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Editorial

Elecciones en la Ciudad de Buenos Aires

¿Por qué ganó Macri?

De ninguna manera, como dice Kirchner y la campaña oficial, entre Macri y Filmus están en discusión “dos modelos”.

Manolo Romano

7 de junio 2007

De ninguna manera, como dice Kirchner y la campaña oficial, entre Macri y Filmus están en discusión “dos modelos”. Aunque hay discusión en la clase dominante sobre el precio del dólar, al menos por ahora, el actual esquema de “dólar alto”, bajos salarios y subsidios estatales a las privatizadas, permite hacer grandes negocios a todas las fracciones del capital y por supuesto también al grupo Socma de los Macri. El multimillonario negocio inmobiliario en la Capital seguirá su curso, tanto con el grupo Macri que posee torres en Puerto Madero como también, tal y como lo denunció hasta el semi-oficialista Claudio Lozano, con un eventual gobierno de Filmus de la mano del ministro De Vido.

Orden y progreso

En realidad, el casi millón de votos que obtuvo el Pro expresan, en primer lugar, un mensaje conservador, de conformidad de vastos sectores -predominantemente de las clases altas y medias porteñas- con el crecimiento económico del modelo del “dólar alto”. Por esta misma razón, todos indican que una amplia franja de los votantes de Macri votarán por la fórmula oficial de los Kirchner en las presidenciales de octubre. Al mismo tiempo, refleja a los que reclaman “orden”, mezclando bajo este rótulo tanto el rechazo al colapso de los servicios públicos de transporte o la falta de gas (a causa de la gestión de las privatizadas); como también contra las múltiples expresiones de protesta, huelgas y cortes de calles, que irrumpieron en la capital las últimas semanas. En definitiva, un sentido común de los sectores altos y medios que quieren “gestión para que las cosas funcionen”, para comprar y vender en paz disfrutando del actual crecimiento económico sin importarles los que padecen bajos salarios y condiciones precarias de empleo e incluso contra ellos.

Este “mandato de la gente” del voto a Macri ya está siendo aprovechado por las patronales y por el propio gobierno nacional contra los trabajadores que luchan. Como dijo el comisario que apaleó a las trabajadoras y trabajadores del Casino fren-te al Ministerio de Trabajo: “No reprimimos, sino que reestablecimos el orden”. La directiva de despejar la calle la recibió desde adentro de las oficinas de Tomada, aunque es de suponer que el ministro apoye a Filmus, como también lo hace Aníbal Fernández que la semana pasada envió la Gendarmería contra los trabajadores del Correo en Monte Grande. Mientras tanto las patronales del Casino Flotante, así como el “empresario nacional” Madanes en su planta de Fate o los dueños de Mafissa en La Plata, aplican “medidas de fuerza ilegales” como los cierres y lock out, en pleno crecimiento récord para chantajear a los obreros que luchan por salarios.

¿Qué “redistribución de la riqueza” y “nueva política”?

Claro que también, a la vista del mayoritario caudal de votos, Macri recibió el apoyo de amplios sectores populares empobrecidos y de trabajadores, hastiados de diez años de “gestión progresista” en la ciudad donde la desigualdad social entre los más ricos y los más pobres es de las más altas del país. A falta de un polo de alternativa política significativo que represente los intereses de la clase trabajadora y el pueblo pobre, no es de extrañar. Es actualmente un fenómeno internacional que las derechas capitalicen el fiasco que para las masas significan las distintas variantes de la llamada “centroizquierda”, como se ve en Europa, tanto en Italia como en Francia. El editorialista de Le Monde Diplomatique, impulsor de estas variantes, lo reconoce a su modo: “La presión social y los desequilibrios que produce el sector marginal necesitarían de un mayor presupuesto del Estado para ser atendidos, pero los patrones capitalistas, presionados por la tendencia decreciente de la tasa de ganancia en el sector productivo y aventado el peligro comunista, chantajean con llevarse las inversiones a otra parte, con preferencia a la especulación, si se le aumentan las cargas fiscales... En estas condiciones, el reformismo, cualquiera sea su envoltura –liberal, socialdemócrata, socialcristiano, populista- no tiene nada que ofrecer.” (LMD, Junio 2007).

En la capital argentina hay una experiencia de masas con el “progresismo” que con Ibarra y Telerman viene gobernando desde antes de las jornadas del 2001. Justamente en la ciudad del “que se vayan todos” y de Cromañon, el “progresista” Filmus (y Kirchner) ayudaron a la vuelta a la política del destituido Ibarra, mientras Elisa Carrió apostó a su continuador, Telerman, saliendo duramente derrotada. Así las cosas, en la ciudad donde más en crisis quedó el viejo sistema de partidos, y se desenmascaró el progresismo de las coimas y los negociados, el rechazo a la “vieja política” fue capitalizado por un “empresario exitoso” que aparece como por fuera de las estructuras de los partidos tradicionales.

