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NACIONAL

CLARÍN PRESENTÓ SU ‘PLAN DE ADECUACIÓN’

¿Esta era la ley democratizadora?

Finalmente el Grupo Clarín presentó su "plan de adecuación" a la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual pocos días después del fallo de la Corte que declaró constitucionales los artículos que “La Corpo” había frenado con cautelares durante cuatro años.

Daniel Satur

7 de noviembre 2013

Finalmente el Grupo Clarín presentó su "plan de adecuación" a la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual pocos días después del fallo de la Corte que declaró constitucionales los artículos que “La Corpo” había frenado con cautelares durante cuatro años. La noticia fue festejada como un triunfo político en los despachos oficiales. El plan que presentó Clarín ante la autoridad de aplicación, la AFSCA, y la Justicia, propone dividir su rama audiovisual en seis empresas diferentes de las cuales una concentraría a Canal 13, Radio Mitre y TN y otra al grueso de Cablevisión y Fibertel. Si bien el grupo aclaró en un comunicado que "sus titulares serán anunciados más adelante", todo indica que el reparto se haría entre sus accionistas. Sí. Aunque parezca un chiste, no hay nada de la nueva ley que impida que Magnetto y compañía se dividan en varios “Clarines” para cumplir con los topes de licencias que impone el artículo 45 de la norma.

Como avalando la maniobra, desde el oficialista Pagina/12 Mario Wainfeld dice que “la movida podría ser válida. Esto es, fabulando un poco, si se fragmentara en espacios que poseyeran (es un decir) José Antonio Aranda, los hermanos Noble Herrera, Marcelo Tinelli, Adrián Suar. Claro que las nuevas empresas tienen que ser realmente autónomas y no ‘un dibujo’. No deben funcionar como grupo.” (05/11). Fábula más, fábula menos, la manganeta sería totalmente legal.

La AFSCA tiene 120 días a partir de recibir el plan de Clarín para evaluarlo. Y si bien no se sabe si será aceptado, vale recordar que Sabatella ya le había dejado la puerta abierta a “La Corpo” para esta salida cuando el año pasado, antes del fallido 7D, dio a conocer el “plan de adecuación” presentado por su aliado Grupo Uno, que planteaba el reparto de las licencias entre sus miembros (Daniel Vila, su hija Barbarita, Alfredo Vila Santander y José Luis Manzano). Entonces muchos se preguntaron “¿para esto tanto lío?”

Hoy la pregunta puede repetirse, y hasta podríamos sumar otras al leer la afirmación del propio escriba k, Wainfeld, cuando imagina un futuro próximo: “De hecho, si Clarín se aviniera a honrar la ley, quedaría con un patrimonio formidable: el mayor en la Argentina, con escaso o nulo parangón en el mundo (salvando diferencias relativas). Pero cedería su posición dominante, que es uno de los objetivos de la ley” (Página/12, 05/11). Más allá de que el mutimedios de Magnetto termine resignando algunos negocios (en la TV por cable, por ejemplo), la “ley democratizadora” se desnunda como una verdadera estafa. Ya no sólo por impulsar la conformación de nuevas corporaciones aliadas al gobierno, sino porque la “madre de todas las batallas” resultó ser una mera limitación a los intereses de “La Corpo”.

Una farsa a la que hay que sumar las gambetas que el mismo gobierno le hizo a la propia ley en estos años, como el aval a la venta de los medios de Daniel Hadad a Cristóbal López violando el “principio de intrasferbilidad”; o al control de Telefónica sobre Telefe, que viola límites e impedimentos para empresas entranjeras y operadores de servicios públicos para poseer licencias de medios. Y el caso grotesco de haber dejado afuera de la Ley de Medios nada menos que a la televisión digital, una novedad tecnológica que nació sin normativa específica y hoy le permite al gobierno dar licencias a los amigos sin límites siquiera formales.

Todavía hay quienes, colocados en una posición crítica del gobierno pero “viendo lo bueno”, distinguen que una cosa es la ley y otra quien la aplica. Pero no hay ninguna contradicción entre “espíritu” y “letra” de una ley que sólo viene a dirimir intereses burgueses en la reconfiguracón del mercado mediático. Intereses que, desde ya, no son sólo económicos sino también políticos, en un fin de ciclo donde las disputas por la sucesión presidencial ocuparán cada vez más el centro de la escena política nacional.

El control de los medios de comunicación, información y entretenimiento en manos de los capitalistas, en forma privada o estatal, es incompatible con una plena libertad de expresión y una verdadera democratización de la palabra. Bajo esta realidad los trabajadores que luchan por sus derechos deben cortar calles para salir en los medios, la izquierda revolucionaria debe desarrollar el “arte” de la utilización de las “brechas” para difundir sus ideas y los pueblos originarios desplazados por los sojeros son tapa de un diario cuando los reprimen y matan.
Como buen botón de muestra están los siete despidos de la semana pasada en Editorial Perfil, una “noticia” ausente en todos los medios -opositores y oficialistas- y respondida con un gran paro en toda la empresa. Claramente, a la hora de defender libertades y derechos, capitalistas y trabajadores tenemos intereses opuestos por el vértice.

Como señalaba Lenin, “hay que quitar primero al capital la posibilidad de contratar a escritores, comprar las editoriales y sobornar a la prensa, y para ello es necesario derrocar el yugo del capital, derrocar a los explotadores y aplastar su resistencia. Los capitalistas siempre han llamado ´libertad’ a la libertad de lucro para los ricos, a la libertad de morirse de hambre para los obreros. Los capitalistas llaman libertad de imprenta a la libertad de soborno de la prensa por los ricos, a la libertad de utilizar la riqueza para fabricar y falsear la llamada opinión pública”. (1)

La conquista de la verdadera “democratización de la palabra” sólo será garantizada por medios auténticamante públicos controlados por los trabajadores y abiertos a todas las expresiones políticas, sociales, culturales y de la ciencia; donde se invierta la ecuación y los explotados y oprimidos comiencen a dirigir los destinos de su propia vida. Mientras tanto, la libertad de expresión no es un derecho que viene desde arriba ni lo regala ningún gobierno. Es un derecho que se exige y por el que hay que luchar todo los días.

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