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A 8 AÑOS DE LA REBELION POPULAR

Qué fue el 19 y 20 de diciembre

El 19 y 20 de diciembre se cumplen 8 años de la rebelión popular que terminó con el gobierno de Fernando De la Rúa. Los políticos burgueses, tanto del oficialismo como de la oposición, necesitan desterrar la idea de la rebelión popular y explicar aquellos acontecimientos como resultado de un golpe de palacio, donde la intervención popular, sobre todo de los más pobres y los desocupados, fue funcional a los planes de recambio de Duhalde y el peronismo.

Facundo Aguirre

17 de diciembre 2009

El 19 y 20 de diciembre se cumplen 8 años de la rebelión popular que terminó con el gobierno de Fernando De la Rúa. Los políticos burgueses, tanto del oficialismo como de la oposición, necesitan desterrar la idea de la rebelión popular y explicar aquellos acontecimientos como resultado de un golpe de palacio, donde la intervención popular, sobre todo de los más pobres y los desocupados, fue funcional a los planes de recambio de Duhalde y el peronismo.

Es indudable que fue un acontecimiento histórico: se trató del primer levantamiento popular que puso fin a un gobierno elegido por el sufragio universal; fue un golpe a los programas neoliberales en nuestro país y significó la apertura de un nuevo ciclo político y social, que explica muchas de las contradicciones presentes de la política argentina. El kirchnerismo es inentendible sin tener en cuenta diciembre de 2001, porque su política fue el “desvío” para salvar a un régimen político acorralado y en crisis.

Una enorme crisis nacional

La explicación conspirativa funda su argumento en la expropiación por parte de las camarillas políticas del peronismo del enorme movimiento popular que tiró a De la Rúa. Recordemos que el gobierno de la Alianza llegó al poder en 1999, como promesa de cambio y manos limpias, ante el agotamiento del menemismo y con el país sumergido en una profunda crisis económica y social, completamente dependiente de las políticas y el crédito del FMI. Inmediatamente mostró su verdadero rostro. A días de asumir inauguró su mandato reprimiendo a los docentes y estatales correntinos cobrándose la vida de dos manifestantes. Le siguieron: las rebajas salariales a estatales y jubilados, la ley de reforma laboral y las coimas de la BANELCO, la represión continua de las luchas obreras y populares, sobre todo a los levantamientos piqueteros del interior del país, todo para mantener la convertibilidad bajo el mando del inefable ministro entreguista Domingo Cavallo. La clase obrera protagonizó en este periodo una serie de paros generales y movilizaciones importantes contra el gobierno. Los movimientos piqueteros comenzaron a cobrar notoriedad y protagonismo.

Las clases medias abandonaban al gobierno que en las elecciones legislativas de octubre del 2001 no pudo presentar candidatos propios. Los industriales conspiraban junto a Moyano y el peronismo por imponer una salida devaluadora que licuara sus deudas y planchara los salarios. El FMI y el capital financiero, para quien tan bien había servido el gobierno de la Alianza, se negaron a implementar un nuevo salvataje financiero ante lo que consideraban un gobierno quebrado, los capitales de la burguesía argentina se fugaron al exterior descontroladamente, Cavallo tuvo que echar mano a los fondos sociales y, peor aún al dinero de los ahorristas depositados en los bancos, para evitar la hecatombe financiera provocando el final catastrófico.

Que se vayan todos

Esta fue la consigna coreada por la multitud autoconvocada el 19 de diciembre luego del anuncio de De la Rúa decretando el estado de sitio. Desde hacia varios días los saqueos a los supermercados en el interior del país y el conurbano bonaerense, una auténtica rebelión plebeya, marcaban el pulso de la situación. El 19 marcó la irrupción de las clases medias con el cacerolazo. La represión no se hizo esperar y los enfrentamientos en Plaza de Mayo y Congreso, anticipaban lo que vendría el 20. Desde la mañana grupos de manifestantes intentaban ocupar la Plaza de Mayo y eran salvajemente reprimidos por la Federal. La rebelión se hizo imparable y la juventud plebeya y trabajadora y los partidos de izquierda protagonizaron la batalla de Plaza de Mayo que terminó con el gobierno de De la Rúa, quien huyó en helicóptero. En el camino quedaron 39 muertos, 5 de ellos en los combates de la Plaza.

Jornadas revolucionarias

Las del 19 y 20 de diciembre fueron jornadas revolucionarias que pusieron de manifiesto la insubordinación de las masas y la irrupción de un enorme bloque social que iba desde las clases medias altas expropiadas de sus dineros y los sectores más pobres hundidos en la desesperación. Se rechazó al conjunto de la representación política burguesa, peronista y radical, que a partir de entonces y por mucho tiempo, tuvo que soportar los escraches y refugiarse en el Congreso al amparo de las fuerzas represivas.

Sin embargo, el movimiento no logró imponer una salida propia. La clase obrera estaba ausente para torcer el fiel de la balanza a favor de las masas. La conspiración de las camarillas capitalistas se impuso expropiando lo logrado por la rebelión popular, primero con Rodríguez Saá y luego con Duhalde (en el medio se sucedieron otros tres presidentes). La burocracia sindical de la CGT que militaba activamente en el frente devaluacionista de la UIA se cuidó de llamar a la huelga general para impedir la intervención de la clase obrera ocupada durante el 19 y 20 de diciembre y posteriormente mantuvo a los trabajadores atenazados en las fábricas y empresas. Lo mismo hizo la CTA y la cúpula piquetera encabezada por D’Elia y Alderete.

A partir de entonces se multiplicarán las asambleas populares, se desarrollarán los movimientos piqueteros y tomaran cuerpo las experiencias más avanzadas de control y gestión obrera contra la crisis capitalista cuyos símbolos fueron Zanon y Brukman. El duhaldismo mediante una combinación de planes sociales, devaluación, pesificación de las deudas capitalistas y represión del movimiento social (sobre todo en la masacre de Puente Pueyrredón donde fueron cobardemente asesinados Darío Santillán y Maximiliano Kosteki) salvó al régimen de partidos de la burguesía, aunque sin poder disfrutar de las mieles del poder que tuvo que abandonar convocando a elecciones anticipadamente luego del Puente Pueyrredón.

La clase obrera hoy está más fuerte socialmente y protagoniza un proceso de recuperación de internas y cuerpos de delegados y de cuestionamiento de la burocracia sindical. Para enfrentar nuevas crisis nacionales como las que desencadenaron las jornadas de diciembre del 2001 la clase obrera tiene que recomponer su unidad, centralmente con los desocupados, y conquistar su independencia política para encabezar la alianza con el pueblo pobre e imponer que la crisis la paguen los capitalistas. A esta perspectiva nos jugamos los socialistas revolucionarios del PTS.

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