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Internacionales

España anuncia tiempos turbulentos

18 de marzo 2004


Los acontecimientos españoles sólo pueden comprenderse en el marco de una situación mundial volátil e inestable, signada por giros bruscos y violentos, tanto a nivel de la economía como de la política y la acción del movimiento de masas.
Los atentados a las torres gemelas en septiembre de 2001, aceleraron la decisión del gobierno de Bush, -que había asumido como resultado de elecciones fraudulentas y carecía de legitimidad-, a lanzar una política imperialista ofensiva y unilateral, basada en el enorme poderío militar norteamericano, para redefinir el dominio de Estados Unidos sobre el mundo. La guerra contra Afganistán primero y sobre todo la guerra contra Irak llevó a una gran polarización a nivel internacional, que se reflejó en las crecientes disputas entre las potencias imperialistas. Pero también en la emergencia de un movimiento de masas inédito, con epicentro en los países aliados de Estados Unidos –Gran Bretaña, España, Italia- donde millones salieron a repudiar esta guerra imperialista.
La derrota electoral del Partido Popular en España no se puede explicar si no es por medio de la combinación de estas enormes contradicciones internacionales y de las que se desarrollaron en el estado español durante los dos mandatos del derechista Aznar.
El 90% de los españoles se había opuesto a la participación en la guerra contra Irak y millones se movilizaron en todo el país contra la decisión del gobierno español de sumarse incondicionalmente al bando norteamericano.
El salvaje atentado en Madrid que se cobró la vida de 200 españoles y dejó más de mil heridos, en su abrumadora mayoría trabajadores y estudiantes, fue un detonante para que estas contradicciones se expresaran en las calles y en el resultado electoral.
Inmediatamente después del atentado, quedaron al descubierto las mentiras descaradas del gobierno de Aznar que inculpó a la organización separatista vasca ETA por la masacre, pretendiendo ocultar así que era responsable de que el pueblo español pagara las consecuencias de sus políticas imperialistas. La actitud del gobierno de pretender usar el terror de la población para sacar ventaja electoral expuso el control gubernamental de los medios de comunicación y el servilismo de estos que, como en Estados Unidos con la mentira escandalosa de Bush de las armas de destrucción masiva, no dudan en reproducir las justificaciones de los gobiernos para llevar adelante masacres como la guerra de Irak. Mostró la sumisión del PSOE ante el PP e incluso Izquierda Unida que se hicieron eco de la "unidad nacional" que intentó imponer Aznar. Pero sobre todo dio lugar a la acción de miles que salieron a las calles, desafiando la veda electoral y el uso que el gobierno pretendió hacer de los muertos y los heridos, y gritaron a toda España y al mundo su indignación, corearon consignas contra la ocupación de Irak, exigiendo el retorno de las tropas españolas, y finalmente el domingo 14 de marzo le dieron el triunfo electoral al PSOE.
Las contradicciones profundas que llevaron a la derrota de Aznar
Aunque era evidente que el PP estaba declinando lentamente y se discutía mucho la posibilidad de que ganara pero sin retener la mayoría absoluta que tenía hasta ahora, nada antes del 11M parecía indicar la derrota de su candidato Rajoy. En realidad, más que ganar el PSOE perdió el PP.
El partido de Rodríguez Zapatero y Felipe González, un partido de gestores del capitalismo, formado por políticos absolutamente corruptos aunque se llame "obrero" y "socialista", de ninguna manera podría haber derrotado categóricamente al PP, sin mediar un acontecimiento como el atentado en Madrid y la reacción inédita que generó.
La perspectiva del triunfo del PP se apoyaba sobre todo en una base social derechizada que se benefició de sus políticas neoliberales. Durante su gobierno, Aznar "sacó" a España de la crisis económica que la había llevado a tener el desempleo más alto de Europa, al precio de liquidar conquistas obreras y de "flexibilizar" las condiciones de empleo y aprovechando los subsidios de la Unión Europea. Con esta receta conocida, generó 4,5 millones de empleos ultraprecarios, y se benefició de la mano de obra inmigrante. El gobierno del PP afiló las garras de sus empresas imperialistas que casi de la nada se transformaron en grandes multinacionales, como Repsol o Telefónica en Latinoamérica, proceso que ya había empezado bajo el gobierno "socialista" de Felipe González. Este situación llevó a una creciente polarización social con el surgimiento por un lado de una nueva clase media xenófoba y profundamente antiobrera, y por otro de una masa de trabajadores españoles e inmigrantes mal pagos y "flexibilizados".
El gobierno del PP constituyó el último capítulo de un proceso de "modernización capitalista" que atravesó España desde la salida del franquismo en los 70, que le permitió ubicarse entre las 10 principales economías del mundo. La democracia imperialista española surgió del Pacto de la Moncloa, basado en el acuerdo reaccionario de los partidos del régimen, al que se sumó el Partido Comunista, del que nació la constitución de 1978 que le dio continuidad a la monarquía y mantuvo como valor supremo la unidad del estado español sobre la base de la opresión y de la renuncia a las aspiraciones independentistas del País Vasco y Cataluña.
