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MUJER

LAS BATALLAS DE PAN Y ROSAS EN EL ENCUENTRO DE SALTA

¿Por qué luchamos por la emancipación de las mujeres?

Los días 11, 12 y 13 de octubre, las compañeras del PTS y la agrupación Pan y Rosas participamos del XXIX° Encuentro Nacional de Mujeres, que se realizó en Salta. Con la delegación más importante de la izquierda, de centenares de trabajadoras y estudiantes de todo el país, acompañamos a las indomables mujeres de Lear y MadyGraf (ex Donnelley), hoy bajo gestión obrera, para que sus luchas llegaran a las 15 mil mujeres que participaron del encuentro.

Andrea D'Atri

23 de octubre 2014

¿Por qué luchamos por la emancipación de las mujeres?

Los días 11, 12 y 13 de octubre, las compañeras del PTS y la agrupación Pan y Rosas participamos del XXIX° Encuentro Nacional de Mujeres, que se realizó en Salta. Con la delegación más importante de la izquierda, de centenares de trabajadoras y estudiantes de todo el país, acompañamos a las indomables mujeres de Lear y MadyGraf (ex Donnelley), hoy bajo gestión obrera, para que sus luchas llegaran a las 15 mil mujeres que participaron del encuentro.
Pero también dimos una importante pelea política contra el gobierno y la intrusión de la Iglesia en el encuentro, expresando –junto con otras agrupaciones y mujeres independientes que constituimos la mayoría indiscutible del mismo- el repudio al Código Civil impuesto por el Vaticano. Con esta reforma al Código, el gobierno impuso un nuevo obstáculo en la lucha por el derecho al aborto en Argentina. Cristina Kirchner demostró, con la orden a su bloque de votar rápidamente esta reforma, que sus convicciones religiosas son más importantes que la muerte de 300 mujeres pobres, cada año, por las consecuencias de los abortos clandestinos.
Ante el horror de los brutales femicidios, que se cobran la vida de una mujer cada 30 horas, asesinadas por la violencia machista, las mujeres del PTS y Pan y Rosas gritamos bien fuerte: “Si tocan a una ¡nos organizamos miles!”, y denunciamos también que el mayor femicidio lo comete el Estado, mandando a la muerte a miles de mujeres en los últimos diez años, por el aborto clandestino. Pero también, por la impunidad y la participación de las fuerzas represivas del Estado en las redes de trata que desaparecen, violan, explotan sexualmente y asesinan a centenares de jóvenes en todo el país.
Con nosotras, no sólo estuvieron las mujeres de Lear y MadyGraf, sino también delegadas y trabajadoras docentes, estatales, aeronáuticas, telefónicas, del subte, de la industria alimenticia, inmigrantes textiles, trabajadoras domésticas, de la salud, empleadas de comercio, estudiantes secundarias y universitarias. Y también mujeres que luchan contra la impunidad del gatillo fácil que les arrebató la vida de sus hijos, la senadora Noelia Barbeito y la diputada Cecilia Soria, del PTS en el Frente de Izquierda de Mendoza, y una delegación de nuestras hermanas de Pan y Rosas de Bolivia.
Nosotras, que venimos peleando por la defensa de los puestos de trabajo, que somos una fuerza política consecuente en la lucha por el derecho al aborto y por la separación de la Iglesia del Estado, que nos movilizamos contra la violencia hacia las mujeres; que damos estas batallas en las empresas, contra las patronales y la burocracia sindical; en las calles, contra el gobierno y sus fuerzas represivas; en el Congreso y las Legislaturas provinciales, con nuestros diputados y diputadas; estamos convencidas que, difícilmente podremos quebrar la férrea unidad derechista del gobierno con el Vaticano y su represión contra quienes se organizan en defensa de su trabajo, si no redoblamos esfuerzos por poner en pie un movimiento de lucha, de miles de mujeres, por todos nuestros derechos.
Por eso, las mujeres del PTS y Pan y Rosas impulsamos la organización de comisiones de mujeres en todos los lugares de trabajo, en los sindicatos y en las agrupaciones sindicales, como también las secretarías de la mujer de los centros de estudiantes en escuelas secundarias, institutos terciarios y universidades de todo el país. Ponemos nuestras fuerzas para aportar en ese objetivo de construir un movimiento de mujeres de lucha. Lo hacemos, convencidas de que a esta podrida democracia para ricos tenemos que arrebatarle todos los derechos que nos permitan paliar –aunque sea mínimamente- nuestros sufrimientos y sus agravios.
Pero, al mismo tiempo, somos concientes de que mientras no rompamos definitivamente las cadenas de la explotación que esclavizan a millones de seres humanos y sobre las que se sostiene este régimen social de miseria, desigualdad y oprobios, las mujeres no alcanzaremos nuestra emancipación definitiva. Por eso abrazamos las ideas del marxismo revolucionario, dedicamos nuestra vida a conspirar contra los explotadores y luchamos por derrotar revolucionariamente al capitalismo patriarcal, para destruirlo y sobre sus cenizas, construir una sociedad socialista. ¡Queremos merecer ser las herederas de las grandes mujeres socialistas revolucionarias que ha dado la clase obrera internacional en su historia! ¡Nuestras banderas son las de Rosa Luxemburgo, la roja, la más grande dirigente socialista del proletariado!
Por eso, desde nuestra perspectiva, la lucha por la emancipación de las mujeres no es un combate en el que participamos sólo las mujeres. ¡Es parte de la lucha de la clase trabajadora –hoy integrada por millones de mujeres, que son casi la mitad de esa clase, como nunca antes en la historia- contra el dominio de los capitalistas y su Estado! La clase trabajadora es la única clase social que, haciéndose eco de todos los abusos y violencias que impone el capitalismo, puede encabezar una alianza con los sectores más vilipendiados y agraviados, para derrotar este régimen de iniquidad.
Y eso no es una tarea para el futuro lejano. Las trabajadoras y trabajadores concientes deben ser los primeros en combatir los prejuicios machistas que hoy dividen nuestras propias filas. Porque cada vez que una mujer es abusada, golpeada, humillada, considerada un objeto, discriminada, sometida, la clase dominante se ha perpetuado un poco más en el poder y la clase obrera, en cambio, se ha debilitado. En primer lugar, porque esa mujer perderá la confianza en sí misma, y por lo tanto en sus propias fuerzas. Pero también se debilita la clase obrera en su conjunto, porque ese hombre que golpeó a su compañera, que la humilló, que la consideró su propiedad, está más lejos de transformarse en un obrero conciente, está más lejos de comprender que, en la lucha por romper sus cadenas, debe proponerse liberar a toda la humanidad y considerar a todos los oprimidos como sus aliados.
Las compañeras y compañeros del PTS invitamos a las trabajadoras y trabajadores a hacer suya esta perspectiva, cargando sobre sus hombros una partícula del destino de la humanidad. Es la única perspectiva que hace que esta vida miserable a la que somos condenadas y condenados por el sanguinario capital, valga la pena ser vivida. Y queremos advertirle a esta sociedad opresora, con las palabras de una legendaria combatiente de la Comuna de París de 1871, Louise Michel, “Cuidado con las mujeres cuando se sienten asqueadas de todo lo que las rodea y se sublevan contra el viejo mundo... ¡Ese día nacerá el nuevo mundo!”.

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