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Los salarios, Marx, Cristina y la lucha de clases

En su discurso del 27 de marzo en Parque Norte, Cristina Kirchner planteó que “en un formidable aprendizaje histórico; los trabajadores argentinos y sus dirigentes sindicales, han comprendido que el país está primero”, al no “pedir salarios para que se derrumbara el crecimiento”

Juan R. González

10 de abril 2008

En su discurso del 27 de marzo en Parque Norte, Cristina Kirchner planteó que “en un formidable aprendizaje histórico; los trabajadores argentinos y sus dirigentes sindicales, han comprendido que el país está primero”, al no “pedir salarios para que se derrumbara el crecimiento”1.

Estaba agradeciendo a los dirigentes sindicales como Moyano, que acordaron un techo salarial de alrededor del 20% con la excusa de que un aumento de salarios “excesivo” provocaría una espiral inflacionaria y pondría en peligro el actual crecimiento de la economía.

En estas páginas explicamos que las causas de la creciente inflación son otras bien distintas.

Es absurdo culpar a los trabajadores de la inflación cuando el salario real recién en 2007, después de años de crecimiento récord de la economía, apenas si estaba alcanzando los niveles previos a la devaluación. Y esto sin tomar en cuenta las diferencias al interior de la clase obrera, ya que para los trabajadores en negro o precarizados, el ingreso promedio es de alrededor de 800 pesos. Y sin embargo, se insiste en que los trabajadores deben moderar sus demandas salariales para no poner en peligro el actual “esquema” económico. Como demostraremos, lo verdaderamente inflacionario es la voracidad de ganancias de los capitalistas. Veamos por qué.

El salario es el precio que el capitalista paga por la fuerza de trabajo del obrero, y su monto gira en torno al valor de los productos que él y su familia necesitan para cubrir sus necesidades de alimentos, vivienda, educación, recreación, etc. En el capitalismo, “la forma del salario, borra toda huella de la división entre trabajo necesario y plustrabajo, entre trabajo pago e impago. Todo trabajo aparece como trabajo pago”2.

Efectivamente, es común pensar que con el salario, el obrero cobra todo el trabajo que realiza, todas las horas que trabaja, cuando en realidad recibe en pago sólo una parte de las mismas. Esto es así porque el trabajador ocupa sólo una fracción de la jornada laboral en producir el equivalente a su salario. El resto de las horas trabajadas son apropiadas gratuitamente por su patrón. Este despojo constituye la única fuente de la ganancia de los capitalistas.

La mentira de que el obrero cobra el total del trabajo realizado, refuerza la creencia de que la mejora de los salarios genera inflación, cuando en realidad al arrancar aumentos, lo que hacen los trabajadores es recuperar a lo sumo una parte de lo que les roban los capitalistas. Como no están dispuestos a resignar ganancias, éstos responden remarcando los precios, incluso en porcentajes mayores a los aumentos cedidos, para seguir apropiándose gratis la misma cantidad de trabajo ajeno que antes y aún más.

De esto podemos sacar una conclusión categórica: en la sociedad capitalista, lo verdaderamente inflacionario es la sed inagotable de ganancias de los empresarios y no los salarios de los trabajadores. Aún así, ante cada incremento salarial, los capitalistas reaccionan escandalizados por semejante “arbitrariedad”. Es como si un ladrón gritara a los cuatro vientos que ha sido víctima de un asalto, porque parte del botín fue recuperado por sus legítimos dueños.

Tanto los salarios de los trabajadores como las ganancias de los capitalistas, provienen únicamente del fondo común que es el trabajo del obrero. La disputa por esta “torta” es la base sobre la cual se desarrolla la lucha de clases. Así lo explica Marx: “Como el capitalista y el obrero sólo pueden repartirse este valor, (…) medido por el trabajo total del obrero, cuanto más perciba el uno menos obtendrá el otro, y viceversa”. Y continúa, “si los salarios cambian, cambiarán, en sentido opuesto, las ganancias. Si los salarios bajan, subirán las ganancias; y si aquéllos suben, bajarán estas”3. Frente a este choque entre intereses contrapuestos, quien pretenda conciliarlos con el verso de “la articulación entre el capital y el trabajo”4, en realidad favorece los intereses de los más poderosos. Cristina dice que ellos nunca plantearon “la lucha de clases, (…) la guerra entre los pobres y los ricos”5, pero por supuesto esta confrontación existe más allá de los “profundos” planteos de la presidenta. En realidad, quiere ocultar que siempre han actuado como verdaderos “custodios de las ganancias empresarias”.

Los trabajadores, si no quieren ver degradadas sus condiciones de vida, deben atacar las ganancias de los capitalistas, luchando por salarios al nivel de la canasta familiar, y que éstos sean ajustados de acuerdo a la inflación, imponiendo cláusulas en los convenios colectivos que aseguren el aumento automático de los salarios, de acuerdo al aumento de los precios de los artículos de consumo masivo. Esta pelea es inseparable de la lucha contra las divisiones existentes en la clase obrera, para terminar con el trabajo en negro y precarizado, exigiendo el pase a convenio de todos los trabajadores.

Ante la escalada inflacionaria, también es necesario plantear comités de vigilancia de precios, integrados por los consumidores, la población pobre de la ciudad y el campo, junto a los trabajadores, los sindicatos y comisiones internas combativas. Teniendo en cuenta que los índices de precios suministrados por el gobierno son falsos, el índice elaborado por la comisión técnica de los trabajadores del INDEC podría constituir una mejor aproximación para estimar la verdadera inflación.

De este modo sería posible demostrar al conjunto de la población que el aumento de precios no deriva de salarios supuestamente altos, sino de las superganancias de los capitalistas.


“Cordura y mesura”

Una de las primeras acciones del gobierno de Cristina en enero pasado, fue reunirse con la cúpula de la CGT, donde les pidió a los popes sindicales “cordura y mesura” en los reclamos salariales. En dicha reunión, “la CGT se comprometió a no tirar más de la cuerda”, porque “ya sabemos que son los trabajadores los que pierden en la carrera de precios y salarios”(Clarín, 4-1-08). Un razonamiento por demás extraño: dado que los salarios “siempre pierden” en la carrera con la inflación… entonces abandonemos antes de empezar a correr!! Una pequeña muestra de que los trabajadores deben sacarse de encima a estos dirigentes vendidos.

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