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Internacionales

Ante la asunción de Felipe Calderón

México: sigue abierta la crisis

23 de noviembre 2006

Recientemente, el gobierno de Vicente Fox anunció un nuevo ataque contra los trabajadores y los sectores populares: un aumento en el precio de la leche Liconsa (producto subsidiado de bajo costo) y en los combustibles. Esta impopular medida, pactada entre Calderón y Fox pretende -además de tratar de evitarle los costos al futuro gobierno-, mostrar el compromiso del PAN como fiel garante de los planes del imperialismo. Es por esto que Fox sostiene (con el apoyo de Calderón) a capa y espada al repudiado gobierno de Ulises Ruiz en Oaxaca, para evitar que una eventual caída sea vista por las masas como un triunfo y mostrarse como un garante de las instituciones pro-imperialistas.
Los “nuevos” ministros anunciados por Calderón para su gabinete, ex priístas y varios funcionarios del actual gobierno dejan claro este compromiso, como ha dicho la propia Confederación Patronal de México (Coparmex), estos nombramientos “marcan una línea de continuidad en el manejo de la economía” (La Jornada, 22/11), que sostendrá una política neoliberal que apuntará a lograr una mayor penetración de las transnacionales en el sector energético, a redoblar el ataque sobre el sistema de pensiones y jubilaciones, las condiciones laborales y conquistas sindicales, la seguridad social y la educación, etc.
Estas medidas y el carácter abiertamente pro imperialista y entreguista del nuevo gobierno puede profundizar su impopularidad e ilegitimidad aún antes de asumir.
Los cientos de miles que se congregaron en el Zócalo del Distrito Federal este 20/11, para asistir a la “toma de protesta” de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) como “presidente legítimo”, demuestran que continúa el profundo descontento con el PAN y las instituciones del régimen que legitimaron el fraude del 2 de julio. A pesar de que López Obrador y el PRD evitaron que las masivas movilizaciones antifraude confluyeran con las acciones de los trabajadores y el pueblo oaxaqueño, el descontento continúa. Al mismo tiempo permanece la heroica lucha en Oaxaca, exigiendo la renuncia de URO y la salida de la PFP y en el DF se mantiene el plantón de los combativos y resistentes compañeros oaxaqueños.
Junto a esto, en las últimas semanas sectores de trabajadores iniciaron nuevas acciones de lucha: como los trabajadores azucareros, que paralizaron 58 ingenios en todo el país, o los trabajadores del Colegio de Bachilleres, que están en huelga desde hace más de 3 semanas. 

Una profunda crisis del régimen
Existe una profunda división y polarización social que se ha acrecentado al calor del ataque y la ofensiva impulsada por el foxismo y las instituciones del “régimen de la alternancia”: por un lado, millones de trabajadores, campesinos y sectores empobrecidos de la clase media y la juventud que sufren el desempleo y la carestía de vida, y por otro, una minoría de capitalistas, terratenientes y sectores acomodados de las clases medias que gozan de los privilegios emanados de la ofensiva sobre las masas populares. Si en los años previos esto podía ser controlado por las instituciones “democráticas”, la creciente lucha de sectores de trabajadores (como en Oaxaca) y las masivas movilizaciones antifraude, muestran que el hartazgo obrero y popular puede traducirse en grandes acciones de lucha.
Para la clase dominante, el peligro es que la asunción del nuevo gobierno se de en un contexto signado por nuevas acciones y movilizaciones, que se combinen con la lucha heroica de Oaxaca. Es por eso que el gobierno está tratando de debilitar y desactivar esta lucha, mediante provocaciones permanentes, además del rol de los sectores conciliacionistas de la propia dirección de la APPO.
En un contexto como este, Calderón asumiría como un gobernante débil, sólo sostenido por el apoyo incondicional de la patronal y las transnacionales yanquis y europeas (como Telefónica de España); buscaría apoyarse también en los pactos con el PRI en el Congreso, que es la primera fuerza en lo que se refiere a los gobiernos estatales, aunque cuenta con poco prestigio y credibilidad entre las masas, como expresó por ejemplo el repudio generalizado al gobierno priísta de URO. Aunque con estos pactos lograsen cierta fortaleza y estabilidad al interior de las instituciones (por ejemplo para votar reformas estructurales), se mantendría y acrecentaría la brecha respecto al descontento existente entre los trabajadores y el pueblo. Esto sería un panorama de pesadilla para el imperialismo por darse en su patio trasero, que podría tener efectos y repercusiones entre los millones de trabajadores latinos, a pesar del reaccionario muro de Bush. Esto podría impactar en EE.UU. por el importante peso de los trabajadores mexicanos (como se vio durante las movilizaciones de abril y mayo), una muestra de esta potencialidad puede verse en el reciente triunfo en una huelga liderada por obreros mexicanos en una de las principales empacadoras de carne de EE.UU.
En México se mantiene una situación álgida y convulsiva de la lucha de clases, y posiblemente estemos a los inicios d e un proceso de carácter revolucionario, del cual la comuna de Oaxaca es la mayor anticipación y que, para desarrollarse, requerirá que entren en escena los grandes batallones de la clase obrera mexicana.

AMLO y el PRD no son alternativa
López Obrador realizó su ceremonia de “toma de protesta” presidencial ante cientos de miles de personas, donde presentó un programa que combina el llamado a la defensa del “patrimonio y la soberanía nacional”, con propuestas de control a los monopolios, y llamados a la “democratización” mediante un “nuevo marco institucional”.
Sin duda, la asunción de AMLO como “presidente legítimo” expresa la existencia de una profunda crisis del régimen, donde el principal referente de la oposición desconoce al gobierno del PAN, que al mismo tiempo, para impulsar su política acrecienta el enfrentamiento con la oposición en el Congreso. Esto se combina con las declaraciones y mítines convocados por el dirigente del PRD contra de la represión en Oaxaca.
En realidad, AMLO impulsará este programa a través de sus parlamentarios. De esta forma, él y el PRD buscarán aparecer como la principal fuerza política opositora a las medidas antipopulares del nuevo gobierno. Esto está provocando reacomodos y posicionamientos en el PRD.
La política de AMLO no representa una alternativa para los trabajadores, campesinos e indígenas de México ni busca desarrollar su lucha hacia el derrocamiento revolucionario de estas instituciones reaccionarias. Ya AMLO, ante el peligro de que la lucha antifraude se radicalice, actuó para desactivar la movilización, mostrándose incapaz de encabezar una lucha consecuente por la elemental demanda de “Abajo el Fraude”.
Como planteamos desde la LTS, esto fue así porque AMLO y el PRD, a pesar de sus discursos de “al diablo con las instituciones”, son parte de las mismas (administrando los negocios de la burguesía en el DF y otros estados) y partidarios de mantener, con algunas reformas, el mismo régimen de dominación de la burguesía que garantiza los negocios de los grandes monopolios. Esta política busca cooptar todo lo que actúe de manera independiente o por fuera de las instituciones, como es el caso de la vanguardia combativa oaxaqueña.
Para aprovechar la crisis del régimen en favor de los explotados y oprimidos, imponer sus demandas y reivindicaciones y evitar nuevas trampas que busquen recomponer las maltrechas instituciones, es necesario que -lejos de confiar en la reformas que propone AMLO- impulsemos la movilización de los trabajadores y el pueblo, con independencia del régimen y un programa propio para que la crisis la paguen los capitalistas y terratenientes. Ese es el camino que enseña Oaxaca y su comuna, el cual hay que generalizar y extender a todo México: hay que confiar sólo en las fuerzas de los explotados y oprimidos. 

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