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Comunicados de prensa

El sector servicios y la circulación del capital: una hipótesis

Prensa PTS

27 de junio 2005

Introducción

Desde la década del setenta pero muy particularmente a partir de los años ‘80 y ‘90, se produjeron mutaciones en la configuración del capitalismo mundial que dieron como resultado el panorama que está a la vista y que se nos enfrenta como objeto de análisis. Entre múltiples efectos como las tendencias a la internacionalización del capital, su concentración y centralización, son de destacar el desarrollo de las finanzas y del llamado “sector servicios” que constituyen dos de los puntos más álgidos a ser interpretados, tanto por su magnitud como por sus consecuencias sobre las características, la dinámica y las tendencias actuales del capitalismo. Me referiré en este trabajo, en particular, al desarrollo del llamado sector “servicios”. Entendiendo por ello, principalmente el transporte de mercancías y de personas en todas sus variantes, las comunicaciones también en todas sus acepciones, esto es, las telecomunicaciones, internet, televisión por cable, telefonía celular y fija entre otros medios de comunicación, así como la gigantesca “industria” del cine ( no la producción de películas sino su reproducción), la “industria” de la educación privada, la publicidad, la organización capitalista del espectáculo y la prestación de medicina privada, entre otros. En el presente trabajo, el tratamiento de estos sectores y de las cuestiones teóricas que en mi opinión plantean, se asocia directamente a la prestación de estos “servicios” y no a los materiales que, como mercancías “contantes y sonantes”, constituyen los elementos necesarios para el desarrollo de dichas actividades.

El problema que en el pensamiento marxiano ha suscitado el desarrollo de estos sectores está asociado a la dificultad para definir si ellos pueden ser considerados o no “productivos” desde el punto de vista del capital. La hipótesis que voy a formular surge a partir del hecho que, en las dos posiciones opuestas que sostienen los autores que tratan la cuestión, creo visualizar un alto grado de unilateralismo. Por un lado están quienes, tomando fundamentalmente como referencia el desarrollo a lo largo de las últimas décadas del sector en cuestión, se presentan como los “innovadores” creando la ya conocida teoría del “trabajo inmaterial” con la cual acaban cuestionando la validez de la columna vertebral de la teoría económica marxista, la ley del valor. Entre ellos, como es sabido, se encuentran Tony Negri, Paolo Virno y cía.. Pero por el otro lado, entre quienes, desde el marxismo, contestan la cuestión del “trabajo inmaterial” a los “innovadores”, veo un exceso de “defensismo” de Marx en el sentido no de aplicar su método de análisis, sino en el de pretender que en su letra escrita el problema estaba ya resuelto y que quienes osan plantearlo como algo nuevo, en realidad revelan que en su momento no comprendieron verdaderamente a Marx. Aún cuando esto último no deje de ser cierto (aunque menos por incomprensión que por interés en el caso de Antonio Negri), plantear el asunto de esta manera no parece correcto, ya que no asume como punto de partida la magnitud del cambio que se ha operado en la realidad y menos aún el hecho de que aquello que era marginal en la época de Marx (la organización capitalista de los servicios) hoy ha dejado de serlo. Este último motivo parece suficiente como para suponer que una auténtica defensa del pensamiento “vivo” de Karl Marx, implica reconocer que algo nuevo hay para pensar y para dilucidar...

Karl Marx: sobre las definiciones de trabajo productivo e improductivo

Marx se refirió al problema del trabajo productivo e improductivo fundamentalmente en dos partes de su obra. En las Teorías Sobre la Plusvalía y en El Capital (Tomo I, Capítulo VI inédito, Tomo II y Tomo III). Donde trata el tema en términos más generales es en Teorías Sobre la Plusvalía y en el capítulo VI inédito, ya que en el Tomo II de El Capital hace referencia fundamentalmente al carácter (productivo o improductivo) de aquellos “servicios” que poseen una estrecha ligazón con la producción de bienes materiales tales como el comercio y el transporte y, en el Tomo III aborda casi exclusivamente los servicios asociados al capital bancario.

