logo PTS

Actualidad

Kirchner y Chávez

Gestos amistosos con EE.UU.

7 de diciembre 2006

Kirchner fue uno de los primeros en saludar el triunfo de Chávez, que apenas tres días después viene a la Argentina. Después del distanciamiento que significó el alineamiento pro-norteamericano del gobierno en la campaña contra Irán y la crisis con el chavismo nacional encabezado por D’Elía, Kirchner y Chávez vuelven a acercarse.
Luis D´Elía se animó a declarar que “la visita de Chávez al país es un rotundo triunfo mío y una estrepitosa derrota de Alberto Fernández y de la derecha pro norteamericana que hay en el gobierno y que él representa”. Raro triunfo el de D´Elía cuando la primera decisión de Chávez fue retirar al embajador Roger Capella acusado por el gobierno y “la derecha pronorteamericana” de impulsarlo a él a la solidaridad activa con la embajada de Irán y financiar movimientos piqueteros en la Argentina, incluido el suyo.
Este nuevo punto de encuentro entre Kirchner y Chávez no es, ni puede ser, un regreso al momento político de la Cumbre de Mar del Plata de 2005, que dio el marco a un masivo rechazo al ALCA y a la presencia de Bush en la Argentina. Este encuentro se da en un marco de gestos conciliadores hacia EE.UU. de ambos gobiernos.
El amplio triunfo electoral de Chávez significó a la vez una apertura de la “revolución bolivariana” al bipartidismo burgués con la emergencia de una oposición que, entrando por ahora en el juego electoral detrás de Manuel Rosales, el representante de los sectores petroleros y más ricos, encubre a una derecha golpista agazapada. Esta apertura redundó en un reconocimiento del proceso electoral del propio Departamento de Estado norteamericano, a la vez que el canciller venezolano declaró “el Gobierno del presidente reelecto, Hugo Chávez Frías, siempre ha estado en la disposición de tener las mejores relaciones con el Gobierno de Estados Unidos”.
Kirchner viene haciendo lo suyo tomando las banderas “republicanas” que le exige la Iglesia y el diario La Nación, desde que una oposición unificada lo derrotó con estas banderas en Misiones. Su último paso a la derecha fue el de promover la candidatura del vice menemista Scioli para disputar el reclamo de “seguridad” con el ingeniero Blumberg en la provincia de Buenos Aires. En el terreno de las relaciones internacionales, Kirchner recibe a Chávez pero poniendo, a la vez, cierta distancia y por lo tanto no viajará a Bolivia a la II Cumbre Sudamericana donde el venezolano será el centro junto a Evo Morales. El propio diario La Nación debe reconocer que este equilibrio se debe a que “con Washington, el Presidente busca garantizar una convivencia razonable y la afluencia de inversiones. De allí que accediera a los reclamos del gobierno de George W. Bush y de la comunidad judía para apoyar el avance en la causa del atentado contra la AMIA” (6/12).
Más en general, los gobiernos “progresistas” latinoamericanos se preparan, con gestos conciliadores, para recibir a un futuro gobierno del Partido Demócrata de los Clinton, y aprovechar mientras tanto el debilitamiento de Bush después de su reciente derrota electoral y de la manifiesta crisis de dirección imperialista en la guerra de Irak en la que, como reconoció abiertamente el nuevo jefe del Pentágono, “no están ganando”. De esta crisis de dominio imperialista es que las burguesías y gobiernos latinoamericanos quieren sacar provecho y atraer inversiones como las que promueve Kirchner en Argentina y Chávez en Venezuela, cuya industria está dominada por el capital norteamericano de quienes reciben, además, la mayor parte de las importaciones. Este giro de apertura hacia Norteamérica empieza por la propia Cuba donde Raúl Castro se prueba el primer uniforme con un llamado a “negociaciones” con EE.UU.

