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La misión republicana

2 de noviembre 2006

La derrota oficialista en Misiones condiciona políticamente la carrera reeleccionista, no ya de gobernadores como Fellner o Solá, sino del propio Kirchner. Más aún: si la lucha de patotas en San Vicente desenmascaró el contenido reaccionario de su alianza con la CGT de Moyano; la vidriera nacional que resultó ser Misiones desnudó que la “nueva política” es un rejunte con personajes como Rovira y el viejo aparato clientelar de punteros del PJ. Lo peor de todo, para Kirchner, es que lejos de poder despegarse del gobernador calificándolo ahora como un impresentable al que fue “un error” apoyar, lo cierto es que fue el propio Kirchner el que mandó a su hermana Alicia a desembarcar con todo el apoyo para el aparato clientelar que se vio en Misiones.
La derecha argentina, inspirada por la cúpula de la Iglesia, se ha servido de esta crisis para aparecer con las banderas “republicanas”. Pero esto no significa, como desliza el periodista Mario Wainfeld de Página/12, que en Misiones se volvió a expresar el “que se vayan todos”. Aquella consigna surgida desde las jornadas revolucionarias del 2001 expresó un momento de ruptura de sectores de masas, especialmente de las capas medias, con el bipartidismo de los partidos tradicionales, un rechazo a todos los políticos del régimen. Esto, aunque no haya tenido más expresión electoral que el precedente del “voto bronca”, tuvo múltiples manifestaciones como en las asambleas vecinales, en la acción directa de los ahorristas frente a los bancos, en cortes de ruta y calles, en tomas de empresas quebradas y hasta en nuevas organizaciones de los trabajadores que se contagiaban del proceso asambleario. Confundir esto con el voto a un frente armado por el terrateniente yerbatero y ex-menemista Puerta, y encabezado por el candidato de Bergoglio y la Iglesia que pide “reconciliación” con los genocidas de la dictadura, es más o menos lo mismo que confundir a Kirchner con un progresista. Cierto es que la Iglesia debió apelar a las banderas democrático formales que el viejo aparato de punteros reciclados por Kirchner no pueden sostener, y esto atrajo, con la ayuda de la CTA, el PC y otras expresiones de centroizquierda, a un sector del voto “progresista”. Pero esta capitalización de rechazo de sectores de masas a los métodos punteriles y al clientelismo que canalizó el obispo Piña, será utilizada para oponerse a las tendencias a la acción directa que se emparenten con las del 2001, incluso para reprimirlas bajo el manto de estar luchando por el “fortalecimiento de las instituciones”. Sólo esto explica el apoyo de Blumberg, Macri o Sobisch a la cruzada “republicana” de Misiones. En todo caso, así se prepara la derecha para “otro 2001”, es decir contra una insurgencia obrera y popular, para que esta no ponga en pie sus nuevas instituciones sociales y políticas en ruptura con el régimen de los partidos y coaliciones de los capitalistas.

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