En todo caso, Marx, particularmente en el Capítulo VI inédito y en las Teorías..., es muy claro en su oposición a la “manía de definir el trabajo productivo y el improductivo con arreglo a su contenido material [...]”1 es decir, en su oposición a la idea de que “si se considera en cuanto tal al proceso laboral, sólo es productivo el trabajo que desemboca en un producto (producto material, ya que aquí se trata únicamente de la riqueza material)”2. El carácter productivo del trabajo en estas elaboraciones de Marx está asociado no a su resultado final, es decir a su producto, sino a la capacidad o no de ese trabajo de generar plusvalía (es decir, trabajo nuevo no pago susceptible de ser acumulado como capital). En el capítulo VI inédito señala que “Es productivo el trabajador que ejecuta un trabajo productivo, y es productivo el trabajo que genera directamente plusvalía, esto es, que valoriza al capital”. Quizás es aún más claro al definir que:

Como el fin inmediato y [el] producto por excelencia de la producción capitalista es la plusvalía, tenemos que solamente es productivo aquel trabajo –y sólo es un trabajador productivo aquel ejercitador de capacidad de trabajo– que directamente produzca plusvalía; por ende sólo aquel trabajo que sea consumido directamente en el proceso de producción con vistas a la valorización del capital. Desde el simple punto de vista del proceso laboral en general, se nos presentaba como productivo aquel trabajo que se realizaba en un producto, más concretamente, en una mercancía. Desde el punto de vista del proceso capitalista de producción, se agrega la determinación más precisa de que es productivo aquel trabajo que valoriza directamente al capital, o que produce plusvalía, o sea que se realiza –sin equivalente para el obrero, para su ejecutante– en una plusvalía (surplusvalue), representada por un plusproducto (surplusproduce); esto es, [que se realiza] en un incremento excedentario de mercancía para el monopolista de los medios de trabajo (monopoliser de los means of labour), para el capitalista. Sólo (es productivo, pues) el trabajo que pone al capital variable, y por ende al capital total, como c+c=c+v. Se trata, luego, del trabajo, que sirve directamente al capital como instrumento (agency) de su autovalorización, como medio para la producción de plusvalía3.

Para agregar luego que:
El proceso capitalista de producción no es meramente producción de mercancías. Es un proceso que absorbe trabajo impago, que torna a los medios de producción en medios para succionar trabajo impago. De lo que precede resulta que ser trabajo productivo es una determinación de aquel trabajo que en sí y para sí no tiene absolutamente nada que ver con el contenido determinado del trabajo, con su utilidad particular o el valor de uso peculiar en el que se manifiesta. Por ende un trabajo de idéntico contenido puede ser productivo e improductivo4.

Lo que queda claro en estos fragmentos es que Marx, en su referencia al trabajo productivo “en general”, en ningún modo está pensando en trabajo cuyo resultado final consiste necesariamente en un producto material. La definición de trabajo productivo está asociada a la producción de plusvalía y por intermedio de ella, de capital, independientemente de la cualidad o de la forma (y cuando hablo de forma me refiero también a su carácter material o inmaterial) en la que ese trabajo se exprese. Refiriéndose explícitamente a trabajos que podrían definirse como servicios, Marx reproduce la misma lógica:

Una cantante que canta como un pájaro es una trabajadora improductiva. En la medida en que vende su canto, es una asalariada o una comerciante. Pero la misma cantante, contratada por un empresario (entrepreneur) que la hace cantar para ganar dinero, es una trabajadora productiva, pues produce directamente capital. Un maestro de escuela que enseña a otros no es un trabajador productivo. Pero un maestro de escuela que es contratado con otros para valorizar mediante su trabajo el dinero del empresario (entrepreneur) de la institución que trafica con el conocimiento (knowledge mongering institution), es un trabajador productivo5.

Volveré sobre este pasaje al desarrollar otro problema más adelante, pero quiero avanzar aquí identificando la referencia que hace Marx al distinguir trabajo manual de trabajo intelectual y su relación con el carácter productivo del trabajo:

[…] como las diversas capacidades de trabajo que cooperan y forman la máquina productiva total participan de manera muy diferente en el proceso inmediato de la formación de mercancías o mejor aquí de productos –éste trabaja más con las manos, aquél más la cabeza, el uno como director (manager), ingeniero (engineer), técnico, etc., el otro como capataz (overlooker), el de más allá como obrero manual directo e incluso como simple peón– tenemos que más y más funciones de la capacidad de trabajo se incluyen en el concepto inmediato de trabajo productivo, y sus agentes en el concepto de trabajadores productivos, directamente explotados por el capital y subordinados en general a su proceso de valorización y de producción. Si se considera el trabajador colectivo en el que el taller consiste, su actividad combinada se realiza materialmente (materialiter) y de manera directa en un producto total que al mismo tiempo es una masa total de mercancías, y aquí es absolutamente indiferente el que la función de tal o cual trabajador, mero eslabón de este trabajo colectivo, esté más próxima o más distante del trabajo manual directo6.

Como primera conclusión merece resaltarse que, siguiendo a Marx, si el trabajo productivo se define no por su producto final sino por su capacidad o incapacidad de generar plusvalor, la diferenciación entre trabajo “material” e “inmaterial” deviene estéril. El trabajo es simplemente trabajo que, en tal caso y haciendo referencia al pasaje anteriormente citado, podrá diferenciarse en “trabajo manual” y “trabajo intelectual” resultando, incluso, en muchos casos concretos de trabajos, una mezcla de ambos tipos de actividades difíciles de distinguir. Existe además, “trabajo manual” que contribuye en la producción de bienes inmateriales y también “trabajo intelectual” que contribuye en la producción de bienes materiales. Por tanto, si de lo que se quiere hablar es de las características de los productos finales del trabajo, la distinción entre trabajo material e inmaterial carece de sentido y contribuye a la confusión. Debería en tal caso hablarse de trabajo cuya expresión final deviene en productos materiales (tangibles) o inmateriales (intangibles). El “trabajo” en sí, es simplemente trabajo, gasto de energía, músculos, nervios, etc. desde el punto de vista genérico, y además, productivo o improductivo (es decir productor o no de valor nuevo) en su acepción específicamente capitalista.

La primera definición a la que podemos acercarnos es que bajo el modo de producción capitalista, la condición necesaria (aunque no suficiente) para que el trabajo sea productivo es la relación social en la cual se encuentra inmerso y no la forma final de su producto. En términos muy generales, si el trabajo es cambiado por capital variable, entonces, es susceptible de ser trabajo productivo, en cambio, no lo es si es cambiado por renta. Al decir de Marx, “La diferencia entre el trabajo productivo y el improductivo, consiste tan sólo en si el trabajo se intercambia por dinero como dinero o por dinero como capital”7.

Sin embargo esta definición está acotada por el hecho que “todo trabajador productivo es un asalariado, pero no todo asalariado es un trabajador productivo”8. Esto es así por dos cuestiones. Marx señala la primera de ellas en el mismo texto al que estamos haciendo referencia: “Cuando se compra el trabajo para consumirlo como valor de uso, como servicio para ponerlo como factor vivo en lugar del valor del capital variable e incorporarlo al proceso capitalista de producción, el trabajo no es trabajo productivo y el trabajador asalariado no es trabajador productivo”. Resultaría entonces claro que todos los llamados “servicios personales” en tanto verdaderamente sean tales, no constituyen trabajo productivo dado que no son cambiados por “dinero como capital”. Pero es centralmente en el Tomo II de El Capital donde Marx formula la segunda cuestión que resulta la más compleja. La conclusión a la que llega aquí es que no todo trabajo cambiado por “dinero como capital” es necesariamente trabajo productivo, ya que existen áreas específicas, muy desarrolladas bajo el modo capitalista de producción, como el comercio o la banca, que están ligadas no a la esfera de la producción sino a la de la circulación y distribución de los valores entre distintos capitales. Podríamos agregar que en estas áreas el trabajo no es productivo simplemente porque no es “productivo” el capital que lo emplea, es decir el capital comercial o bancario9. No quiero aquí hacer una disquisición sobre el carácter de todos los tipos de trabajo existentes. Lo que sí quiero poner de relieve es que si bien lo planteado más arriba resulta fundamental, la discusión no es en realidad tan sencilla como parece. Intentaré en lo que sigue expresar el asunto.

Planteamiento del problema

Si nos deshacemos del, para mí falso, problema del “trabajo material” y el “trabajo inmaterial” y nos centramos en la cuestión de qué trabajo es productivo y cuál no lo es, desde el punto de vista de la propia definición de Marx, es allí donde comienza el verdadero problema. Volvamos a la cita de Marx: “Como el fin inmediato y [el] producto por excelencia de la producción capitalista es la plusvalía, tenemos que solamente es productivo aquel trabajo –y sólo es un trabajador productivo aquel ejercitador de capacidad de trabajo– que directamente produzca plusvalía; por ende sólo aquel trabajo que sea consumido directamente en el proceso de producción con vistas a la valorización del capital”. Esta definición aparentemente tan precisa adquiere verdadera complejidad cuando el mismo Marx constata, como señalamos más arriba, que no todo trabajo “cambiado por dinero como capital” es necesariamente “trabajo productivo”. Para decirlo de otro modo, el problema comienza cuando se quiere distinguir qué trabajo cambiado por dinero como capital es productor directo de plusvalor y cuál no lo es. Es en este punto específico donde se han centrado las mayores controversias entre los marxistas aunque la mayoría de las veces esta discusión remite a la anterior. Tomaré aquí para la polémica dos posiciones claramente opuestas sobre el problema: la posición desarrollada por Ernest Mandel y la desarrollada por Isaac Illich Rubin.

Exposición polémitca sobre aspectos de la concepción de Ernest Mandel

Mandel lleva a cabo un desarrollo exhaustivo del tema en su obra El capitalismo tardío. Su punto de partida consiste en una acertada advertencia. Comenzando a responderse la pregunta “¿Es productivo o no el capital invertido en el sector de servicios? ¿Es productivo o improductivo el trabajo desempeñado por los asalariados en ese sector?”10, afirma:

Mientras la inversión de capital en el sector de servicios tuvo un carácter marginal, la respuesta a estas preguntas sólo tuvo una importancia secundaria para el análisis del movimiento del modo de producción capitalista en su conjunto. Sin embargo, una vez que el sector de los servicios del capitalismo avanzado se expande a tal grado que absorbe una parte considerable del capital social agregado, una definición correcta de los límites exactos del capital productivo reviste la mayor importancia11.

Cualquier análisis más o menos serio del problema debe partir de esta constatación. Hay que tener en cuenta que, efectivamente, en la época de Marx, la organización capitalista de los servicios a los que estamos haciendo referencia poseía una significación mínima. En todo caso, las ramas de servicios más desarrolladas eran aquellas claramente improductivas tales como el comercio y la banca. No obstante, también poseían significación (aunque muy distante de la actual), sectores muy estrechamente vinculados a la producción de mercancías materiales, como por ejemplo el transporte, algunos medios de comunicación y otros, a los que Marx dedica varias (aunque, en muchos casos, bastante confusas) páginas de El Capital. Resulta evidente que Marx, en su obra principal, centra su análisis en la producción industrial de bienes materiales dedicándole a la cuestión de los servicios sólo comentarios marginales. Incluso en el mismo Capítulo VI citado más arriba donde Marx se refiere al carácter productivo del trabajo de la “cantante que canta como un pájaro” o del “trabajo del maestro” si es que son intercambiados por dinero como capital, a renglón seguido agrega:

Aún así la mayor parte de estos trabajadores, desde el punto de vista de la forma, apenas se subsumen formalmente en el capital: pertenecen a formas de transición. En suma, los trabajos que sólo se disfrutan como servicios no se transforman en productos separables de los trabajadores –y por lo tanto existentes independientemente de ellos como mercancías autónomas–, y aunque se les puede explotar de manera directamente capitalista, constituyen magnitudes insignificantes si se les compara con la masa de la producción capitalista. Por ello se debe hacer caso omiso de esos trabajos y tratarlos solamente a propósito del trabajo asalariado, bajo la categoría de trabajo asalariado que no es al mismo tiempo trabajo productivo12.