Sancor y el “Socialismo del Siglo XXI”
En momentos en que el gobierno cubano anuncia su voluntad de abrir negociaciones con EE.UU (¿una “vía china al capitalismo”?), Chávez se presenta como el heredero de Fidel Castro y lanza la idea del “socialismo del Siglo XXI”. Pero este “socialismo” no se basa siquiera en la herencia de la propiedad nacionalizada que fue producto de la revolución cubana. Con las arcas del Estado llenas gracias a los beneficios de la renta petrolera, Chávez se da el lujo de ofrecer 80 millones para salir al salvataje de parte de la deuda de Sancor a cambio de una “producción socialista” de leche en polvo que compraría Venezuela. El rol de prestamista de Chávez ya fue puesto de manifiesto con la compra los U$S 4.000 millones de títulos de la deuda argentina, que vende en Caracas y también recoloca en el mercado secundario, terminando en las carteras de los inversores y los grandes bancos, lo cual es una rara “vía al socialismo”.
“El socialismo –dice Chávez– es la vía porque el capitalismo, que está en crisis, es un modo de control social. Es una dictadura de las elites. Aristóteles lo explicaba matemáticamente: una minoría se eleva económicamente y una mayoría se empobrece. Si hay democracia se impone la mayoría pobre, excluida, que va a pedir sus derechos. Ahí las elites poderosas se van a oponer incluso violentamente. Por eso el capitalismo y la democracia no pueden marchar juntos. Pero así como no queremos la dictadura del capitalismo tampoco queremos la dictadura del proletariado que decía Marx. Queremos democracia, socialismo” (Clarín, 6/12).
Lo cierto es que la democracia venezolana -donde se suceden elecciones en las que “la mayoría pobre” vota recurrentemente a Chávez- no ha servido sin embargo para que estas mayorías cambien cualitativamente su situación en 8 años de “revolución bolivariana”, ni aún tampoco en los últimos tres años de crecimiento económico a “tasas chinas”. En el otro polo, las grandes empresas petroleras norteamericanas vienen realizando en Venezuela importantes inversiones y negocios (ver página 13). No es sólo un problema de Venezuela sino del capitalismo semicolonial de todo el continente. Según las cifras de la CEPAL, un organismo que obra a favor de los nuevos gobiernos pos-neoliberales, en el 2006 el 40% de la población de América Latina y el Caribe, es decir 209 millones de personas se encuentran en la pobreza y más de un 15%, 81 millones, en pobreza extrema o indigencia, apenas un 4% menos que en el 2002, a pesar del fuerte crecimiento económico de toda América Latina en estos años. El mismo informe remarca que “Sin embargo, en Argentina y República Bolivariana de Venezuela, el marcado aumento de los salarios a partir del año 2003 no permitió recuperar el nivel que registraban a fines de la década pasada”.
El régimen capitalista no produce esto porque, como dice ahora Chávez tomando el guante de la oposición, sea antagónico con que haya elecciones donde las mayorías voten, sino porque una clase minoritaria se apropia de la riqueza social. Esta es la verdadera “dictadura” que impera en América latina; opuesta a la de Marx en la que las mayorías ejercerían su “dictadura” sobre la minoría explotadora, y por ello cualitativamente más democrática. La “vía chavista al socialismo” niega la perspectiva de abolición de la propiedad privada de los grandes medios de producción y de cambio; y por lo tanto, de la necesidad de una serie de revoluciones sociales triunfantes en la región que terminen con la dominación y la explotación del capital imperialista y las burguesías nativas. Es una nueva utopía reaccionaria, un engaño para impedir la independencia política de los trabajadores.

Una perspectiva socialista de los trabajadores
Los gobiernos de Argentina y Uruguay están dando una patética muestra que de estos gobiernos “progresistas” no vendrá ninguna “integración latinoamericana” como no sea la que impongan bajo sus intereses las multinacionales extranjeras como la pastera Botnia, a la que ambos gobiernos ceden. Tabaré en una sobreactuación de pro-imperialismo mandando el ejército uruguayo a custodiar las plantas; y Kirchner negociando alivianar los efectos de la contaminación que provocarán las pasteras pero sobre la base de aceptar su instalación. Los progresistas mexicanos que estaban llamados a “la alternancia” y a ejercer un recambio con López Obrador, se muestran impotentes ante la derecha abiertamente pro-norteamericana que asume con Calderón en medio del fraude electoral y el golpe represivo a los trabajadores y el pueblo insurrecto de Oaxaca (bochornoso acto de asunción en que se hizo presente Scioli en nombre del gobierno argentino).
A pesar del apoyo de masas que tienen aún Chávez, Tabaré, Lula, Kirchner o el recientemente electo Correa en Ecuador, los trabajadores del continente están recomponiendo sus fuerzas de clase al calor del crecimiento económico y comenzarán una experiencia política con estos gobiernos. En esta clase está la fuerza para enraizar partidos revolucionarios que vuelvan a poner sobre sus pies el nombre del socialismo.
Parece mentira que sectores que se reivindican de la izquierda socialista, como el MST de Vilma Ripoll, hayan renunciado a plantear una alternativa independiente de los trabajadores en las recientes elecciones de Venezuela. Peor, sostienen que la “marea roja” de votos a Chávez sirve para “profundizar la revolución y avanzar hacia el socialismo” (Alternativa Socialista 06/12/06). Son los mismos que llaman a “unir a la izquierda” en base a “una nueva cultura” que prescinde de la lucha por la independencia política de los trabajadores, sin lo cual hablar de socialismo es una quimera. Por el contrario, un frente de agrupamiento de las fuerzas de la izquierda clasista y socialista como el que proponemos debe partir de la delimitación de los gobiernos pos neoliberales y la explicación paciente del engaño de conciliación de clases que entraña el discurso del “socialismo del Siglo XXI”.

Prensa

Virginia Rom 113103-4422

Elizabeth Lallana 113674-7357

Marcela Soler115470-9292

Temas relacionados: