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Obreros rurales

LOS OBREROS RURALES EN ‘EL GRANERO DEL MUNDO’

La dictadura que manda en los campos

Córdoba, año 1904. “A las 2:30 no se podía dormir en la pieza que ocupaban, había 35° de temperatura. Algunos tienen una carpa que les cuesta 5 o 6 pesos: eso es lujo. Los más clavan unas estacas en el suelo, y hacen una cama de palos clavados. Ponen encima bolsas llenas de pasto seco: ese es el colchón”. Lo dice el médico catalán Juan Bialet Massé, contratado por Julio A. Roca para realizar su conocido “Informe sobre el estado de la clase obrera”.

Lucho Aguilar

3 de abril 2008

Córdoba, año 1904. “A las 2:30 no se podía dormir en la pieza que ocupaban, había 35° de temperatura. Algunos tienen una carpa que les cuesta 5 o 6 pesos: eso es lujo. Los más clavan unas estacas en el suelo, y hacen una cama de palos clavados. Ponen encima bolsas llenas de pasto seco: ese es el colchón”. Lo dice el médico catalán Juan Bialet Massé, contratado por Julio A. Roca para realizar su conocido “Informe sobre el estado de la clase obrera”.

La Rioja, año 2007. “Los trabajadores y las familias son sometidos a vivir en condiciones infrahumanas: duermen en carpas, deben acostarse apoyando colchones o algunas frazadas sobre las bandejas de los cajones de estiba de aceitunas, no tienen baños y tampoco poseen iluminación adecuada”. Concluye el informe de UATRE (Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores), sobre la situación de los trabajadores rurales en la zona.

Hoy, en la Argentina, hay más de 350 mil trabajadores golondrina como ellos. Contratados temporalmente o en negro, carecen de la mayoría de derechos y beneficios que un trabajador en blanco.
¿Cuánto han cambiado las cosas?

Con la soja al cuello

Decía Bialet Massé, hace 100 años: “aunque se dice que se hacen de sol a sol, es falso, porque se aprovecha la luna, el alba, para alargar la jornada. En total el tiempo del peón no baja de 15 a 17 horas. Al concluir la temporada es un hombre agotado completamente”.

Provincia de Buenos Aires, año 2008. “La jornada es casi siempre de sol a sol, sólo en invierno puede ser más corta. Yo trabajo en cosecha, y se cobra un porcentaje sobre lo que se trabaja. El porcentaje es mínimo, la mayor plata se la llevan el empleador y el dueño del campo”, se anima a denunciar a La Verdad Obrera uno de los peones tractoristas que trabaja en los campos de soja de Junín y se arrimó al piquete rural de esta semana.

Durante la gestión de los Kirchner, como reconoce Cristina, la ganancia de los patrones del campo se multiplicó varias veces. El año pasado se quedaron con un excedente de 39 mil millones de pesos, gracias a los precios internacionales y el enorme beneficio de la renta diferencial que le permiten sus tierras.

En cambio, los trabajadores rurales registrados parten de un salario de 1080 pesos, de los que muchas veces se les descuenta comida y vivienda. Ese es, sin embargo, un ‘privilegio’ que goza sólo la cuarta parte de ellos. El resto está en negro, o trabaja para contratistas y cooperativas de trabajo truchas. Así, a pesar de los promocionados aumentos y el plan de regularización del RENATRE, el salario real y el porcentaje de trabajo en negro son similares a los de 2001. Con estos niveles de precarización y explotación, el trabajador significa apenas el 1% de todos los gastos del productor (semillas, maquinarias, agroquímicos, etc). Lo reconoce el propio sindicato.
¿Será la famosa distribución de la riqueza de la Presidenta?

Ley videlista

A pesar de la modernización del agro, que avanza de forma combinada y desigual según las zonas, el producto y el tamaño de los capitalistas, la explotación de los trabajadores rurales en la Argentina recuerda muchas veces lo que sucedía hace 100 años.

Hoy, más allá de la demagogia de Cristina Kirchner en su disputa con los ruralistas, de los discursos contra la oligarquía y el golpismo, la dictadura patronal sigue viva en el campo. Peor todavía: sigue viva en las leyes. Como venimos denunciando, muchas de las condiciones en que trabajan los obreros rurales están garantizadas por el Régimen Nacional de Trabajo Agrario aprobado por la Ley N° 22.248 de 1980, que sustituye el Estatuto del Peón y la Comisión Nacional de Trabajo Rural.

En su primera parte, la ley de Martínez de Hoz decreta que los peones rurales son trabajadores de segunda, que no se regirán por la Ley de Contrato de Trabajo. A partir de allí, una serie de artículos comienza a borrar derechos conquistados. Para el artículo 14, “la duración de la jornada de trabajo se ajustará a los usos y costumbres propios de cada región y a la naturaleza de las explotaciones”. Para no dejar dudas, el artículo 15 agrega que “será facultad exclusiva del empleador determinar la hora de iniciación y terminación de las tareas de acuerdo con las necesidades o modalidades de la explotación”. El Decreto N° 563 dictado en 1981 para reglamentar la ley 22.248, establece que “las pausas para la comida y el descanso pueden ser acumuladas” y que “se prohíbe el trabajo en días domingo, salvo cuando necesidades impostergables de la producción”. Así, muchos derechos quedan subordinados a los usos y costumbres, de los terratenientes, claro.

A partir del artículo 77, determina que además de trabajadores de segunda, puede haber trabajadores de tercera. Bajo el título de No permanentes, regula los derechos del “trabajo agrario celebrado por necesidades de la explotación de carácter cíclico o estacional, o por procesos temporales propios de la actividad (…) y también alcanzarán al trabajador contratado para la realización de tareas ocasionales, accidentales o supletorias”.

Contratados por temporada o incluso por día, a merced de las necesidades del patrón y sus tierras, los trabajadores temporarios desconocen muchos de los derechos que mantienen los permanentes, en general carecen de cobertura contra los accidentes y enfermedades inculpables, y pierden derechos los menores y la mujer trabajadora. El salario de estos trabajadores podrá ser fijado a destajo y abonado en especie.

Por los derechos de los trabajadores rurales

A pesar de las reformas del convenio UATRE y las actualizaciones sobre el régimen laboral y las modalidades contractuales que ha realizado la Comisión Nacional de Trabajo Agrario (integrada por el Ministerio de Trabajo, el sindicato y las entidades rurales), la Ley 22.248 de la dictadura sigue vigente. Por si quedaran dudas, la situación de cientos de miles de trabajadoras y trabajadores muestra que en el campo sigue mandando la ley del patrón: la del fraude laboral, la superexplotación y el trabajo infantil.

Los trabajadores no tenemos fronteras. También vale para el campo y la ciudad. Por eso hay que denunciar las condiciones en que trabajan nuestros hermanos de clase, y luchar junto a ellos para tirar abajo las leyes videlistas, conquistar la libre organización sindical y el control de las condiciones de trabajo, el blanqueo laboral y un sueldo igual a la canasta familiar.

Para ‘desmentir’ aquel informe de Bialet Massé que hace 100 años concluía que “la condición del trabajador es de lo más inestable, y nadie se cuida de sacar de él los rendimientos mayores posibles, no considerándolo sino como un medio, menos importante que la máquina y que la bestia, porque estas tienen un precio de compra, son un capital que es preciso conservar, mientras que si un hombre se pierde, se repone con otro. Ellos son las águilas del progreso, héroes anónimos, que labran el canal de la riqueza que no van a gozar”.

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