En un hecho inédito en la historia argentina la patota de la Unión Ferroviaria, incluido su jefe José Pedraza, fueron sentados en el banquillo de los acusados, trascendiendo el castigo a los que “apretaron el gatillo”, lo que no pasó ni con los grupos paraestatales de la Triple A. La necesidad del gobierno K de eximirse de su propia responsabilidad se combinó con el resultado de una larga e histórica lucha de los trabajadores del Roca contra el fraude de las tercerizadas y con la movilización desarrollada, permitiendo tanto la conquista del pase a planta de tres mil ferroviarios como el juicio a la patota y siete policías.