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Lavagna arriesga mucho en esta etapa

Prensa PTS

12 de agosto 2004

La jugada de Roberto Lavagna de poner en suspenso hasta enero el acuerdo con el Fondo Monetario abre, en varios sentidos, una nueva etapa en la política económica.
El fin de semana pasado se venció el plazo para que el directorio del Fondo aprobase la tercera revisión del acuerdo que tiene con la Argentina.
El jefe del FMI había anunciado que esa aprobación no vendría y Lavagna se adelantó a decir que el Gobierno no aceptaba más revisiones del organismo hasta que terminase de negociar con los bonistas. Algo que puede ocurrir, con suerte, a fin de año.
El Gobierno ya adelantó que le pagará al Fondo y no espera del organismo otra cosa que no sea silencio.
El argumento central de la jugada de Lavagna es apostar todo al éxito del canje de la deuda con los bonistas.
El canje se abriría en setiembre y se cerraría a mediados de noviembre. Ahora son muchas las cosas que están atadas a la suerte de esa delicada operación.
Si el Gobierno logra que una porción importante de los acreedores acepte la propuesta (digamos, más del 60%) podrá volver con una victoria bajo el brazo a sentarse a negociar con el FMI. 
Si la adhesión es baja, el ministro Lavagna seguramente deberá pagar un costo alto.
El Gobierno ya adelantó que le pagará al FMI aunque el acuerdo entre ambas partes está en suspenso y el tema no es menor.
Desde ahora hasta lo que sería la revisión de enero, la Argentina debería desembolsar 2.500 millones de dólares. De ese monto hay US$ 1.000 millones cuyo pago se puede postergar por un año. La condición es que lo apruebe el directorio del Fondo. ¿Lo hará? Demasiado es lo que se juega en esa respuesta.
En Economía se amparan en la idea de intentar dividir las aguas entre acreedores. Dicen: "Si le pagamos al FMI, no quedará plata para nada más. Por lo tanto los bonistas deberán reclamarle al FMI si quieren cobrar un adicional".
Ese argumento se puede desvanecer considerando que lo que se le pague al FMI en algún momento debería volver. Así fue cuando el acuerdo estaba vigente a pleno y así sería si en enero, como dice Lavagna, se ponen a negociar nuevamente.
En ese contexto, los hombres de negocios del sector privado sacan algunas conclusiones interesantes. Como las siguientes:

Creen que Lavagna fue hábil cuando habló de un puente hasta enero con el FMI. Así evitó generar la idea de que se podría llegar a una ruptura.
El Gobierno, en el corto plazo, se sacó de encima la presión del Fondo para renegociar 50 contratos de privatizadas. Eso le da aire porque no tiene que hablar de subir las tarifas. Pero seguramente se postergarán inversiones.
Opinan que el Banco Central hizo bien su trabajo con el dólar, haciéndolo cruzar la barrera sicológica de los tres pesos casi sin pagar costos en términos de expectativas.
Se frenará el ingreso de capitales y el efecto de "desensillar hasta que aclare" puede adueñarse de muchos negocios.
Crece la idea de que la economía dejó de subir por el ascensor. Y que de ahora en más lo hará por escalera.
La actividad ingresó en una nueva etapa, íntimamente ligada a la suerte de Lavagna en el canje de la deuda en default.
El tema es delicado y puede desatar palabras y amenazas altisonantes. Pero cabe esperar que los actores principales —Gobierno, FMI, acreedores— mantengan la cabeza fría.

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