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Comunicados de prensa

Presentación del libro

Marxismo y feminismo: una controversia de más de 30 años

Prensa PTS

6 de agosto 2004





Pan y Rosas es un libro que pretende trazar alguna relación entre la pertenencia de género y el antagonismo de clases. Por lo tanto, es un libro que pretende retomar debates ya muy transitados entre feminismo y marxismo, una vez más.
No lo hace explícitamente, pero al intentar relatar la experiencia de las mujeres, sus luchas y sus ideas, su organización y sus conquistas a lo largo de la historia de los últimos dos siglos, lo hace desde la perspectiva de la lucha de clases, desde la perspectiva del materialismo histórico y dialéctico.
Pero en esta presentación podemos ir al meollo de ese debate. ¿Cuáles son los nudos de esta controversia que lleva más de 30 años?
Hace muchos años una feminista poco célebre, pero cuya frase se hizo muy conocida, señaló refiriéndose a la revolución china: "me parece que un país que ha hecho desaparecer la mosca tsé tsé puede introducir un número paritario de mujeres en el Comité Central por decreto."
En parte, esa feminista tenía razón. Si su frase aludía estrictamente al régimen burocrático del estado obrero chino, creo que tenía razón. Pero si ella, con este razonamiento, pretendía criticar y desechar la idea de la revolución y el socialismo, sosteniendo que, en última instancia, la revolución socialista poco o nada puede hacer contra la opresión de las mujeres, entonces no podemos compartir su pensamiento.
Y probablemente, éste haya sido el sentido que quiso darle a su reflexión. Al menos es el sentido preponderante de las reflexiones feministas de los años ‘70 a esta parte.
Y digo las reflexiones feministas, en plural, porque no hay un feminismo. Hay diversos feminismos y diversas feministas. Las formas de concebir el origen de la opresión son diferentes; son diversas también las formas de concebir el combate contra esta opresión. Diversas las tácticas, las políticas, las organizaciones, las estrategias.
Pero hay algo que es homogéneo, algo que es común a las diversas corrientes feministas y es el supuesto de que el marxismo sí es homogéneo. A lo que se agrega que "ese único marxismo" es rechazado en bloque. Y más aún: eso que se rechaza y que se considera, por parte de las feministas, "el marxismo", es nada más y nada menos que su tergiversación más trágica: el stalinismo.
Por supuesto que partiendo de este origen, se suceden los malos entendidos. Adrede o sin quererlo, marxistas y feministas nos vimos envueltas durante más de 30 años en discusiones estériles y dicotómicas.
Hay discusiones del orden de lo teórico y otras de índole práctica, más políticas. Veamos algunas. Las feministas dicen, en general –y para corroborarlo las invito a leer a las más diversas autoras de los años ‘70 y ‘80-, lo siguiente:

1. que las marxistas sostenemos que la opresión de la mujer sólo ocurre en la sociedad de clases, es decir, en el capitalismo.
Las marxistas sostenemos que la opresión de las mujeres es un producto de la división de la sociedad en clases. Pero no creemos que el capitalismo sea la primera y única sociedad dividida en clases. Hubo otras sociedades clasistas, como el esclavismo, el feudalismo, etc. donde también existía opresión de las mujeres. Sin embargo, creemos que en el sistema capitalista, esta opresión adquiere determinadas particularidades que ligan más indisolublemente la opresión patriarcal con el modo de producción, con la explotación de una clase por otra.
El capitalismo es un sistema que se basa en la explotación y la opresión de millones de individuos a lo largo y ancho del planeta, conquistando para sus mercados no sólo a pueblos enteros, tierras vírgenes y parajes inhóspitos, sino también a las mujeres, los niños y las niñas.
El capitalismo ha empujado a millones de mujeres al mercado laboral, destruyendo los mitos oscurantistas que las condenaban a permanecer exclusivamente en el hogar bajo prejuicios sin fundamento, permitiendo que las mujeres participen de la producción social. Pero lo ha hecho a su modo.
Es decir, el capitalismo ha empujado a las mujeres a las fábricas y empresas pero para explotarlas doblemente, con salarios menores a los de los varones, para, de ese modo, bajar también el salario de todos los trabajadores. Y, además, la ha sobrecargado con una doble jornada que empieza en el hogar, sigue en la fábrica y continúa nuevamente en el hogar.
El capitalismo, con el desarrollo de la tecnología, ha hecho posi

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