Me despidieron el miércoles junto a otro compañero. Ya venían hace unas semanas buscando razones para despedir, pero razones sin sentido. Es evidente que nuestro despido es una persecución por nuestra forma de pensar. Tanto yo como Diego - el otro despedido-, tuvimos un activismo adentro de la empresa para defender a los compañeros, por un montón de persecuciones y derechos que nos quieren quitar. En las reuniones nosotros nos destacamos por discutir y enfrentar a la patronal. Diego fue integrante de la lista Celeste y Blanca para las elecciones; también fue fiscal. Yo, aparte de mi activismo ahí adentro, reconocido por todos mis compañeros, integro una agrupación de trabajadores que saca un boletín. Justamente hace unos meses atrás saqué una nota por los 30 años del genocidio acá en la Argentina, cuento que soy hijo de Carlos Morelli, delegado de Astarsa en los ‘70, perseguido por la dictadura e integrante de la Comisión Memoria, Verdad y Justicia. Entonces, creemos que es claramente una persecución hacia mí, hacia Diego y hacia un sector de activistas que se oponen a estos atropellos de Pepsico.
Nosotros por lo pronto le exigimos al sindicato que nos defienda. Sabemos que son burócratas que están en el gremio con Daer, nunca nos defendieron, pero le exigimos al sindicato que se haga cargo de hacer una asamblea ahí adentro para explicar a los compañeros. Estamos impulsando un petitorio por nuestra reincorporación y para que no haya ningún despido más en Pepsico, tanto de efectivos como de contratados, porque no sólo a efectivos están persiguiendo sino continuamente a los contratados, como pasa en casi todas las empresas y esto se hace natural. Cada semana echan a 20, 30 personas y en Pepsico lo estamos viendo día a día. No nos vamos a quedar de brazos cruzados, vamos a hacer todo lo que se pueda, mediante una campaña a nivel nacional y en unidad con otros trabajadores.