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¿Para qué sirvió la Copa del Mundo en Brasil?

A pesar del mediocre desempeño de la selección brasilera en los octavos y cuartos de final, la pasión por el fútbol de la hinchada brasilera contagió a la mayoría de la población. Durante algunas semanas, las inundaciones, las filas en los hospitales, las escuelas que se asemejan a cárceles, la precariedad laboral y los altos precios de los transportes, la falta de vivienda, la permanente corrupción, las huelgas contra la pérdida de poder adquisitivo de los salarios provocada por la creciente inflación, cuestiones que venían ganando el primer plano de la realidad política nacional, pasaron a un segundo lugar en función de las hinchadas y el entretenimiento de los partidos de fútbol.

17 de julio 2014

¿Para qué sirvió la Copa del Mundo en Brasil?

A pesar del mediocre desempeño de la selección brasilera en los octavos y cuartos de final, la pasión por el fútbol de la hinchada brasilera contagió a la mayoría de la población. Durante algunas semanas, las inundaciones, las filas en los hospitales, las escuelas que se asemejan a cárceles, la precariedad laboral y los altos precios de los transportes, la falta de vivienda, la permanente corrupción, las huelgas contra la pérdida de poder adquisitivo de los salarios provocada por la creciente inflación, cuestiones que venían ganando el primer plano de la realidad política nacional, pasaron a un segundo lugar en función de las hinchadas y el entretenimiento de los partidos de fútbol.

Los motivos para festejar no eran unánimes. Muchos, literalmente, vieron los partidos de la Copa debajo del agua, con sus casas inundadas por las crecidas y con familiares muertos como en el estado de Paraná, de Río Grande do Sul y Natal. Una realidad que se repite todos los años, y que este año con los R$ 26 billones invertidos en estadios y obras para turistas (85% de los cuales provinieron de los fondos públicos), no podía ser diferente. Pero, claro, esto no fue trasmitido por las TVs de todo el mundo. Como mucho, informaron el derrumbe del viaducto que mató a dos personas en vísperas de la semifinal, una de las alardeadas “obras para facilitar la movilidad” hechas para la Copa.

Las expectativas generadas a partir del optimismo de los comerciales de TV fueron golpeadas por el vergonzoso triunfo de la selección Alemana por 7 a 1. Ahora la presidenta Dilma intenta a toda costa “gambetear” la derrota sufrida por la selección brasilera, para ganar votos en las elecciones de octubre vendiendo la imagen de “buena gestora”. Su gran triunfo habría sido evitar el caos aéreo, que no faltara agua o luz (para los turistas), que no colapsaran las gradas en los estadios terminados a toda velocidad, que no se desataran huelgas en los transportes públicos o grandes manifestaciones de masas que inviabilizaran o pusieran en crisis los eventos. Ese es el gran “legado” de Dilma que quedaría para el pueblo brasilero con la Copa del Mundo.

Sin embargo, el verdadero legado de la Copa es otro. Según los informes de la Articulación Nacional de los Comités Populares de la Copa (Ancop), 250 mil personas ya fueron o están siendo desalojadas de sus casas, ya sea para dar lugar a las obras ligadas a la Copa y a las Olimpíadas del 2016, ya sea en función de la especulación inmobiliaria alentada por esas obras. Los estadios quedaron como grandes “elefantes blancos”, que en gran parte no serán utilizados ni siquiera para el futbol local.

Uno de los principales legados de la Copa es un aparato militar represivo más equipado y entrenado para enfrentar las explosiones sociales inherentes a un país basado en la reproducción crónica de gigantescos contingentes de pobreza aglutinados en las favelas; y que desde junio de 2013 viene demostrando de las más diversas formas que no acepta más, pasivamente, servicios públicos tan caros, condiciones de trabajo precarias y degradantes, la violencia policial, el parasitismo de esa casta de políticos que solo sabe enriquecerse a costa del pueblo. Fueron gastados R$ 1,9 billones: 150 mil agentes de las Fuerzas Armadas fueron entrenados para actuar en las calles, utilizando tanques y armamento pesado.

Fueron probados equipamientos comprados en el Estado de Israel, semejantes a los que utilizan en la represión contra el pueblo palestino. Fueron detenidos activistas y las manifestaciones fueron brutalmente reprimidas antes de que comenzaran.

Después de la amarga derrota, con cierta vergüenza por los millonarios salarios que reciben los jugadores y el equipo técnico, además de las interminables campañas publicitarias, la pasión brasilera por el fútbol quedó opacada. Aquello que debería ser un “arte” se mostró degradado por la sed de lucro de la dirigencia y los capitalistas de la FIFA, de la Confederación Brasilera de Fútbol, y patrocinadores. La resaca comienza a pasar, y vuelven a ganar importancia los problemas estructurales que no dejaron de existir, aunque ahora los partidos de los capitalistas intentarán esconderlos con su demagogia electoral.

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