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Las selfies del odio y el racismo del Estado de Israel

La ofensiva militar israelí sobre la franja de Gaza, que ya lleva dos semanas y se ha cobrado la vida de más de 650 palestinos, viene acompañada de una enorme propaganda anti árabe al interior del Estado de Israel. Desde el gobierno y la derecha política y religiosa se viene incitando al odio y el racismo contra la población palestina para justificar las brutalidades que se están cometiendo contra los habitantes de la franja de gaza y para insuflar el nacionalismo al interior de Israel contra cualquier atisbo de oposición interna.

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23 de julio 2014

Las selfies del odio y el racismo del Estado de Israel

La ofensiva militar israelí sobre la franja de Gaza, que ya lleva dos semanas y se ha cobrado la vida de más de 650 palestinos, viene acompañada de una enorme propaganda anti árabe al interior del Estado de Israel. Desde el gobierno y la derecha política y religiosa se viene incitando al odio y el racismo contra la población palestina para justificar las brutalidades que se están cometiendo contra los habitantes de la franja de gaza y para insuflar el nacionalismo al interior de Israel contra cualquier atisbo de oposición interna.

El aceitado sistema de propaganda racista va desde las declaraciones de figuras reconocidas llamando a asesinar, vejar y exterminar palestinos, hasta las miles de “iniciativas” en las redes sociales que incluyen selfies con mensajes racistas, hasta páginas de Facebook con fotos desde los refugios antiaéreos (inexistentes en Gaza) o con grupos de israelíes sentados en sillones y mirando los bombardeos sobre la franja, como si se tratara de un cine.

Una cuestión de Estado

La semana pasada la diputada Ayelet Shaked del partido ultra sionista israelí “Hogar Judío”, representante de los colonos en el parlamento, expresó que había que asesinar a todas las madres palestinas porque dan a luz a “pequeñas serpientes”. En su perfil de Facebook publicó: “Tienen que morir y sus casas tienen que ser demolidas. Son nuestros enemigos y nuestras manos deberían estar manchadas de su sangre. Esto se aplica igual a las madres de los terroristas fallecidos”.

Esta semana fue el turno del rabino de Kiryat Arba y Hebrón, Dov Lior, que mucho más categórico dijo que no solo se debe “castigar a la población enemiga con medidas tales como un bloqueo económico o interrumpir el suministro de la electricidad y no poner en peligro innecesariamente a los soldados sino más bien tomar medidas para exterminar al enemigo".

Estas son solo dos muestras de las declaraciones racistas que se repiten a diario. Y no se trata de uno o dos lunáticos perdidos sino que el racismo anti árabe es una cuestión de Estado.
La ofensiva actual se inició desde el propio gobierno de Netanyahu que alentando el odio anti árabe en los funerales de los tres jóvenes israelíes hallados asesinados hace tres semanas atrás, acusó sin ningún fundamento a Hamas y prendió la mecha.

En los días siguientes grupos de manifestantes se congregaron en el centro de Jerusalén, no lejos de la frontera entre las partes oriental y occidental. Llevaban banderas israelíes y pancartas. Gritaban “mavet la’aravin” (muerte a los árabes) y detenían a taxistas para comprobar si eran judíos o palestinos. El ánimo era de linchamiento. Movilizaciones como esta fueron las que terminaron con el asesinato del joven palestino Muhammad Abu Khdeir que fue secuestrado, torturado y quemado vivo.

Es que en la base del discurso racista del Estado de Israel está la necesidad de legitimar la opresión nacional histórica sobre el pueblo palestino. Cómo explicamos en este artículo, “Históricamente, el Estado de Israel jamás se propuso contemplar las demandas del pueblo palestino(…) el estratega sionista David Ben Gurión sostenía que sólo podría permanecer una pequeña minoría de palestinos para asegurar el desarrollo de un Estado judío, y el resto debía ser “transferido” a otros países árabes.” Es decir que la propia base de la fundación y posterior desarrollo del Estado de Israel está fundamentada en una ideología racista y colonialista sobre la población palestina. Ese es el discurso que se mantiene hasta el día de hoy y que se fue agudizando en el último período con expresiones de odio cada vez más profundas.

Estas expresiones ultranacionalistas y racistas se filtran por todos los poros de la sociedad. Las pocas acciones en contra de los ataques que se realizan al interior de Israel son reprimidas o apaleadas por bandas de la derecha sionista y de militantes de los partidos de los colonos (algunos de ellos miembros del club de fútbol Beitar Jerusalén, que se pronuncian abiertamente anti musulmanes).

Mientras que las redes sociales están siendo utilizadas en todo el mundo para conocer la verdadera situación al interior de Gaza, dentro de Israel se han convertido en un furor para expresar el odio anti palestino. Mientras que en la red social Twitter comenzaron a circular las “selfies del odio”, que son fotos que incitan a la violencia contra los palestinos o de apoyo a los soldados que están invadiendo la Franja de Gaza, en Facebook se hizo popular entre los israelíes la práctica de tomarse fotos en actitud despreocupada cuando se van a refugiar a los bunkers, siguiendo la consigna ’Keep smiling’ (continúa sonriendo) mientras suenan las sirenas antiaéreas. (El Mundo.es). No pueden dejar de indignar las imágenes donde se muestran a grupos de colonos sentados sobre el pasto o en sillones y mirando hacia la Franja de Gaza durante los bombardeos, como si se tratara de un cine o de un show de fuegos artificiales. Es tan espeluznante como las fotos que recorrieron el mundo durante la guerra del Libano en 2006 donde niños israelíes escribían mensajes sobre las bombas que iban a ser disparadas desde los bombarderos sionistas,
Como si esto fuera poco existen algunas campañas que promueven la violación de mujeres palestinas por parte de los soldados israelíes como un “método válido” para combatir a Hamas.

Estas muestras de brutal cinismo no pueden ser más que el reflejo extendido, sobre la mayoría de la sociedad israelí, de un discurso racista y colonialista de un estado que no solo trata a los 2 millones de árabes israelíes que viven en su interior como ciudadanos de segunda, sino que utiliza métodos terroristas, de limpieza étnica y castigo colectivo sobre el conjunto de la población palestina.

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