No parece justo en una obra tan vasta como la de Marx basarse en un “no” dicho al pasar en un trabajo inédito que hasta podría ser un error de traducción. Lo que sí merece ser resaltado es que, aún cuando parece evidente que Marx consideraba el carácter productivo del trabajo en su relación con el capital y no con el producto final de ese trabajo, en su época, los “servicios” organizados de forma capitalista, representaban magnitudes insignificantes y que, por tanto, su exposición al respecto es marginal y llena de contradicciones (como no podía ser de otro modo). Esto sí prueba que la respuesta a un problema que devino un importante sector de acumulación del capital en las últimas décadas, lamentablemente no está en Marx aunque sí podemos encontrar en su obra pistas para dilucidar su comportamiento. Pero que se entienda: sólo pistas. La respuesta completa no está, no podía estar.

Continuemos con Mandel y veamos cómo responde finalmente a su pregunta. En principio extrae la siguiente conclusión: “La fórmula ‘en el capitalismo trabajo productivo es trabajo que crea plusvalía’ es inadecuada para tal definición. Aunque es correcta en sí, continúa siendo una tautología. No resuelve la cuestión de las fronteras del trabajo productivo sino que únicamente la reitera en otra forma”13. Hasta cierto punto esta segunda observación de Mandel parece correcta en el sentido planteado más arriba. Esto es, en el sentido que el mismo Marx define en El Capital que no todo trabajo cambiado por dinero como capital es necesariamente productivo. De modo que, es cierto, la fórmula no resuelve el problema hasta el final, particularmente al convertirse el sector de servicios en un área importante de acumulación de capital. Pero veamos cómo resuelve Mandel el asunto. Según él existe una cierta discrepancia entre las Teorías... y el segundo tomo de El Capital. Señala que en las Teorías... Marx oscila entre “la hipótesis de que sólo el trabajo que participa directamente en la producción de mercancías –y por ende en la producción de valor y de plusvalía– es productivo, y la hipótesis de que cualquier trabajo puede considerarse productivo si es comprado por capital (intercambiado por capital entendido en oposición a las rentas)”14. La oscilación señalada no parece falsa. Pero, en todo caso, Mandel se sirve de ella a fin de sacar una conclusión que sí aparenta ser errónea. Mandel toma como punto de partida un supuesto carácter necesaria y definitivamente material de la forma final del trabajo capaz de producir plusvalía, y por tanto interpreta que la oscilación de Marx en las Teorías... gira en torno a la interpretación del trabajo productivo como necesariamente encaminado o no a la producción de bienes materiales. Para reafirmar esta posición supone que Marx se habría pronunciado claramente en el Segundo Tomo de El Capital cuando “definió al trabajador productivo como aquel que participa en la producción de mercancías materiales y, por ende, de valor y plusvalía. Ahora deja sentado que no todo trabajo que es intercambiado por capital es necesariamente productivo –empezando por el trabajo asalariado ocupado en la esfera de la circulación (capital comercial y bancario)”15 . Aquí Mandel fuerza a Marx y cae en el error citado más arriba de tratar al trabajo según la forma final de su producto y no de acuerdo a la relación social en la que se encuentra inmerso. Marx había dejado bastante claro en las Teorías... su oposición a esta concepción. A esta altura vale la pena volver sobre una aclaración. Se pueden encontrar muchas “citas” de El Capital e incluso también de las Teorías... en las que Marx hace referencia al carácter material de los productos finales del trabajo creador de plusvalor. Incluso, sin ir más lejos, sabemos que Marx definió a los valores de uso como “el contenido material de la riqueza”. Sin embargo, esta inclinación parece estar asociada al hecho de que Marx tiene ante sus ojos una producción nítidamente industrial, forma por excelencia que adquiría la producción capitalista en su época. Lo que se le enfrentaba a Marx como objeto de análisis era un enorme cúmulo de mercancías materiales cosa que aclara, como vimos, en el capítulo VI inédito de El Capital. Incluso habría que señalar que Marx, realmente no sólo deja de lado el análisis minucioso del trabajo encaminado a la producción de servicios sino que además, realmente “oscila” al referirse a este tipo de trabajo. Pero no oscila precisamente porque su producto no es “material”, sino porque son trabajos que “[…] no se transforman en productos separables de los trabajadores –y por lo tanto existentes independientemente de ellos como mercancías autónomas–”. Es decir, la oscilación de Marx no parece girar en torno a la forma final del producto (si es o no material), sino a la relación social específica a través de la cual el producto se crea y circula. Parecería ser que es esta no separación, esta no autonomía de los productos respecto de sus productores, lo que lo hace oscilar en cuanto al carácter mercantil o no de esos trabajos que sólo se disfrutan como servicios.

