Claudio Remedi [1]

Un desafío de Contraimagen. Quizás es un desafío para un grupo que abrevó en el documental -como el colectivo Contraimagen- abordar la ficción, y más, la ficción histórica, con el aditamento de que Trotsky se transforme en protagonista a quien, a través de un actor, es necesario caracterizar, vestir y dotar de palabra. Mi nombre es Trotsky se transforma así en una propuesta de ficción y el mérito está en que los realizadores no descansaron en una puesta en escena clásica, sino más bien reutilizaron la calle como territorio de lo documental, los recursos de archivo y la puesta en sentido simbólica de los mismos para dar solidez a la esencia del revolucionario en cuestión. La actuación que da cuenta del propio alegato de Trotsky ante la comisión Dewey en México es medida, teatral, expositiva, con todo aquello que trasuntan dichos adjetivos. Más jugada es la actuación del burócrata que enfermizamente retoca las fotos con el estéril afán de borrar a Trotsky de la historia. La elección musical y el final proponen una emotividad sin golpes bajos, con la hipótesis de que la revolución y el cambio social son producto de la lucha de hombres y mujeres que piensan, sufren y aman el futuro.

Omar Musa [2]

A mí me sorprendió y me pareció un esfuerzo extraordinario de parte de Javier y de Hernán, especialmente de ellos dos. Una preocupación seria desde lo artístico, de buscar también la verdad en este trabajo. Una cuestión que excede lo formal, lo político, lo partidario. Como actor, me he sentido totalmente contenido por el trabajo de ellos dos y de los demás compañeros.

Por Juan José Manauta [3]

Una producción que mezcla acertadamente documental con partes de ficción, mostrando la figura de un personaje insoslayable de la historia.
Buena fotografía, montaje y actuaciones acertadas dan interés y amenidad a este cortometraje.

Hernán Camarero [4]

Muy buena. Muy interesante la idea de entremezclar ficción y documental, las actuaciones. Una muy buena revalorización de los que fue la comisión Dewey y del papel que tuvo Trotsky en ella, el de desplegar sus argumentaciones. Una muy buena iniciativa, que ojalá se continúe con otras.

Laura, trabajadora

Me pareció muy buena la fusión de los dos tiempos (...), o sea, la actualidad de Julieta con la historia de México, y me gustó mucho el transcurso del siglo XX con las fotos de los acuerdos (…), los sombreros, las manos (...). ¡Muy gráfico, muy claro! Muy buena fotografía y muy buena música. Mensaje conmovedor, emotivo y acertado. Me gustó en términos generales y ¡me quedé con ganas de más!

Flavia, trabajadora estatal

Recomiendo ver el mediometraje Mi nombre es Trotsky, un gran trabajo que a invita a la reflexión. La historia revolucionaria fue denostada y hasta “falsificada” de los registros fotográficos (…). Cuando uno conoce la resistencia de aquellos trotskistas su legado, tan vigente, se convierte en una gran herramienta que nos aporta grandes lecciones para poder avanzar en la construcción de una sociedad sin oprimidos.

Estudiante del IUNA

La película me pareció excelente. Muy clara en su mensaje y con una gran fuerza moralizadora. Salí muy entusiasmado y con una visión mucho más clara y segura sobre la construcción de una sociedad mejor. Y sobre cómo la historia es parte de nuestro presente hacia un futuro.

Estudiante

La verdad, me gustó mucho, me pareció muy emocionante. La verdad que fueron 30 minutos pero se me pasaron como si fueran diez. Me quedé con ganas de seguir viendo un poco más.