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EDITORIAL

Licencia presidencial, crisis política y preparativos de ajuste

La enfermedad de Cristina Fernández de Kirchner sacudió el escenario político y agudizó el estado de incertidumbre y crisis de un gobierno que venía golpeado luego de la derrota electoral en las PASO.

Ruth Werner

10 de octubre 2013

Licencia presidencial, crisis política y preparativos de ajuste

La enfermedad de Cristina Fernández de Kirchner sacudió el escenario político y agudizó el estado de incertidumbre y crisis de un gobierno que venía golpeado luego de la derrota electoral en las PASO. La asunción de Amado Boudou al frente de la presidencia es la comprobación más evidente. Boudou no cuenta con apoyo en la coalición gubernamental, lo repudian los pejotistas, no lo defienden los kirchneristas y está, además muy desprestigiado frente a la población debido a las causas por corrupción. La segunda en la línea de sucesión presidencial tampoco era mucho mejor. La senadora Beatriz Rojkes de Alperovich sería una ilustre desconocida si no fuera porque saltó a la fama, hace pocos meses, para defender en Tucumán a la mafia policial y a los amigos del poder involucrados en las redes de trata en el caso Marita Verón. El escenario abierto pone en cuestión el mismo método de concentración de decisiones característico del kirchnerismo.

El martes 8 la operación de la presidenta había resultado exitosa, sin embargo, no está claro aún cuánto tiempo deberá ausentarse. En lo inmediato, el conjunto de la oposición burguesa moderó la confrontación con el gobierno en aras de “no dañar la institucionalidad”. Quien ha salido fortalecido, por el momento, es el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, que busca erigirse como baluarte de la gobernabilidad y sucesor anunciado del kirchnerismo para las presidenciales del 2015.

De prolongarse la licencia presidencial, la crisis podría incrementarse y permitir la irrupción de nuevos actores, como el Congreso, donde el gobierno tendrá que enfrentar problemas crecientes para hacer votar las leyes después de octubre. Pese a todo, con mayor o menor influencia de CFK, el kirchnerismo deberá lidiar con una segura y nueva derrota electoral en octubre, con un peronismo dividido ante la emergencia de Sergio Massa, con su corriente propia en retroceso y la agudización de las contradicciones económicas del “modelo” que ya anuncian, la tendencia al ajuste contra las condiciones de vida de los trabajadores.

Aunque las dificultades económicas no se hayan desmadrado, no está descartado que la necesidad de tomar decisiones importantes en tiempos cortos pudiesen agravar la crisis política, se trate del litigio con los fondos buitres en los tribunales de Nueva York, los problemas que acarrea una inflación anual que ronda el 25/30% y la puesta de manifiesto en el último tiempo de un déficit fiscal en crecimiento y un superávit comercial que se achica, jaqueado sobre todo por la crisis energética. En este marco, la necesidad de afrontar pagos crecientes de deuda el próximo año y la disminución general de las reservas reducen las posibilidades del gobierno de frenar algún eventual ataque especulativo por vía cambiaria. El presupuesto votado en el Senado este miércoles 9 es de ajuste y privilegia los pagos de deuda externa. Las patronales, por su parte ya están haciendo conocer sus intenciones. Según los resultados de la Encuesta de SEL, para 2014, el 15% de las empresas líderes prevén recortes en su nómina de personal. Un año atrás, cuando esas firman brindaron sus previsiones para 2013, sólo el 7% de ellas tenía previsto reducir su dotación.

Seguridad y ajuste

El giro a la derecha del gobierno en materia de seguridad no tiene sólo el objetivo de copiarle la agenda a la oposición patronal para ganar votos. La presencia de mayor policía en las calles, el aumento del control social mediante el anuncio de bajar la edad de imputabilidad por parte de Insaurralde dan cuenta, sobre todo, de la preparación de una política más represiva acorde a las necesidades de ajustar el bolsillo de los trabajadores y atacar cualquier intento de los sectores populares de defender sus condiciones de vida o pelear por mejorarlas. Esta perspectiva reaccionaria es común al gobierno y la oposición. Lo estamos viendo en Ciudad de Buenos Aires con la campaña fascistoide de Macri que se propone enardecer a los usuarios del subte contra los trabajadores y los metrodelegados para salvar de la responsabilidad de la crisis del transporte a su gobierno y a la empresa Metrovías. Lo vimos en Jujuy hace un mes donde la policía del kirchnerista Fellner cargó contra los empleados públicos que exigían aumento salarial, en la represión contra la maniestación que repudió la votación de la entrega del petróleo a Chevron en la Neuquén del MPN. En la actuación de la Justicia en el Parque Industrial de Pilar, cuando ordenó el ingreso de la policía en la gráfica Impresores para impedir una asamblea, o en la presencia permanente de efectivos policiales frente a la planta de Kromberg en Pilar donde gobierna el intendente aliado de Massa, Humberto Zúcaro.

El gobierno nacional, por su parte, lidera el ránking del cinismo: quienes se hicieron llamar alguna vez “hijos de las madres de Plaza de Mayo” acaban de irrumpir en Santa Cruz de la mano de Sergio Berni directamente con el Ejército, la primera vez desde la caída de la dictadura, contra quienes ocupaban terrenos para construir viviendas. Saben lo que hacen. Los sectores populares no van a permitir que les arranquen sus conquistas mansamente. La emergencia del movimiento estudiantil en provincias como La Rioja contra el antidemocrático régimen universitario que mostró en las calles una movilización multitudinaria, o las tomas masivas de las universidades en Tucumán son una caja de resonancia del malestar profundo que comienza a dejar la decadencia del ciclo kirchnerista. Entre los trabajadores no sólo hay sectores que luchan o enfrentan a la burocracia sindical en las fábricas. El resultado en las primarias donde el FIT obtuvo casi 1 millón de votos, así como las recientes elecciones en Salta donde el PO realizó una importante elección (ver páginas centrales), muestran que sectores de los trabajadores rechazaron a las variantes patronales y optaron por la izquierda clasista. 

Ni gobierno ni oposición patronal: Frente de Izquierda

La campaña del Frente de Izquierda cobra fuerza en este último tramo de campaña. No levantamos sólo un programa para tener una voz propia, independiente y de los trabajadores, contra los partidos patronales ajustadores, en caso de un agudizamiento de la crisis política. Buscamos impulsar la lucha contra cualquier intento de ajuste y un programa para afectar los intereses de los capitalistas, para que la crisis la paguen las patronales y los banqueros. 

Ante la defección de todas las alas de la burocracia sindical seguidista de los proyectos políticos patronales, sea la CGT de Caló y la CTA de Yasky, la CGT de Moyano aliada al peronismo opositor, estamos en primera fila en cada pelea apelando a la más amplia unidad de acción contra los ataques a las condiciones de vida y las libertades democráticas. La campaña en defensa de los trabajadores del subte contra Metrovías y el macrismo es un ejemplo porque reúne a sectores del movimiento obrero y del movimiento estudiantil para enfrentar los ataques que ya están en curso (páginas 4 y 5). La conquista de una bancada de diputados y legisladores del FIT permitirá a los luchadores conquistar posiciones no sólo para desenmascarar la política de los partidos del régimen sino un importante punto de apoyo para fortalecer la pelea por sus reclamos y para defenderse frente al ajuste que viene después de octubre.

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