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LABADEE, UN MUNDO FELIZ

Haití: entre el crucero de lujo y los portaviones

Esta misma semana, los distinguidos pasajeros del Liberty of The Sea (Libertad de los Mares), podrán elegir entre diversos menúes, todos de exclusiva procedencia, regados con los más afamados vinos italianos. Estará disponible el servicio de jacuzzi y, para la fiesta a bordo, la tripulación recomienda el uso de smoking a los hombres, vestido a las damas.

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21 de enero 2010

Esta semana, en Haití, ni siquiera se podían conseguir los bollos de barro, manteca vegetal y sal que alimentaban a buena parte de la población antes del terremoto. Ni eso.

Esta misma semana, los distinguidos pasajeros del Liberty of The Sea (Libertad de los Mares), podrán elegir entre diversos menúes, todos de exclusiva procedencia, regados con los más afamados vinos italianos. Estará disponible el servicio de jacuzzi y, para la fiesta a bordo, la tripulación recomienda el uso de smoking a los hombres, vestido a las damas.

Para la Royal Caribbean, la multinacional que posee los cruceros más grandes del mundo, el show debe continuar. Mientras los cadáveres riegan las calles y aún hay susurros bajo los escombros, el crucero Liberty of The Sea llegará al complejo de Labadee (Haití) por estos días. Al paraíso privado no pueden ingresar el común de los haitianos, “aislado del resto del país por muros de tres metros y medio coronados por alambres de espina, defendido por una fuerza de seguridad privada” (El Mundo, España). Hay excepciones, claro: los 230 empleados del complejo que cumplen cada deseo de los turistas, incluídas las mujeres que les trenzan el cabello y los mozos que sirven el Labaduzees, el cóctel exclusivo de la playa.

Los directivos de la empresa, visiblemente conmovidos por la tragedia, informaron a la prensa que han donado “sillas y colchones que nos sobraban”, y prometieron donar un millón de euros en leche y arroz. Una provocación comparado con los 5000 millones que facturó la empresa en el 2009.

Para no cargar solos con tanta solidaridad, “recomendaron a los turistas bajar de los barcos, ir al mercado de Labadee, comprar productos y agregar más dinero al precio de los mismos, además de dar generosas propinas a los haitianos” (El Mundo). La asquerosa ‘responsabilidad social empresaria’, como gustan llamarle los burgueses a la limosna que dejan caer de sus bolsillos, es tan cínica como la imagen copiosamente difundida de Bill Clinton cargando bolsas en el aeropuerto.

La prensa internacional se asombra ante lo inoportuno de la oferta turística, mientras el imperialismo y los gobiernos de la región demoran la ayuda a los damnificados, más preocupados por reprimir cualquier rebelión contra al hambre. Pero el Liberty, cargado de lujos, no es más que la otra cara del portaviones de la IV Flota estacionado junto a Puerto Príncipe, cargado de marines. El mismo rostro de un capitalismo empecinado en mantener el lujo de unos pocos, a fuerza de la ocupación, el saqueo, la venganza contra quienes fueron los primeros esclavos en rebelarse contra el yugo colonial.

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