combustible cuando el estado carece de la mínima capacidad para garantizar el volumen de la demanda popular (tanto se trate de distribución, como transporte y producción), es por lo menos ridícula. Además ENARSA goza de tantas limitaciones operativas y técnicas (ni hablar de las políticas y económicas), como la magnitud en millas del mar que pretende explorar. Así, los miedosos intentos de “regulación” kirchnerista resultan impotentes contra el sabotaje del gran capital.

Los secretos contables

Suena extraño y antagónico (en esencia lo es) tan sólo pensar en servicios públicos bajo la propiedad privada. El volumen de reservas, como la capacidad de producción y transporte son datos que sólo las empresarios conocen. Como expresaba Trotsky, “el estado de cuentas entre el capitalista individual y la sociedad queda como secreto del capitalista: no incumbe a la sociedad”.5 El secreto contable, no es más que la conspiración capitalista contra los intereses de la comunidad. Algunos economistas –de palabra- suelen reconocer la necesidad de “control”, de una “guía” estatal, de cierta “planificación”. Pero la aplicación de este “control” ¿acaso es posible en manos de un Estado que es el instrumento del gran capital, como lo ha demostrado, demuestra y demostró? Se estima que “en el período 1998 al 2003, la producción se expandió el 36% pero las exportaciones aumentaron 12 veces”; y “el oligopolio energético argentino sigue gozando del negocio exportador, libre de impuestos y sólo liquidando en el país el 30% de sus ingresos”.6 Y estas son breves estimaciones.

Bajo control de los trabajadores

El control de los trabajadores junto a comisiones de usuarios populares sobre los libros que esconden la producción y capacidad de abastecimiento, sobre sus mentiras y engaños, resguardarán los intereses del pueblo y podrán hacer pública la verdad ante la sociedad. La crisis, la deben pagar ellos. Las organizaciones piqueteras más combativas han encarado una lucha contra las multinacionales y el gobierno por la reducción del precio de las garrafas. Sería muy importante impulsar para la acción el control obrero de las empresas energéticas en unidad entre ocupados y desocupados.
En las jornadas de diciembre del 2001, un sector de trabajadores, apoyados por las asambleas populares y los movimientos piqueteros, obligados por la crisis capitalista, tomó y puso a funcionar fábricas y empresas. Salvando las magnitudes, demostraron mediante la práctica y la acción que la necesidad del patrón se torna innecesaria. Es de destacar, el pequeño gran ejemplo de los obreros ceramistas de Zanón, que muestra la capacidad de los trabajadores para el control y la gestión obrera y la creación de trabajo genuino en unidad con los trabajadores desocupados.
En el caso de las petroleras, el control obrero podría establecer ya mismo prioridades, primero en beneficio de los desocupados y la población, luego en función de la producción y, por último, sobre las exportaciones. Es decir, podría ofrecer a la mayoría una solución clasista a la crisis desatada por los capitalistas sobre recursos estratégicos; avanzando, de este modo, en una escuela obrera de economía planificada, capaz de “reorganizar -como decía Trotsky- todo el sistema de producción y distribución sobre una base más digna y operativa.”7

Renacionalización sin pago de los servicios públicos

La recuperación de la propiedad pública de las empresas privatizadas, y por lo tanto, de servicios esenciales para el desarrollo económico, social y político del pueblo trabajador, no saldrá de la administración de la burocracia de este estado capitalista. La propaganda utilizada en los ’90, que sirvió de base para la privatización, se basó en la “ineficiencia” de las empresas estatales. Estas, bajo control del estado burgués, estaban dirigidas por una casta estatal, aspecto que no varió bajo gobiernos “democráticos” ni bajo las botas de las diversas dictaduras. Uno y otro fueron funcionales al imperialismo. Mientras fundían las empresas mediante el endeudamiento (el caso de YPF es paradigmático), la “patria contratista” realizaba sus grandes negociados contra los intereses públicos. De paso, estatizaban las deudas privadas, mientras enviaban a la quiebra a las empresas públicas. El neoliberalismo utilizó esta corrupción estatal, de la cual la burocracia sindical fue parte y apoyó gustosa, para terminar de entregar resortes claves de la economía. Hoy esta “ineficacia” se traduce como chantaje y desabastecimiento, junto con un estado que continúa garantizando sus ganancias. Hay que reestatizarlas, pero bajo control obrero junto con los usuarios populares, a través de comités de empresas. Esta es una consigna clave para desarrollar la lucha de la clase obrera por su propio destino; un punto de apoyo para luchar por un gobierno de los trabajadores y el pueblo.

1 Frase expresada por el Ing. Alvaro Alsogaray, padre de María Julia, cuando era ministro de economía de Frondizi.
2 Clarín, 25/05/04.
3 La Nación, 20/05/04.
4 Cash, Página 12, 09/05/04.
5 León Trosky, “El programa de transición para la revolución socialista”.
6 FLACSO.
7 Idem 5.

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