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Nacional

Lazos de sangre

El 10/12 en el acto de la Mesa de Enlace se reunieron en Palermo representantes de las patronales rurales y figuras políticas de la oposición. Uno de los datos destacados fue la presencia de grandes empresarios, de la AEA, la UIA y otros grupos. Los medios como Clarín y Nación saludaron la confluencia de ruralistas y empresarios, entre ellos, el presidente de AEA, Jaime Campos.

Josefina Luzuriaga

17 de diciembre 2009

El 10/12 en el acto de la Mesa de Enlace se reunieron en Palermo representantes de las patronales rurales y figuras políticas de la oposición. Uno de los datos destacados fue la presencia de grandes empresarios, de la AEA, la UIA y otros grupos. Los medios como Clarín y Nación saludaron la confluencia de ruralistas y empresarios, entre ellos, el presidente de AEA, Jaime Campos.

LA AEA (Asociación Empresaria Argentina) fue fundada en mayo de 2002, en medio de una aguda crisis política y social, como fusión del Consejo Empresario Argentino y la Fundación Invertir. Representa a lo más encumbrando del empresariado con sede en el país, nacional y extranjero. Al momento de su fundación anunciaba que reunía a “titulares de las empresas más importantes del país (…) Los miembros (…) dirigen empresas que, en conjunto, facturan 200.000 millones de pesos, exportan por 10.000 millones de dólares y emplean a 300.000 personas.” Su facturación ha aumentado en los últimos años de forma sideral, beneficiados por la devaluación.

Entre las “perlitas” de su curriculum cuenta con la gestión de José Martinez de Hoz como ministro de Economía bajo la dictadura (era el presidente del CEA antes de asumir como ministro), o el haber promovido a Domingo Cavallo de la liberal Fundación Mediterránea, fundada por Fulvio Pagani de Arcor en 1977. Sus autoridades muestran los nombres de los grupos económicos más importantes: la presidencia la ocupa Jaime Campos, en reemplazo a Luis Pagani (grupo Arcor) que ahora ocupa la vicepresidencia 1°. Paolo Rocca, de Techint, vicepresidente 2°, mientras que Héctor Magnetto, CEO del grupo Clarín, la vicepresidencia 3°. Sebastián Bagó (Laboratorios Bagó), vicepresidente 4°, y Enrique Menotti Pescarmona (grupo IMPSA), quinto. Miguel Acevedo (Aceitera General Deheza) es el secretario de la comisión. También son parte empresas como Volkswagen Argentina, Grupo Roggio, YPF, COTO, Grupo Fortabat, Grimoldi, Dow Quimica, IRSA. La confluencia de intereses con el sector financiero se nota en la presencia del Banco Privado de Inversiones, Santander Río y Citi en la anterior comisión directiva.

Sus lazos de “sangre” con los intereses rurales pueden verse en la presencia en AEA de grupos ligados al negocio de las oleaginosas y de la ganadería, grandes dueños de la tierra, como Cresud, del grupo Irsa, que posee alrededor de 400.000 hectáreas propias, el grupo Miguens (143.000 hectáreas), Fortabat (140.000 hectáreas) o Los Grobo, con 17.700 hectáreas propias y alrededor de 100.000 arrendadas. El “combo sojero” de la AEA también incluye a las exportadoras de cereales Aceitera General Deheza y Nidera.

Los empresarios y terratenientes tienen “lazos de sangre”, “lazos de familia”. Pero también comparten un “pacto de sangre”. A continuación, reproducimos una declaración publicada como solicitada de integrantes de la AEA (entonces CEA) y la Sociedad Rural Argentina, junto a la Bolsa de Comercio y otros grupos empresarios, en septiembre de 1983. Este es el espíritu “democrático” que circulaba en esos días en el seno del empresariado local, a poco de haber caído la dictadura:

“Los argentinos estuvimos en guerra. Todos la vivimos y la sufrimos. Queremos que el mundo sepa que la decisión de entrar en la lucha la provocó y la impuso la subversión, no fue privativa del gobierno argentino. Fue una decisión de argentinos. Todos, absolutamente todos los hombres de buena voluntad que habitan el suelo argentinos, pedimos en su momento a las fuerzas armadas que entraran en guerra para ganar la paz. A costa de cualquier sacrificio.

Y todos deseamos que la guerra terminase cuanto antes. Hoy, la guerra terminó, aunque no la vigilia. Y tal como cualquier guerra, la nuestra tuvo su precio.

Su enorme cuota de dolor y sacrificio. Porque en ella hubo muertos y desaparecidos. Argentinos que cumplían con su deber, defendiendo nuestro derecho a la paz, y nuestro tradicional modo de ser, que una minoría cuestionaba.

Y murieron muchos de aquellos que, temerariamente, pretendieron imponernos ideologías extremistas y un sistema de vida totalmente ajeno a nuestro sentir nacional.

Ese fue el precio de la guerra en la Argentina

Las instituciones que abajo firmamos, queremos refrendar de esta manera nuestro apoyo a aquella dolorosa pero imprescindible decisión.
Aunque en iguales circunstancias volveríamos a actuar de idéntica manera, quiera Dios que nunca más tengamos que pagar ese precio para vivir en Paz.” Buenos aires, 21/9/1983.

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