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John Reed

John Reed: relatos de la revolución

John Reed es conocido por su libro Diez días que conmovieron al mundo, un relato impresionante de los días previos a la revolución de octubre. Este libro ha sido leído por miles de obreros, jóvenes y estudiantes como primera aproximación a la revolución rusa. El deseo de Lenin de que el libro sea traducido y circulara por millones fue cumplido

Comisión del IPS

20 de septiembre 2007

John Reed es conocido por su libro Diez días que conmovieron al mundo, un relato impresionante de los días previos a la revolución de octubre. Este libro ha sido leído por miles de obreros, jóvenes y estudiantes como primera aproximación a la revolución rusa. El deseo de Lenin (ver aparte) de que el libro sea traducido y circulara por millones fue cumplido.

Pero cuando llega a Rusia, John Reed no era un desconocido. Tenía una importante reputación como periodista en los EE.UU., especialmente como corresponsal de guerra, al igual que por su activismo contra la guerra mundial. Varios diarios y revistas querían publicar sus artículos, pero, en palabras de Max Eastman (amigo de Reed y coeditor de The Mases1) “John Reed se enfrentó al dilema de la hipocresía en el seno del periodismo capitalista y la desprestigiada y desolada verdad de la prensa revolucionaria. Y escogió la verdad”2.

La revolución rusa no fue la primera que vio. Ya había pasado, en 1914, varios meses en México, junto al ejército de Pancho Villa, adoptando inmediatamente el punto de vista de los campesinos pobres que luchaban por su tierra. De esas experiencias salió el libro México insurgente.

La lucha contra la primera guerra mundial

John Reed nació en 1887 y desde su juventud se enfrentó al orden social existente. Mientras era estudiante de la Universidad de Harvard, (donde concurrían los hijos de las familias más adineradas de EE.UU.), organizó un club socialista. Más tarde trabajó con los fundadores de la I.W.W. (una de las organizaciones sindicales de EE.UU.). En 1913 fue encarcelado por su apoyo a la huelga de Paterson. Ese mismo año realizó una dramatización de esa huelga, que logró presentar en el Madison Square Garden.

Se opuso a la primera guerra mundial desde su comienzo. La pregunta de porqué alguien quiere pelear en esa guerra recorre algunos de los cuentos que se pueden leer en la recopilación que lleva el título de Hija de la revolución.

Cuando EE.UU. entra en la guerra, a pesar de que el patriotismo impulsado por los medios de comunicación inundaba el país, su oposición más bien aumentó. En uno de los juicios que se llevaron a cabo en contra de Reed (en este caso por haber publicado un artículo antimilitarista bajo el título de “prepara una camisa de fuerza para tu hijo soldado”, fue acusado por alta traición), “El fiscal hizo lo indecible por arrancar a los jurados patriotas un veredicto que sirviera de escarmiento; llegó incluso a situar cerca de los edificios del tribunal una banda que estuvo tocando himnos nacionales todo el tiempo que duraron las deliberaciones. Pero Reed y sus compañeros defendieron valientemente sus convicciones. Después de que Reed hubo declarado gallardamente que consideraba como su deber luchar por la transformación social bajo la bandera revolucionaria, el fiscal le dirigió esta pregunta: Pero, en la actual guerra ¿Combatiría usted bajo la bandera norteamericana?”3 La respuesta de Reed fue un categórico ¡No! Pero como luego debieron extirparle un riñón, no tuvo la posibilidad de decirle lo mismo a los señores del ejército. Aunque sí pudo decir “La pérdida de un riñón me puede liberar de hacer la guerra entre dos pueblos. Pero no me exime de hacer la guerra entre las clases”
La Primera guerra mundial y la revolución Rusa

La película Reds, dirigida y protagonizada por Warren Beaty, relata la vida de John Reed y su compañera Louise Bryant. Ellos ven a la revolución rusa como la única posibilidad de acabar con la guerra imperialista. Y se puede ver a Reed interviniendo en asambleas obreras, planteando la necesidad de frenar la guerra. En la visión de Reed, sólo los obreros pueden acabar con la matanza a la que los llevaron los capitalistas. Por esto la pareja va a Rusia para relatar lo que sucede en ese país. De este viaje, Reed publica 10 días que conmovieron al mundo, y Louise Bryant 6 meses rojos en Rusia. En ambos libros se ve una admiración y defensa incondicional de los soviets. Son estos organismos de democracia directa lo que más los impresionan. Por eso Reed escribió varios artículos sobre la forma de organización soviética, entre los que se destaca “Los soviets en acción”.

En 10 días…, Reed relata sus visitas al instituto Smolny y los preparativos para la insurrección. Da imágenes de los delegados obreros y soldados provenientes del frente de batalla, recorriendo los pasillos del Smolny en búsqueda de noticias, y trasmitiendo sus experiencias. Y a medida que se acerca la toma del poder, luego de relatar la discusión en el comité central del partido bolchevique en la que se decide la insurrección, muestra cómo la agitación y la organización de la insurrección van creciendo bajo el mando de Lenin y Trotsky.

Bryant no es tan cercana al bolchevismo como Reed. Pero su defensa de los soviets es indiscutible. Ella simpatiza con los bolcheviques en tanto tienen la confianza de los soviets y los defienden. Para ella lo que divide aguas no es si se está con Kerensky o no, sino si se está con los soviets. Su libro, no tan emotivo como el de Reed, es un intento de convencer al “ciudadano medio” de los EE.UU., de que debe apoyar al gobierno soviético, que los intereses norteamericanos no son contrapuestos a la existencia del estado soviético.

Pero Reed no sólo escribió sobre Rusia sino que participó en el Buró Internacional de Propaganda Revolucionaria, siendo uno de los principales redactores de la propaganda que se enviaba a Alemania para convencer a los obreros y soldados que se unieran a la revolución. Algunos de sus trabajos son relatados por Bryant (como se puede ver aparte).

Después de la revolución

De vuelta en los EE.UU. John Reed ya era parte de la III Internacional, intentando organizar un grupo en EE.UU. Además de seguir impulsando la organización de la I.W.W., por este activismo, y por su pasado como “traidor a la patria”, fue varias veces encarcelado. Pero siempre lograba salir bajo fianza, consiguiendo aplazamientos en los juicios y terminaba siendo absuelto.

Vuelve a Rusia para discutir la unión de dos grupos de EE.UU. que eran parte de la III Internacional. Al intentar volver a EE.UU. es encarcelado en Finlandia, pero logra volver a Rusia. De allí parte al congreso de Bakú como delegado, pero vuelve enfermo de Tifus y muere en 1920. “Un consuelo les queda a sus viejos amigos y camaradas; los restos de John Reed reposan en el único lugar en el mundo donde él quería encontrar su último descanso: en la plaza Roja de Moscú, al pie de las murallas del Kremlin. Sobre su nicho se ha colocado una piedra sepulcral a tono con su carácter, una piedra de granito sin pulir en la que aparecen grabadas estas palabras: JOHN REED. DELEGADO A LA TERCERA INTERNACIONAL. 1920”4

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