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Debate Abierto

La situación política en Francia y las posiciones de las principales corrientes de la “extrema izquierda”

6 de marzo 2008

La situación política en Francia está dominada por una ofensiva general de la burguesía contra la clase obrera (...) Esta ofensiva, llevada adelante por el gobierno de Sarkozy, pero en el fondo, apoyada por la “oposición” burguesa de izquierda (Partido Socialista, al que se subordinan los Verdes y la dirección del PCF) está determinada por la pérdida de competitividad de las empresas francesas en el mercado mundial (el déficit comercial alcanza un récord de 39 mil millones de euros). Efectivamente, este debilitamiento estructural, al que se agrega la fuerte disminución coyuntural del crecimiento francés (el FMI sólo prevee 1,5% para 2008), se debe ante todo al peso todavía importante de las conquistas sociales y de los servicios públicos: la resistencia de la clase obrera (sobre todo, los grandes movimientos de 1995, 2003 y 2006) no ha impedido los retrocesos sociales, pero ha limitado su amplitud, manteniendo el “costo de trabajo” a un nivel globalmente elevado.

El principal problema a superar para la clase obrera es que, por el momento, la relación de fuerza le da ventaja a la burguesía. Esta no solamente hizo elegir, en mayo pasado, a uno de sus representantes más duros, sino también, este otoño obtuvo una victoria contra los ferroviarios (vanguardia de estos últimos años) y contra los estudiantes (victoriosos en 2006 contra el gobierno), cuyas huelgas fueron traicionadas por las direcciones sindicales colaboradoras que aceptan “negociar” la regresión social.

Sin embargo, la derrota de este otoño de la clase obrera y de los estudiantes no ha sido una derrota sin combate: fueron traicionados pero no aplastados, y conservan intacta su capacidad de resistencia social. Significativas huelgas locales tuvieron lugar, especialmente sobre la cuestión salarial y de la defensa de puestos de trabajo, y nuevas e importantes movilizaciones seguramente se darán, en las próximas semanas o meses, contra la política del gobierno. Además, el fuerte descenso de popularidad de Sarkozy, las vacilaciones en su propio campo con respecto a las elecciones municipales y el fracaso anunciado de la derecha en esta ocasión, limitan la fuerza del gobierno y crean, entre las masas, un estado de ánimo favorable a las luchas.
Por eso, la responsabilidad de los revolucionarios es combatir por un frente único capaz de hacer fracasar los planes del gobierno, sobre la base de un plan de movilización general de los trabajadores y los jóvenes. Esto pasa por levantar reivindicaciones unificadoras y métodos de lucha eficaces: por aumento general de los salarios, contra los planes de despidos, contra todas las divisiones, contra las “jornadas de acción” sin perspectiva, por el recurso al arma privilegiada de la huelga, a la autoorganización y a la coordinación democrática de los trabajadores y los jóvenes en lucha.

Pero este combate prácticamente inmediato es indisociable de una actividad de reconstrucción del movimiento obrero y de la conciencia de clase. Esto pasa por dos ejes prioritarios. Por un lado, es necesario comenzar a reconstruir el sindicalismo de lucha de clase (...)
Por otra parte, la necesidad histórica de un partido revolucionario de los trabajadores se hace sentir de manera más aguda aún que en el período anterior. Frente al PS burgués, que apoya las reformas de Sarkozy, y a su satélite electoral moribundo, que es el aparato del PCF, la situación actual hace posible y necesaria la apertura de una amplia discusión en la vanguardia de los trabajadores y de los jóvenes. A este respecto, la responsabilidad de las tres principales organizaciones de extrema izquierda, LO, el PT (“lambertista”) y la LCR, es crucial. Estas organizaciones de talla nacional se reclaman oficialmente del proletariado y del socialismo, incluso del trotskismo, cada una cuenta con varios miles de militantes y simpatizantes, dirigen o influencian centenares de sindicatos y, en lo que concierne a LO y sobre todo la LCR, tienen una audiencia mediática y resultados electorales no despreciables. Ahora bien, ellas son incapaces de desempeñar el papel que debería corresponderles, porque la política que llevan adelante está en las antípodas de su programa oficial.

Su punto en común es que las tres organizaciones se niegan a denunciar de manera sistemática al capitalismo en tanto tal, y a oponerle la perspectiva del socialismo, es decir, de un gobierno de los propios trabajadores. Esta cobardía programática los conduce, en la práctica, al electoralismo más chato y a la negativa a tomar reales iniciativas en la lucha de clases (...)

Además, la dirección de LO, a partir de ahora, agrega a su pasividad política tradicional y a su autoaislamiento sectario, una alianza electoralista inadmisible con el PS desde la primera vuelta en las elecciones municipales, contribuyendo a impedirle a los trabajadores ir hasta el fondo en su ruptura con la “izquierda plural”. Correlativamente, no ha vacilado en excluir de hecho a su Fracción que, mientras desarrolla habitualmente una orientación bastante próxima a la de la mayoría, sin embargo acababa de iniciar un combate muy correcto contra el viraje derechista sin precedentes de la dirección...

Por su parte, la dirección del PT interpreta todas las consecuencias de su deriva, a la vez tradeunionista, “republicana” de los últimos años, pretendiendo fundar un “partido obrero independiente” (POI) con (...) “candidatos republicanos”. Este nuevo partido se reclama oficialmente de la lucha de clases e incluso del socialismo, pero la línea real del PT y del Comité por un POI consiste de hecho en denunciar, ante todo, a la Unión Europea, presentada como la única fuente de todos los males, lo que lleva a una negativa de denunciar realmente al capitalismo, incluso a no responsabilizar al gobierno de Sarkozy, presentado como rehén de la UE (...)

Finalmente, la dirección de la LCR (integrando a partir de ahora a su antigua tendencia de “izquierda”, la corriente Democracia Revolucionaria) quiere crear un “nuevo partido anticapitalista” (NPA), de contenido indeterminado, renunciando incluso en las palabras al trotskismo, y no diferenciando, en el fondo, entre reforma y revolución.
Sin embargo, la línea de la LCR se distingue en un punto que hoy puede tener una importancia decisiva: al lanzar su proyecto de NPA y sean cuales fueran sus propias intenciones centristas, incluso revisionistas, la dirección de la LCR abre objetivamente un marco de discusión que interesa a miles de trabajadores y jóvenes sensibilizados por la campaña presidencial de su portavoz, Besancenot, por sus posiciones mediáticas y la campaña reformista, pero ampliamente autónoma, de la LCR para las municipales (...)

Por eso, los trotskistas principistas deben apropiarse de esta iniciativa, participar en sus reuniones y construir los comités por el NPA. Sin la menor ilusión con respecto a los dirigentes de la LCR, es correcto participar en esta iniciativa para hacer avanzar las ideas revolucionarias entre los militantes, trabajadores y jóvenes que, sin ser de entrada marxistas, evidentemente, vienen a los comités NPA porque buscan una alternativa al capitalismo. Por lo tanto, es necesario hacer todo para convencerlos que el partido que se necesita es un partido abiertamente revolucionario, que intervenga en la lucha de clases por la independencia del proletariado, contra la colaboración de clases, contra los callejones sin salida reformistas y centristas de todo tipo, por ende, por la conquista del poder por los trabajadores, por el socialismo.

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