“Quise venir a darle un puntapié inicial a la línea de producción de las vaquitas violetas, es una tropilla de vaquitas violetas que me enorgullece que se hagan en la Argentina”, dijo la Cristina Kirchner buscando la mirada cómplice de los altos gerentes de Kraft. Es que el día “very american” de la Presidenta tuvo su epicentro en la planta de San Fernando que hasta hace poco estaba en manos de Stani-Cadbury. Y siguió:“el crecimiento de la producción industrial es un mérito del modelo que ha permitido tener más de 5 millones de puestos de trabajo, que ha permitido tener convenciones colectivas, que tengamos el mejor salario de toda Latinoamérica”.

Cuando se apagaron los flashes y se llevaron los parlantes, sólo quedó el ruido de las máquinas. A ese otro “escenario” llegó Juan Carlos Cabana, obrero de Stani desde hace muchos años, y recién electo congresal de la Lista Bordó para la Federación de Trabajadores de la Alimentación. “Lo de hoy fue una nueva puesta en escena, porque mientras tanto en las fábricas del gremio el gobierno mantiene la flexibilización laboral de los 90. Hace un rato se re-inauguró una línea de Milka, pero los 200 laburantes que entran lo hacen bajo un convenio flexibilizado. Y de eso nadie dice nada. Hay compañeros que dicen que Cristina habló tan bien de la empresa porque no sabe lo que en realidad se vive acá. Pero eso no es cierto. Nadie puede creer que ella no sabe lo que es Kraft-Foods después de todo lo que pasó en Pacheco en el 2009. Cristina vino a apoyar a este monopolio, conocido por sus niveles de explotación y su práctica antisindical".

Nunca menos…convenios

“El convenio Mantecol – dice Juan Carlos - es un convenio distinto al que tienen los compañeros más viejos. Es parte de los convenios que firmó Daer en muchas fábricas, para que en vez de trabajar de lunes a viernes, 8 horas, se pudiera flexibilizar la jornada laboral. Y así lograron que muchos debamos trabajar de lunes a lunes, 48 horas semanales, y cobremos las horas extras y los fines de semana menos que los compañeros del viejo convenio. Pero además no tenemos opción: tenemos que ir todos los días a laburar. Y antes era peor, hace unos años la lucha contra el convenio y la discriminación llevó a que el sindicato y la empresa hagan cambios, pero sigue siendo un convenio ‘de segunda’. El convenio Mantecol hoy existe, pero desde ese año Daer no pudo entrar más a la fábrica”.

Pero Daer sigue presente en esa terrible división de las filas obreras, en la precarización y los ritmos brutales que permiten el crecimiento que anuncia la Presidenta y aplauden los altos gerentes en el palco preparado para la ocasión. López Matheu, el mismo que atacó a los trabajadores de Kraft en el conflicto de 2009, saluda a los funcionarios con afecto. Los tipos posan para la foto del día “very american” con sus caros trajes, delante del logo de la “vaquita loca”. Tanta escenografía contrasta con las cofias y las ropas sudadas, las manos cansadas que hacen que esa tropilla de vaquitas violetas salga de las líneas, y vuelva hecha millones a las arcas de la empresa.

Pero Juan Carlos sigue. “Pero además hay compañeros más nuevos, que tienen turnos de 6 x 2, más flexibilizados que nosotros. Y después los contratados en el depósito, y más de 40 compañeros que hacen la limpieza de la fábrica, y cobran la mitad de lo que cobra el resto. Porque la situación de la mujer es peor. No sólo la mayoría tiene el convenio Mantecol, sino que además tienen las categorías más bajas. Cuando se enferman los hijos nos les pagan, y la empresa les da una miseria de 200 pesos para la guardería, mucho menos que en cualquier fábrica”.

Los de la tendinitis

La Presidenta se había acercado a las máquinas de donde sale el Mantecol. Los “fierros argentinos” que la sorprendieron son los robots que desde hace un tiempo reemplazan a los obreros que paleaban todo el día la pasta de maní. “Salían con tendinits, las muñecas rotas, hernias. Por eso siempre fue el sector que se rebeló por mejores condiciones de trabajo, y de los más perseguidos”.

Esos robots a veces andan, a veces se rompen. Los obreros y obreras del convenio Mantecol no pueden parar, siguen de lunes a lunes haciendo salir a los ricos mantecoles y la tropilla de vaquitas violetas. Muchos también se rompen. “Entre los compañeros con más años de fábrica hay mucha tendinitis, y hernia de disco”, resume Juan Carlos.
Si Daer y los 90 viven en esos convenios flexibilizados, en esas jornadas agotadoras que no dejan tiempo al descanso, a los amigos, a la lectura o lo que se nos cante, la Bordó sigue siendo la avanzada contra los explotadores, y contra la burocracia y el gobierno que les garantizan su “crecimiento”.

Cierra Juan Carlos. “Ayer se me acercó una compañera, cuando viajábamos a la fábrica. La mayoría ve como una fantochada lo que fue a hacer Cristina. Dijo que los beneficiarios de la Asignación Universal le pueden comprar un chocolate a su hijo, que antes ´lo miraba con la ñata contra el vidrio’. No podemos naturalizar que haya cientos de miles que cobren menos de 1500 pesos o sobrevivan con la Asignación Universal, tras años de crecimiento, o que nosotros trabajamos de lunes a lunes para llegar a fin de mes. Pero todos los gobiernos naturalizan la pobreza, las condiciones de vida del pueblo trabajador. Porque la verdad que, incluso a los trabajadores que fabricamos esos chocolates y podemos comprar uno, nos imponen una vida en la que tenemos que pasar los fines de semana en las fábricas, y el 90% no tenemos vivienda propia, vivimos en los de nuestros suegros, nuestros padres, alquilando. A esa la miramos con ‘la ñata contra el vidrio’”.