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NACIONAL

¿Nueva YPF o la vuelta a la de Menem y Kirchner?

El viernes pasado CFK promulgó la ley que expropia el 51% de las acciones de YPF a favor del Estado Nacional y las provincias. Miguel Galuccio, el hasta hace unos días gerente de la imperialista Schlumberger, fue puesto al frente de la YPF “profesionalizada”. Tanto CFK, como el nuevo gerente, ya empezaron a exigir a los trabajadores que se disciplinen a los nuevos objetivos de la empresa.

Pablo Anino

10 de mayo 2012

El viernes pasado CFK promulgó la ley que expropia el 51% de las acciones de YPF a favor del Estado Nacional y las provincias. Miguel Galuccio, el hasta hace unos días gerente de la imperialista Schlumberger, fue puesto al frente de la YPF “profesionalizada”. Tanto CFK, como el nuevo gerente, ya empezaron a exigir a los trabajadores que se disciplinen a los nuevos objetivos de la empresa.

La YPF de Carlos Menem y Néstor Kirchner

La ley no convierte a YPF en una empresa del Estado, sino que mantiene la forma jurídica de sociedad anónima que cotiza en bolsa, tal cual se estableció en la privatización de los ‘90. Por eso Galuccio empezó a mostrarse como un buen interlocutor del capital: “Queremos lograr una YPF con sentido nacional, competitiva, emprendedora, moderna, capaz de dar resultados a sus accionistas”, dijo en su presentación en Comodoro Rivadavia. La provincialización de los recursos definida en la reforma constitucional de Menem en 1994 también se mantiene en pie. A pesar que YPF es un conglomerado con negocios en varias ramas y países que le da capacidad de maniobra al gobierno, lejos está de ser una empresa estatal única, que revierta la desarticulación productiva que impuso la privatización. Explotación, producción, transporte, destilación y distribución seguirán desmembrados en diversas empresas (la anglo-china-argentina Pan American Energy, la Total francesa, la yankee Chevron, entre otras), las cuales no tienen una política menos depredatoria que Repsol. Todas bajaron su producción y enviaron jugosas ganancias a sus casas centrales. “El cóctel explosivo en manos de Repsol” que denunció Boudou en Washington ante representantes del Departamento de Estado, de la Exxon y Chevron, es el mismo cóctel que a pesar de la nueva ley mantiene en manos privadas el 70% de la extracción. La “nueva” YPF es bastante parecida a la vieja YPF de Menem y Kirchner que previo a la venta de la mayoría accionaria a Repsol, con Estenssoro como gestor estatal, buscaba seducir inversionistas. Eso sí, ahora será una seducción “nac & pop”, quizás con menos pizza y champagne.
En continuidad con los preceptos neoliberales, no se revierten para nada los despidos de decenas de miles de trabajadores que fueron arrojados fuera de YPF para convertirlos en contratistas tercerizados de las privatizadas, cuando no directamente en desocupados. “Tampoco” va a ser cambiada la matriz energética altamente dependiente de combustibles fósiles (petróleo y gas), con horizonte limitado de extracción. Si se logra extraer combustibles en Vaca Muerta, el horizonte se extenderá, pero en detrimento de una mayor diversificación energética basada en energías renovables. No tiene asidero lo que dicen los K sobre que los recursos ya no serían considerados una commodity, sino que estaríamos ante la puesta de los pilares para un plan estratégico. El pragmatismo es lo que orienta a la camarilla de gobierno.

Capital imperialista para remendar el “bonapartismo fiscal”

La economía aún en crecimiento enfrenta cierta desaceleración, además de reducción del superávit comercial y problemas presupuestarios, por ahora controlables a nivel nacional, pero algo agudos en varias provincias. Como los dólares están siendo escasos, los K ya piensan en pactar con capitales imperialistas que podrían ingresar divisas, aportando la inversión necesaria para una mayor extracción a la vez que alivianar el enorme peso que tienen hoy las importaciones de hidrocarburos a causa de la errante política energética del gobierno. En un plazo no muy lejano las ganancias de esos capitales significarían un flujo de dólares a los centros imperialistas, que no están interesados en el autoabastecimiento sino en la “estabilidad fiscal y precios razonables de retorno”, como pidió la Exxon para garantizarse renta petrolera. Esto podría presionar sobre la inflación, cuando no, afectar las cuentas fiscales ya dañadas si el gobierno ofrece subsidios a las ganancias a cambios de no subir precios, como lo hizo durante todos estos años con las empresas del sector.

¿Disciplinar al capital?

A pesar que gran parte del empresariado salió a respaldar la “nueva YPF” y la designación de Galuccio, Alfredo Zaiat (“El mensaje”, P/12, 06/05/2012) siguiendo los dichos del “desarrollista” Gabriel Palma, fantasea con que estaríamos ante una medida disciplinadora del capital, única en América Latina. La apropiación de una parte de la renta petrolera por parte de Estado con la intención de garantizar más producción, y tal vez mejores precios, significará principalmente un gran beneficio para el conjunto de los empresarios que actúan en el país (ya sean nacionales o extranjeros). Es que los hidrocarburos en su mayoría son consumidos por las empresas, mientras que los hogares los usan en una proporción marginal. Es una utopía reaccionaria buscar disciplinar al capital. La única salida progresiva es su expropiación integral por parte de los trabajadores, empezando por la conformación de una empresa estatal única de hidrocarburos bajo gestión de los trabajadores, que sea puesta en función de un plan integral para satisfacer necesidades sociales y no la sed de la ganancia capitalista.

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