Pero este proceso de "modernización" dio lugar a contradicciones y fisuras que fueron agravadas en los últimos años por la política del PP, un partido surgido de las entrañas del franquismo, con su reafirmación del "españolismo" y su campaña "antiterrorista" contra la ETA. Las burguesías vasca y catalana, que habían aceptado el sometimiento al estado a cambio de jugosos negocios, ahora empezaron a rediscutir los términos de su participación en el estado español, reclamando por ejemplo el derecho a negociar en forma independiente su inserción en la Unión Europea.
Desde el punto de vista social, el carácter opresivo del régimen español con su discurso monárquico y católico, viene siendo rechazado mayoritariamente por la juventud que se ha expresado masivamente en huelgas estudiantiles y en el movimiento antiguerra.
Aunque el movimiento obrero ha sido golpeado y la burocracia sindical colaboró estrechamente en la modernización "neoliberal", en el último año se desarrollaron conflictos obreros salvajes con enfrentamientos con la policía que expresan una España obrera y popular que aún no ha hecho irrupción plena en la escena política.
A estas contradicciones internas, Aznar le sumó una política exterior agresiva. Con el afán de negociar mejor su participación como aliado menor de EEUU en Latinoamérica Aznar compró para España las contradicciones que Bush generó en todo el mundo, participando en la guerra y ocupación de Irak contra la opinión de la mayoría de la población. El atentado del 11M actuó como catalizador, provocando un cambio en el estado de ánimo de las masas que se expresó en un importante aumento en la participación electoral y fue canalizado detrás del triunfo de Rodríguez Zapatero.
Rodríguez Zapatero intentará amortiguar las contradicciones más agudas, en el frente interno y externo. Manteniendo el compromiso con la "lucha antiterrorista" y el carácter centralizador y opresor del estado español, probablemente intente una política más "dialoguista" hacia las nacionalidades, y si las circunstancias se lo exigen, conceder cambios constitucionales menores para contener lo más posible la situación y dilatar la tendencia a la descomposición de España. Pero este frente no será nada fácil debido a la nueva fortaleza que adquirieron los nacionalistas, como muestra el fortalecimiento electoral de Esquerra Republicana de Catalunya, desbancando a los nacionalistas neoliberales y conciliadores de Convergencia i Unió. Tampoco será fácil el frente social donde los sectores más golpeados por las políticas del PP pueden aprovechar el triunfo del PSOE para fortalecer sus reclamos. Demasiado para un gobierno débil que ha dicho que gobernará en minoría.
Las consecuencias internacionales del 11M
La prensa internacional calificó con razón el resultado electoral en España como un verdadero terremoto político a nivel mundial, ya que profundiza el aislamiento de Bush y sus aliados Blair y Berlusconi, y fortalece al bloque imperialista europeo dirigido por Alemania y Francia. Esto abre la posibilidad de una participación mayor en Irak de las Naciones Unidas y de potencias que se opusieron a la guerra unilateral de Estados Unidos, que pueden aprovechar situaciones de crisis para beneficiarse.
La promesa de Zapatero de retirar las tropas españolas de Irak el 30 de junio "si no hay una intervención de conjunto votada por la ONU", abre un momento de tensión e incertidumbre sobre la suerte de la ocupación imperialista de Irak, que viene sufriendo la acción de la resistencia local. Los socios menores de la coalición militar imperialista, Polonia, Japón, Italia y Australia, se verán sometidos a la doble presión tanto de sus poblaciones que temen ser blancos de nuevos atentados, como de los EEUU, que debe evitar que un posible retiro español se transforme en una crisis mayor de la aventura imperialista en Irak. Esta situación aumenta el costo de la ocupación de Irak para Gran Bretaña y el gobierno de Blair, que tiene una alianza estratégica con Estados Unidos.
Ya Bush y los más conspicuos neoconservadores, han salido al cruce de esta perspectiva, denunciando que el retiro de las tropas de Irak no sería más que una claudicación al "chantaje terrorista". El gobierno norteamericano intentará subir la apuesta en su "guerra contra el terrorismo", plantándose tanto hacia el mundo como ante el electorado norteamericano como el único que puede hacer frente a esta amenaza a la seguridad. En este marco no puede descartarse que se aceleren los tiempos de una operación punitiva sobre el norte de Pakistán, donde aparentemente se habrían concentrado las huestes de Al Qaida e inclusive el mismísimo Bin Laden, luego de la guerra de Afganistán.
Con las elecciones norteamericanas por delante y la perspectiva de una derrota de Bush, asoma en los próximos meses una situación internacional tensa e inestable, en la cual la posibilidad de nuevos atentados y de cambios bruscos estarán a la orden del día.




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