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Internacionales

Elecciones en el corazón del Imperio

12 de noviembre 2004

Las bases del triunfo de Bush

El triunfo de Bush es la culminación de una estrategia desarrollada por el Partido Republicano en las tres últimas décadas, de cultivar el fundamentalismo religioso para crear una base de masas para su política de reacción social y militarismo. Geográficamente este sector se concentra en “Middle American”, la vasta masa continental excluyendo a las grandes ciudades de la costa este y oeste y en los bordes de los Grandes Lagos. Socialmente en la composición de este bloque hay sectores privilegiados de la clase media que emigraron a esta zona para evitar el contacto con los negros, los latinos y la clase obrera blanca y los pobres urbanos. El modo de existencia de las clases medias conservadoras de aislamiento social y atomización desarrolla una estrechez de miras y es proclive a la colonización por la falsa comunidad de la iglesia. Es en estos sectores donde el factor miedo, azuzado por el atentado del 11/9 y por el control casi total de los medios de comunicación de parte de la actual administración, los hace entrar más fácilmente en pánico frente al Armagedon o guerra del fin del mundo que amenaza a los Estados Unidos.
Pero más que por sus propios méritos, la clave de la victoria de Bush se explica por el fracaso del Partido Demócrata. Esto no responde a un problema de candidato, sino al carácter de clase imperialista de ese partido que tiene un acuerdo en lo esencial con los Republicanos en cómo dominar el mundo y proteger a sus monopolios. Es por eso que en el medio de una guerra impopular, masivas perdidas de empleo, la declinación del nivel de vida, creciente pobreza, una serie escándalos de corrupción corporativa, Kerry y su partido no podían ser una alternativa a la agenda reaccionaria y guererrista que contundentemente expresaba Bush. Este el motivo, y no el carácter reaccionario del pueblo norteamericano, lo que explica los vanos intentos de los miles de activistas (muchos de ellos de movimiento antiguerra) de convencer a los norteamericanos de que habría un cambio detrás de la candidatura de Kerry .
Esta carácter de clase abiertamente imperialista y reaccionario de la candidatura de Kerry se expresó a lo largo de toda su campaña, por mas que para capitalizar el sentimiento anti Bush de amplios sectores de la población tratara de cortejar con algunas tibias frases a esta enorme porción del electorado. Así mientras apelaba al sentimiento antiguerra apoyaba la guerra y se presentaba como un mejor comandante en jefe para ganarla, se refería a las preocupaciones económicas de los trabajadores mientras prometía disciplina fiscal y austeridad o criticaba el Acta Patriótica que recorta fundamentales derechos democráticos mientras demandaba poderes estatales-policiales mas fuertes en la “guerra contra el terrorismo”. Esta ambivalencia en su discurso fue bien explotado por Bush y era incapaz de efectivamente contrarrestar la estrategia republicana de utilizar los temores, los prejuicios y la desorientación política.
De esta manera las elecciones muestran que en el marco del sistema bipartidista norteamericano, el Partido Republicano ha logrado solidificar su base social reaccionaria (a la que priorizó Bush y su arquitecto de campaña Karl Rove) y arrastrar a otros sectores, mientras sacó a la luz la debacle del Partido Demócrata. Esto ultimo es expresión del giro cada vez mas a la derecha de este partido y su gran sostenedor la burocracia sindical de la AFL-CIO, que aunque sigue siendo el más votado por los trabajadores y las minorías le impide alcanzar amplias mayorías como era la norma desde el ascenso de Roosvelt y su “New Deal” en la década del 30 y en los años posteriores.
Trágicamente las elecciones muestran la ausencia de una alternativa de clase que pueda aunar el descontento, pesando fuertemente el atraso político de los trabajadores que en su mayoría votaron por los demócratas aunque una significativa minoría, fundamentalmente aquellos que perdieron sus trabajos relativamente bien pagos en las fábricas y las minas y tuvieron que tomar trabajos precarios y desindicalizados - incluso muchos tuvieron que mudarse se sus comunidades obreras a áreas con ninguna tradición obrera -, lo hicieron por los republicanos.
En este marco, de las elecciones se desprende una gran tarea para los marxistas revolucionarios en EEUU, utilizando la oportunidad que significa la crisis del Partido Demócrata: luchar para construir una alianza de los trabajadores y el pueblo pobre -y de todos los que se opongan a la política del imperialismo-, que pueda hacer pesar políticamente el enorme peso de la clase obrera norteamericana desde los productores de automóviles, acero, hasta los trabajadores del complejo militar-industrial o los millones de trabajadores precarizados en el correo, los hoteles, los supermercados o la limpieza. Cada paso que se avance en ese sentido nos aleja (a los trabajadores y pueblos del mundo y de los Estados Unidos mismo) de la guerra, el hambre y todo tipo de catástrofes que el dominio del imperialismo impone en todo el mundo. Lamentablemente la mayoría de la izquierda norteamericana ante gigantesca tarea ha optado en esta ultima elección por sumarse acríticamente al “Anybody but Bush” (“Cualquiera menos Bush”) votando al Partido Demócrata o los mas críticos que han optado por fuera del bipartidismo, lo han hecho por el atajo “liberal” o centroizquierdista del abogado Ralph Nader, que a diferencia de las elecciones de 2000 retrocedió a menos del 1% de los votos.

