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Por una herramienta política de los trabajadores

15 de marzo 2007

Prácticamente en cada provincia y en cada intendencia se suceden disputas similares a las de La Rioja, entre camarillas que se reclaman aliadas a Kirchner. Ocurrió en las elecciones catamarqueñas, donde tanto el ganador Eduardo Brizuela, un radical K, como su opositor Luis Barrionuevo apoyaban al actual presidente. Pronto veremos lo mismo en Entre Ríos con varios candidatos que proclaman lealtad a Kirchner. O en la Ciudad de Buenos Aires, donde las huestes gubernamentales se dividen en el apoyo al candidato "oficial" Daniel Filmus –ahora aliado al "banquero comunista" Carlos Heller y a Aníbal "Cromañón" Ibarra- y el candidato "oficioso" Jorge Telerman. Algo similar pasa en Mendoza, en Río Negro, y así podríamos enumerar la casi totalidad de los distritos electorales del país, incluyendo la Provincia de Buenos Aires donde, aunque parece que habrá encolumnamiento unánime tras la candidatura a gobernador del también ex menemista y ex duhaldista Scioli, hay disputas de todo tipo por las demás candidaturas.
Es todo un sello de la actual gestión gubernamental que el único requisito para ser tenido en cuenta por la gracia presidencial (léase lograr entrar en el reparto de los beneficios de la abultada caja del gobierno central) es tener –o aspirar a tener- algún tipo de poder territorial o estructural y mostrar obsecuencia con los deseos presidenciales.
Esta "hegemonía de la caja" conseguida por el gobierno explica en gran parte la indiferencia popular ante el proceso electoral, donde no existe discusión sustantiva alguna entre los postulantes principales. No sólo entre los "kirchneristas". Incluso los propios candidatos de la derecha o de la centroizquierda que se definen como opositores tampoco plantean diferencias cualitativas con la política del gobierno. De ahí lo despolitizante de las campañas en curso, como expresa con creces la reducción de todo debate a una disputa alrededor de la "eficacia de la gestión" que se viene dando en la Ciudad de Buenos Aires entre Telerman, Macri y Filmus.

Cubriendo el flanco izquierdo
A pocas semanas que funcionarios estadounidenses dijeran en Buenos Aires que Kirchner "no es lo mismo que Chávez" y de brindar, con el aval presidencial al dictamen del fiscal Nisman en la causa AMIA, una ayuda inestimable a los aprietes de Bush contra Irán, Kichner buscó cubrir su flanco izquierdo apoyando la organización del acto de Chávez en Ferro. Buscaba así que el repudio a la visita del presidente yanky a la región no se dirigiese contra la política oficial. Una política que también tuvieron sectores del Frente Amplio y la dirección del PIT-CNT en Uruguay, que llamaron a movilizar sin cuestionar al gobierno de Tabaré, o el propio PT en Brasil, que buscó por todos los medios que las marchas anti-Bush no cuestionen a Lula. Además, en Argentina estamos en pleno año electoral y mostrarse cercano a Bush no da rédito. Hasta un conspicuo derechista como el gobernador neuquino Jorge Sobisch dijo por TV que no concordaba con la política del presidente estadounidense. Así, el viaje de Chávez a nuestro país fue un acuerdo de conveniencia, que sirvió no sólo para concretar nuevos negocios para los empresarios locales (como el "socialista" Gustavo Grobocopatel, cuyo grupo "Los Grobo", uno de los líderes locales del "agro negocios", está entre el 3% de quienes acaparan el 70% de las exportaciones locales de soja), sino también para que Kirchner se cubra con nuevas credenciales "progresistas" mientras el presidente venezolano aparece liderando la oposición a Bush en la región.

Por una herramienta política de los trabajadores
Recurriendo a un discurso "antinoventista" para ganar la simpatía de las masas, Kirchner aprovechó un ciclo de crecimiento económico excepcional para reciclar a gran parte de los políticos patronales repudiados por el "que se vayan todos" en diciembre de 2001. Además favoreció que los grandes grupos capitalistas extranjeros y nativos que dominan la economía nacional reciban ganancias astronómicas, mientras los trabajadores sólo obtienen migajas. La gran mayoría de la clase trabajadora, aunque al calor del crecimiento capitalista recompuso en parte su fuerza social (ya que, como señalaba Marx, el capital no puede evitar producir a sus "sepultureros", es decir, incrementa el número de trabajadores asalariados), desmintiendo toda la baratija ideológica sobre "el fin del trabajo", no cuenta con una expresión política independiente. Aún sin entusiasmo, siguen predominando en la clase obrera las expectativas en el gobierno o en otros representantes de los intereses patronales. Es preciso dejar de confiar en los partidos y políticos que benefician a nuestros enemigos.
Hay que construir una herramienta política de los trabajadores, que permita hacer pesar en la vida política nacional la fuerza de los millones que con nuestro trabajo producimos la riqueza social. La fuerza de quienes no sólo constituimos junto a nuestras familias la mayoría de la población, sino que aún en los años de mayor apogeo de las políticas neoliberales protagonizamos junto a otros sectores populares innumerables gestas de resistencia, como el Santiagazo, los levantamientos de los trabajadores desocupados, los paros generales o el mismo proceso que llevó a las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001. Somos una clase que mostró en medio de la crisis capitalista que era posible enfrentar los cierres de empresas, desarrollando la experiencia de las fábricas ocupadas y puestas a producir por sus trabajadores, con Zanon como emblema. Somos una clase que cuenta con una enorme experiencia de lucha y organización que, pese a que los capitalistas recuperaron la gobernabilidad, se hace presente cada vez que protagonizamos acciones de envergadura. En el período más reciente, hemos realizado importantes huelgas reivindicativas y recuperado cuerpos de delegados y comisiones internas de las manos de los dirigentes vendidos. Conquistas que si bien son minoritarias muestran una perspectiva al conjunto de los trabajadores. Pero también somos una clase que no puede hacer pesar su fuerza si no levanta un programa revolucionario que le permita superar la fragmentación y la división provocada por los capitalistas, sus políticos y sus agentes de la burocracia sindical y construye una herramienta política para terminar con la dominación del imperialismo y los patrones e instaurar un gobierno de los trabajadores.
En dirección a este objetivo, el PTS llama al activismo combativo, al Partido Obrero y a otras fuerzas de izquierda a poner en pie un Frente Clasista y Socialista para enfrentar en las luchas y también en las elecciones a los partidos y políticos de los capitalistas.

Prensa

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