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En EE.UU. se detectó en minutos el «tsunami», pero no se supo a quien avisar

29 de diciembre 2004

SAN FRANCISCO. Pocos minutos después del maremoto en el Océano Índico, el «beeper» de George Crawford, en el estado norteamericano de Washington, ya estaba dando la alarma. «Supe enseguida que era un sismo fuerte que podía provocar un tsunami, pero que no afectaría a nuestra costa oeste», asegura.
En Asia, las olas gigantes o «tsunamis» mataron a decenas de miles de personas, pero no había ningún interlocutor a quien avisar de lo que se avecinaba.
Como director de operaciones en el centro de catástrofes de Tacoma, Crawford tiene una conexión directa con el «Tsunami Warning Center» en Alaska, creado en 1967 como sistema de alerta temprana ante la presencia de las olas gigantes por la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés), que controla la zona del Pacífico.

Alarmas en cinco minutos

Tres años antes, en 1964, un terremoto de 9,2 grados en la escala de Richter había causado 132 muertos en Alaska, la mayoría por un tsunami que se produjo tras el sismo. «En ese entonces había ya un centro de tsunamis en Hawaii, pero pasaban horas hasta que obteníamos informaciones sobre las olas», explica Paul Whitmore, director del centro de Alaska. «Hoy podemos emitir alertas en un plazo de cinco a diez minutos después de los terremotos».
Los expertos han colocado seis sensores que miden el movimiento debajo del mar entre el Ecuador y Alaska. Los aparatos brindan información sobre la actividad sísmica que transmiten a boyas que flotan en la superficie del mar y que las emiten a su vez vía satélite a las centrales en tierra. «En caso de terremotos fuertes, como de 7 grados, enviamos normalmente una advertencia de tsunami a las regiones en peligro, incluso aunque la ola aún no haya sido medida», señala Whitmore.
Los servicios meteorológicos y emisoras de noticias son avisados a través de señales de radio, Internet y por teléfono. «En nuestro caso las radios meteorológicas reaccionarían de inmediato», asegura Jim White, coordinador de emergencias de la Universidad de Santa Barbara.

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