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Muertos de frío

La temperatura corporal desciende bruscamente y los escalofríos comienzan a desaparecer. La piel se torna azul. La coordinación muscular se vuelve muy pobre y los órganos principales ya no responden.

Hernán Aragón

22 de julio 2010

Muertos de frío

La temperatura corporal desciende bruscamente y los escalofríos comienzan a desaparecer. La piel se torna azul. La coordinación muscular se vuelve muy pobre y los órganos principales ya no responden.

Acurrucado en un rincón, indefenso, se apagaba la vida de Artemio Olmos.
Sus manos juntas y, en la incoherencia provocada por el cuadro clínico, los ojos hacen un recorrido por toda su historia: una vida dura de trabajo como la de tantos otros. Venir a morir así, solo, en ese silencio ensordecedor del playón con los autos danzando en torno suyo, como espectros.

El parte forense de La Rioja dirá que Artemio Olmos falleció por “paro cardiorrespiratorio producido por hipotermia”.

El riguroso certificado no explicará porqué un jubilado de 70 años debía trabajar en una playa de estacionamiento, sin siquiera una mísera estufa que lo proteja del clima.

Los medios presentan la noticia conmovidos. A renglón seguido, la periodista se sacude su frío ficticio: “ojalá que nieve llegue para poder hacer los muñecos”.

Artemio no esperaba la nieve, a lo sumo hubiera deseado una vejez tranquila donde poder disfrutar su jubilación “calentito” en su hogar. Sueño vano en un país donde el 36% de la población usa garrafas, si es que la puede conseguir.
Los grados subirán cuando se vaya el invierno, y los medios festejarán la llegada de la primavera. En la calle, en esa eterna indefensión a lo que los ha condenado la irracionalidad capitalista, quedarán los sobrevivientes.

Se pasará lista de los muertos para archivarlos en estadísticas que volverán a ser noticia efímera el año entrante: “en el último año, en la Ciudad murieron 113 personas en situación de calle a causa del frío y falta de asistencia”; “actualmente en la Ciudad de Buenos Aires hay más de 15 mil personas en situación de calle de los cuales 4.500 son niños y 2 mil son abuelos”1.

Y en algún campo, en algún galpón o en el recoveco de alguna estación, otro nuevo Artemio Olmos tal vez vuelva a ocupar un recuadrito en alguna página de algún matutino.

Los ojos del viejo sereno se cierran. Ya llegará el día en que esas muertes absurdas podrán ser vengadas. Y ese día Artemio, junto a tantas victimas de la abominable explotación, retornará al mundo de los vivos.

1 Datos obtenidos de un informe presentando por legisladores de Proyecto Sur, Coalición Cívica y Frente para la Victoria. (proyecto7bsas.blogspot.com)

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