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MOVIMIENTO OBRERO

“Las Sirvientas” (parte final)

“Las sirvientas” - porque eso son para la burguesía las mujeres obreras que trabajan en sus casas – nos muestran el meticuloso mundo de “las señoras”.

Hernán Aragón

15 de noviembre 2012

“Las sirvientas” - porque eso son para la burguesía las mujeres obreras que trabajan en sus casas – nos muestran el meticuloso mundo de “las señoras”. Las puertas están abiertas de par en par, el ambiente ventilado y todo prolijamente ordenado. Sólo es cuestión de tomar asiento para ver cómo las miserias humanas alcanzan un glamour sublime; beben su aperitivo, se vomitan encima y después ríen como sí nada.

Pasen y pónganse cómodos: “las sirvientas” acaban de abrir una válvula de escape y ya no hay nada que pueda detenerlas.

La vida las volvió conspirativas y ahora, con la conciencia de saberse parte de una clase que puede dar vuelta su condición, se tornaron más incisivas cuando hablan de “las señoras”. Gesticulan e impostan la voz para imitarlas, para que podamos hacernos una idea.

Nos cuentan que el regateo, la avaricia, la mezquindad es una marca indispensable de “las señoras”, como lo es también la ostentación descarada que hacen a cada instante. “Todo el tiempo buscan hacerte sentir que no sos nadie, que sólo naciste para servirlas”.

Pero si hay un atributo que distingue a las señoras, una particularidad que las vuelve inconfundibles, es ese aire cansino que otorga el derecho a no hacer absolutamente nada. El agobio de la pereza constante, el sufrimiento del “estoy tan cansada” siempre en la punta de la lengua, como las órdenes que imparten a cada instante.

“Las señoras tienen en claro que su vida las van a vivir relajadísimas, total nos tienen a nosotras para que le cuidemos a sus hijos de noche y de día. La gran mayoría de ellas viven obsesivas con sus cuerpos para complacer a los señores. Su machismo es descarado. El lunes al spa, el martes a ponerse los electrodos y así toda la semana. Sus relaciones son hipócritas y caretas. Los engaños están a la vista de todos pero de eso nadie habla. Lo mismo que con sus amistades, se abrazan pero después cuando éstas se van le sacan el cuero descaradamente ¿Qué son las señoras para nosotras, nos preguntás?: lo peor de lo peor”.

Organizadas

“De a poco empezás a abrir los ojos, a chocarte con la realidad. Yo lo veía en mi marido: llegaba a casa reventado, me decía que lo habían obligado a limpiar las máquinas y a trabajar de más. ‘ Lo mismo que a mi’, pensaba. Él me contaba como el supervisor le estaba siempre con la mirada en la nuca. ´Lo mismo que a mi´, pensaba. Entonces empecé a asociar, a ver qué eran las patronales.

Un día él me dijo: - Los de la Bordó me están mostrando como yo estoy dejando la vida en la fábrica.

 Si te ponés a pensar tienen razón, vos y yo somos los esclavos del SXXI, le respondí.

Él se me quedó mirando un instante y luego me dijo: -sabés que tenes razón.

Ese día me quedó marcado para siempre”.

No importa si se llaman Mari, Vale, Estela o Juana. No importa si llevan un delantal a volados o un ambo azul con pollera tableada. Ellas, a escondidas de las señoras, lo hacen un bollo, lo pisotean para dejar de ser “las sirvientas”.

Las compañeras forman parte de las comisiones de mujeres que se están organizando en la zona norte junto a las agrupaciones Bordó, Pan y Rosas y el PTS.

“Además de hacer actividades como ir a volantear a la puerta de fábricas, hacer talleres o participar del encuentro de mujeres, encontramos en la comisión un espacio donde charlar y debatir ente nosotras problemas de nuestra vida cotidiana como la vivienda, la crianza de los hijos, el machismo y la opresión en la que vivimos las mujeres”.

El silencio y anonimato se ha roto. No importa si se llaman Mari, Vale, Estela o Juana, son mujeres de la clase obrera que empiezan a levantarse.

Prensa

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Elizabeth Lallana 113674-7357

Marcela Soler115470-9292

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