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(Nota exclusiva en internet)

“Mauricio es Macri, Franco es Kirchner”

El hombre hace las cuentas en su escritorio del piso 21 del China Center Place, uno de los edificios más lujosos de Pekín. Una pequeña estatuilla de Mao lo custodia desde la esquina de su escritorio.

Lucho Aguilar

22 de julio 2010

“Mauricio es Macri, Franco es Kirchner”

El hombre hace las cuentas en su escritorio del piso 21 del China Center Place, uno de los edificios más lujosos de Pekín. Una pequeña estatuilla de Mao lo custodia desde la esquina de su escritorio.

Franco Macri ofició la semana pasada como el principal gestor de los acuerdos entre el gobierno argentino y la burocracia restauradora de Hu Jintao. Más de 70 empresarios - banqueros, constructores, del campo - fueron parte de la comitiva.

“Siempre oficialista”. El jefe del clan Macri es uno de los símbolos perdurables de los burgueses ‘nacionales’, socios de los distintos gobiernos en los más grandes negociados y la explotación de la clase obrera.

El primer salto lo pegó a fines de los 60 con su empresa constructora asociada a la Fiat italiana. El gobierno de Onganía les adjudicó Atucha y las centrales hidroeléctricas. Más tarde fue López Rega quien los benefició con los planes de Vivienda organizados por Bienestar Social.
Pero fue la dictadura el gran trampolín para la familia. Si en 1975 tenían 7 empresas, al terminar la dictadura ya eran 46.

El hombre no dejó pasar una. Primero fueron los negociados con el Banco Italia que terminaron en vaciamiento y brutal estafa. En 1979 se quedó con la recolección de residuos con Manliba, una de las privatizaciones de la dictadura. Fue la compra de la mayoría accionaria de la automotriz Sevel (Fiat-Peugeot), en 1982, lo que terminó de catapultarlo.
Ya era representante de la patria contratista, sacaba entonces la chapa de capitán de la industria.

Capitanes. Para encarar la nueva etapa, Don Franco sumó a dos hombres de la dictadura a su staff: Ricardo Zinn, mano derecha de Martínez de Hoz, se convirtió en directivo. Jorge Aguado, gobernador bonaerense de facto, en su vocero personal.

Domingo Cavallo lo ayudó, estatizando las deudas que sus empresas habían contraído. Pero el crecimiento de Sevel se basó en una brutal explotación de la clase obrera: a pesar del despido de dos tercios de sus empleados, logró multiplicar su producción y facturación.

A fines de los 80, Don Franco vió llegar los nuevos tiempos. Ubicó hombres de confianza en el gobierno de Menem, y logró un puesto de privilegio en la entrega de las privatizaciones. El correo, los peajes y las obras viales lo vieron ganador.

El resto es conocido: los Macri fueron un símbolo del menemismo.

“A desojizar / a desojizar”. En el viaje oficial a China quedó nuevamente expuesto el carácter bipolar del kirchnerismo. En medio de los discursos de Cristina para la tribuna se entretejían las negociaciones por el aceite de soja y el reimpulso del Belgrano Cargas. El ferrocarril fue uno de los primeros viajes que hicieron juntos los chinos, Moyano, Macri y los Kirchner. A pesar del anunciado retorno al Estado, el negocio sigue en las mismas manos. “Hay lugar para todos”, coinciden. El Belgrano Cargas no sólo es un buen negocio para los fabricantes de vagones, también es una pieza clave para unir los campos de soja con la agroindustria y los exportadores, los grandes ganadores del capitalismo en nuestro país.

Radiante.
“Franco estaba radiante, no le das 80 años ni loco, además tiene mucho pelo y es todo suyo”. La frase podría ser de un miembro del Partido Comunista Chino, es cierto. Pero en realidad lo dijo una de las invitadas al último cumpleaños del jerarca, donde convidó a todos con abundante sushi.

No podría ser de otra manera. Si todos los acuerdos anunciados tras el viaje a China se concretan, Macri se alzará con una porción millonaria por sus gestiones. Los diarios aseguran que sus comisiones nunca bajan del 4 %.

Entonces, el hombre deja de hacer cuentas, y mira desde la ventana de su oficia el centro de Pekín. “Sin duda, desde la razón voto a Kirchner”.

Los amigos de su hijo salieron a pegarle, sorprendidos del oficialismo del jerarca. Socio de dictadores y neoliberales toda su vida, Don Franco sabe distinguir- igual que sus viejos amigos Roggio, Werthein y Ledesma- los buenos discursos de los buenos negocios.

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