Perspectivas

Las elecciones legitiman la política ofensiva de Bush y le otorgan una vía libre a éste para seguir avanzando con su agenda reaccionaria tanto en el plano interno como a nivel internacional. Sin embargo, y más allá de sus intenciones, hay límites objetivos para su mandato.
En el plano interno, a pesar de la diferencia que Bush obtuvo con respecto a la elección de 2000, el país se encuentra profundamente dividido y si se quiere con mayor animosidad que con respecto a ese año. Si Bush intenta hacer pesar la enorme concentración de poder que tiene en el Ejecutivo y con el control de ambas Cámaras para su agenda doméstica de privatización de la seguridad social y de reintroducir la enseñanza religiosa en las escuelas podría empezar una resistencia de los trabajadores y la juventud, ante la desilusión por el “cambio” electoral.
Por su parte, en el plano externo las Fuerzas Armadas se encuentran al límite de su capacidad con dos ocupaciones militares que sostener y distintas misiones en los cinco continentes, aparte de que la credibilidad de los Estados Unidos está en su punto más bajo desde la guerra de Vietnam, como producto de las mentiras deliberadas con que justificó la guerra de Irak y los desastres y abusos que han significado la ocupación de este país. Esto último se expresa en una altísimo antinorteamericanismo en todo el mundo, no sólo en el arco político de la izquierda sino en todo el espectro político lo que le quita capacidad de convencimiento a sus políticas en sectores que antes lo tenían como ejemplo.
En este marco lo más probable es que la segunda presidencia de Bush se concentre en asegurar la estabilidad de sus operaciones en Afganistán y en Irak, (que como demuestra el actual test de fuerza con la resistencia irakí en Falluja está lejos de lograrse), que en emprender rápidamente nuevos conflictos. Sin embargo, esto no descarta que el mismo Bush o sectores de los neoconservadores envalentonados por la victoria electoral, sobrestimen sus fuerzas y quieran mediante un golpe de mano reestablecer el poderío norteamericano perdido en los pasados años aumentando enormemente sus riesgos, como sería una intervención militar en Irán como propugnan algunos neoconservadores exaltados (aunque no está de más decir que una alternativa de este tipo podría agrandar la incipiente división de la burguesía, incluso el mismísimo movimiento neoconservador se halla dividido)
Más estratégicamente, el triunfo de Bush deja abierta una enorme división estructural entre las principales potencias imperialistas, fundamentalmente entre Estados Unidos y Alemania y Francia. Es que si con un triunfo de Kerry había al menos una mínima posibilidad de que las enormes heridas que generó la guerra de Irak cerrarán a pesar de las enormes dificultades, con Bush y su política abiertamente unilateralista estas perspectivas se desvanecen enormemente. Por el contrario, con su triunfo y permanencia por otros cuatro años en la Casa Blanca lo que había sido una divergencia temporaria se transforma en un desalineamiento estratégico con los Estados Unidos. Aunque ante esta nueva realidad algunos países menores y actores políticos internacionales puedan reconsiderar su posición, no es probable que potencias como Francia sigan este camino. Es así que en la primera cumbre de líderes europeos después de la elección norteamericana el viernes pasado, el presidente de Francia, Jacques Chirac, dijo que un Estados Unidos fortalecido requería una Europa fortalecida “política y económicamente” en un “mundo cada vez más multipolarizado”, frase que Chirac usa para enfatizar que se está refiriendo a un mundo que no esté dominado por los Estados Unidos, según comenta el New York Times del 6/11/2004. El mismo diario agrega que sorpresivamente el primer ministro de Noruega, cuyo país, aliado cercano de Washington, se resistió a unirse a la Unión Europea desde sus comienzos, sostuvo ante la televisión de su país que “...el estilo unilateral de Bush en cuanto a los problemas internacionales estaba separando a Europa de Estados Unidos, tendencia que fortalecería el argumento para colocar a Noruega más firmemente en el campo de los europeos. ‘La distancia entre Estados Unidos y Europa continuará alimentándose por largo tiempo’,dijo, añadiendo que esto llevará a ‘una mayor consolidación de Europa’”.
Esta falla en la Alianza Atlántica, hasta hace poco el bastión fundamental junto con el poderío militar norteamericano del mantenimiento del orden mundial de posguerra, hace el mundo más peligroso para todos los capitalistas lo que debe ser aprovechado por las masas del mundo con su lucha independiente.

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