Se demuestra que, lejos de ser un “freno”, los seudo-progresistas allanan camino para el crecimiento de los sectores más de derecha. Lo mismo vale para las elecciones en Neuquén. Mientras la respuesta popular al asesinato del maestro Carlos Fuentealba obligó a Macri a distanciarse de Sobisch e incluso a evitar en la campaña porteña referencias claras a una política de “mano dura”; la “Concertación” neuquina impulsada por Kirchner y la UCR en la provincia armó un verdadero pacto de impunidad para garantizar la salida electoral. Las burocracias sindicales dejaron pasar el momento para tirar al gobernador con la movilización, permitiendo así el triunfo continuista del MPN en Neuquén, ahora bajo el rostro más moderado de Jorge Sapag. Claro está que, ahora, Hugo Yasky ha sido uno de los primeros dirigentes sindicales en llamar a votar por la fórmula Filmus-Heller en segunda vuelta, “para no retroceder a los ’90”.

La izquierda en las elecciones y, sobre todo, en las crisis

Para la izquierda se trató de intervenir en un escenario electoral muy desfavorable, ya que desde los grandes medios monopólicos y la intervención abierta de los aparatos gubernamentales se direccionó la elección para transformarla en una mera interna entre tres candidatos. Con la excepción parcial de Patricia Walsh y Claudio Lozano, que tuvieron más prensa ubicándose como una “nueva izquierda” aceptable para el régimen -separada de todo anclaje con la clase trabajadora y sus luchas-, el acceso a los medios de difusión masivos estuvo prácticamente vedado para el resto de los partidos, que ni siquiera contamos con los escasos segundos gratuitos que usualmente se otorgan en las elecciones nacionales. En este marco, se inscribe la marginal elección de la izquierda.

Pero es evidente que no se trata sólo de esto. La ciudad de Buenos Aires fue el epicentro de las crisis políticas durante estos años; y tanto en la situación abierta pos 2001 como en las movilizaciones desatadas a partir de la masacre de Cromañon que derivó en la destitución del Jefe de Gobierno, la mayoría de las fuerzas de izquierda se negaron a presentar en el curso de los acontecimientos una política de clara independencia de clase. En esto reside para nosotros la clave de por qué la izquierda no constituye un factor de peso en la escena política, aunque es protagonista clara de las luchas en las calles y en las huelgas.

Con el surgimiento de las asambleas barriales y el protagonismo de los movimientos piqueteros, el MST y el PO sostuvieron que la sola unidad entre “piquete y cacerola” sin la centralidad de la clase trabajadora concentrada en los servicios y la industria, era la alianza social suficiente para dar una repuesta a favor de los explotados, y se dispusieron a encuadrar sus propios movimientos piqueteros. Mientras PO se creía a las puertas de resolver por sí solo el problema de la dirección política de los trabajadores, el MST mantenía su alianza con el PC del banquero Heller que venía de aplicar el “corralito” de Cavallo y terminó en la fórmula de Kirchner para la capital. En la crisis de Cromañon, el MST se orientó en una política de presión sobre la Legislatura de mayoría macrista (que co-gobernaba la ciudad) para destituir vía el juicio político a Ibarra, y luego profundizó un curso a la centroizquierda, apenas disfrazado bajo el lema una de “nueva izquierda” sin ninguna delimitación de clase. En el terreno de las luchas docentes, el MST ha jugado un papel de consejero de las direcciones vacilantes de ATEN y Adosac en las huelgas neuquinas y santacruceñas. La última aparición pública de Walsh antes de la votación fue para sostener en el diario Clarín que “ser de izquierda es preocuparse por los semáforos” (sic), entrando ya abiertamente en la agenda “de gestión” del macrismo. No obstante haber disuelto todo vestigio socialista en su programa, el MST apenas recuperó la banca de la vieja Izquierda Unida para Patricia Walsh, lo que de ninguna manera los proyecta como una nueva fuerza de izquierda emergente y ni siquiera como herederos del espacio vacante del desaparecido zamorismo.

El PO, aunque durante la crisis de Cromañon planteó al igual que el PTS la salida de una Asamblea Constituyente denunciando la complicidad macrista de la Legislatura, se negó a unir las fuerzas de todos los que luchamos por la independencia de la clase trabajadora y volvieron a hacerlo ante nuestro llamado a formar, en estas elecciones, un frente de la izquierda clasista y socialista. Esta posición de creerse, contra toda realidad, “el partido obrero” fue sostenida nuevamente por el compañero Marcelo Ramal de PO (un día después del aplastante triunfo de Macri y de la mala elección de toda la izquierda) en el programa de Mauro Viale en Canal 26, negándose siquiera a debatir el planteo del compañero Christian Castillo de la necesidad de unirnos en pos de un gran partido de la clase trabajadora. Desde el PTS llamamos a los compañeros del Partido Obrero a abrir un claro, serio y fraternal debate: insistimos en nuestro llamado unitario para las elecciones nacionales y en hacer causa común para llevar una propuesta de independencia política a las organizaciones sindicales combativas y a los nuevos delegados que surgen desde abajo. Como ya hemos iniciado en Zanon y el sindicato ceramista de Neuquén, vayamos ahora juntos a proponer en los cuerpos de delegados de subterráneos, de LAN, del Casino y el Correo, de los telefónicos y ferroviarios y en todas las organizaciones antiburocráticas, abrir el debate sobre la construcción de un gran partido de la clase trabajadora.

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