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Comunicados de prensa

En el norte del país el empleo "en negro" y la pobreza superan el 45%

Prensa PTS

26 de septiembre 2006

La caída en la proporción de gente que vive por debajo de la línea de la pobreza ha sido importante. Desde un 57,5% en el 2002 al 31,4% en el primer semestre del 2006. Sin embargo, la reducción es insuficiente. Mientras el PBI per capita es un 6% superior al máximo nivel registrado en la década pasada (1998), la pobreza es todavía 2,6 puntos porcentuales más alta que en el primer semestre de 1998.
Sin bien existen muchos factores que explican este fenómeno, uno de especial importancia es el mal funcionamiento del mercado de trabajo. En relación a este punto el INDEC informó que en el primer semestre del 2006, el trabajo no registrado fue de 44,2%. El dato señala que en este caso la caída no ha sido tan importante dado que en el 2004 era de 48%. Sin embargo, el punto central es que existe una estrecha vinculación entre pobreza y trabajo no registrado.
Una forma simple de observar esta vinculación es a nivel geográfico. Agrupando los datos del INDEC por provincia y observando los niveles de pobreza e informalidad laboral surgen de manea clara tres situaciones muy diferentes:
• La Patagonia (excepto Neuquén) y la Ciudad de Buenos Aires tienen menos del 30% de empleo no registrado y una incidencia de la pobreza inferior al 20%.
• Las zonas de Cuyo y región pampeana presentan tasas de incidencia de empleo no registrado que oscilan entre 35 y 45% y la pobreza se ubica por encima del 20%.
• En el norte del país el empleo no registrado se ubica entre 45% y 55% y la pobreza es superior al 45%.
La correlación es bastante estrecha. En las zonas más prosperas del país las actividades económicas son de mayor productividad y, por lo tanto, generan oportunidades laborales de razonable nivel de calidad que se manifiesta en bajo nivel de empleo “en negro” y reducida incidencia de la pobreza. En sentido opuesto, a medida que se avanza por el interior del país hacia las zonas económicamente mas atrasadas, las actividades económicas son menos competitivas lo que se traduce en menos oportunidades laborales de calidad (aun considerando los desproporcionados planteles que dependen del Estado) y una mayor incidencia de empleo “en negro” y de la pobreza.
Esta evidencia es muy indicativa de que seguir esperando que el crecimiento “derrame” a los pobres es, en el mejor de los casos, una alternativa viable para las regiones más prosperas, especialmente la Ciudad de Buenos Aires. Pero no tiene chances de ser efectiva para el resto del país. En otras palabras, aun cuando se sostengan altas tasa de crecimiento en los próximos años, la pobreza seguirá siendo alta y con fuertes disparidades regionales. Obviamente que si el crecimiento se detiene el panorama será aun más desalentador.
El problema no se resuelve con normas laborales más rígidas y costosas. Tampoco con un sistema de fiscalización más riguroso. Este tipo de política laboral “penalizadora” profundiza la informalidad porque contribuye a que la protección de las normas laborales se limite al reducido ámbito de las empresas más grandes. Para el resto, las normas resultan de imposible cumplimiento y, en consecuencia, queda como única alternativa la ilegalidad. Allí están, precisamente, los puestos de trabajo que ocupan los pobres.
Tampoco se resuelve con más asistencialismo. El desarrollo del interior de país no depende de la “ayuda” que las provincias reciban del Gobierno nacional. Estos recursos muchas veces se disfrazan tras el manto del desarrollo federal o de subsidios sociales para las poblaciones de las regiones más desfavorecidas, pero son intervenciones que alimentan las relaciones clientelares, electoralistas y las malas prácticas políticas.
La cohesión social y un desarrollo geográfico más armónico están íntimamente vinculados y dependen de estrategias similares. Para ello es clave repensar las reglas de juego fiscales, regulatorios y laborales asumiendo que el desarrollo regional y la motorización de un fuerte proceso de formalización del trabajo depende de reglas de juego amigables con los pequeños emprendimientos productivos, que son los que predominan en el interior del país y la principal fuente de oportunidades laborales de los hogares pobres.



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