Miguel Acuña tiene 28 años y es soltero. Está sin trabajo hace un año y medio. Tapa su cara con un pasamontañas, no tanto por su novel condición de piquetero sino por el frío del océano Atlántico. En este mismo lugar, la empresa Termap, perdió a un amigo en enero de 1998, cuando se incendió el tanque 2006 y los dueños eran otros.
El también trabajaba aquí. Su último trabajo fijo fue en la pesquera Conarpesa. Era sereno de barcos. Y lo llamaban a cualquier hora. "Así me perdí varias fiestas", cuenta. Nació en Trelew pero sus padres terminaron en Caleta Olivia. "Para las elecciones me ofrecieron un plan y no quise. Yo quiero trabajar", afirma. Por pegar afiches le ofrecían 20 pesos por noche. Pero no quiere saber nada con el clientelismo político.
Daniel no quiere decir su apellido. Casi pelirrojo, tiene 27 años y tres hijas: la más grande de 6 años y la más chica de 7 meses. El suyo es un caso curioso: este año dejó el trabajo que tuvo en los últimos 10 en la pesquera Barilari. Se cansó de la mala paga y en negro. "Nos tienen que dar laburo en los pozos", dice sobre los dueños de la playa de tanques que tenían tomada.