Pero continuemos con Mandel quien, al parecer no satisfecho con su afirmación anterior, concluye que:

La frontera entre el capital productivo y el capital circulante separa, pues, el trabajo asalariado que incrementa, cambia o conserva un valor de uso, o es indispensable para su realización, y el trabajo asalariado que no afecta a un valor de uso, es decir, a la forma física de una mercancía, sino que meramente se suscita de las necesidades específicas en cuestión; es decir, alterando (como opuesto a creando) la forma de un valor de cambio16.

Lamentablemente, esta fórmula resulta tan tautológica y limitada como la anterior. Porque, ¿de qué lado de la frontera está realmente el capital invertido en servicios distintos del comercio y los bancos? Mandel, apelando a su ya señalada concepción, coloca la línea divisoria en la creación o no de bienes materiales. Pero, la necesidad de señalar otra frontera sobre la frontera indica que la “frontera” no está clara y que Mandel en cierto modo advierte haber caído en una nueva indeterminación. Incluso, basándose en la misma “frontera” que señala Mandel, aunque de forma más consistente teóricamente, otros autores, como es el caso de Rubin –que se expondrá más adelante–, infieren exactamente lo contrario de lo que infiere Mandel. Es decir, el problema se vuelve a plantear de la misma manera que antes: ¿cuál es la frontera entre el capital productivo y el capital circulante, de qué lado están los servicios? Mandel no se detiene en esta cuestión y continúa diciendo que: “[…] Extendiendo esta definición de Marx, podemos por tanto concluir que el capital de servicios real –mientras no se confunda erróneamente con el capital que produce mercancías– no es más productivo que el capital circulante”17. Haciendo extensivas (forzando) las características del capital circulante a todo el capital invertido en el área de servicios, Mandel extrae de lo dicho anteriormente una conclusión falsa, la supuesta “solución final” de Marx al problema. Incluso, en su anhelo de resolver el dilema colocando en el sector de la circulación al capital invertido en servicios y, no pudiendo realmente colocarlo de ese lado (ya que evidentemente no es capital que simplemente pertenece a la esfera de la circulación), termina por decir que el problema consiste en hallar “[…] la línea divisoria precisa entre la esfera productiva por una parte y la esfera de la circulación y los servicios por la otra”18. Y ¿por qué los servicios quedan del lado de la circulación? Lamentablemente ya no es posible preguntárselo a Mandel.

En todo caso, la cuestión parece ser que dicha frontera es extremadamente difusa para el caso de los servicios que estamos tratando y quizás éste sea el problema sobre el que verdaderamente habría que centrarse. Teniéndolo en cuenta, abordemos ahora la posición de Isaac Illich Rubin, cuya interpretación se halla en el ángulo opuesto a la de Ernest Mandel.

Exposición polémica sobre aspectos de la concepción de Isaac Illich Rubin

Muy a diferencia de Ernest Mandel cuyo ...Capitalismo Tardío data de los años ‘70, Isaac Illich Rubin y su escuela escriben “[...] perseguidos y silenciados en los campos de concentración stalinianos bajo la infamante acusación de ‘idealismo menchevizante’”19. Rubin no busca describir los elementos de una realidad cambiante sino fundamentalmente desplegar el método y la riqueza del pensamiento de Marx contra la brutalidad y el determinismo stalinistas. El capítulo al que nos referiremos destaca por el intento de interpretar el pensamiento profundo de Marx en el conjunto de su obra. Rubin logra una aproximación mucho más dialéctica al pensamiento de Marx aún cuando su objetivo fuera sólo ese. Éste es a mi entender el punto fuerte, pero también el punto débil, de la interpretación de Rubin. Como es obvio, tampoco era cuestión de los años ‘20 los problemas que se empiezan a plantear particularmente a partir de los años ‘70. Sin embargo Rubin esboza el problema teóricamente desde un ángulo opuesto al de Mandel. Aunque, como intentaré mostrar, existen similitudes en el método utilizado por ambos que, a mi entender, resulta insuficiente hoy para explicar las características del capital invertido en determinadas áreas de los llamados servicios.

Rubin parte de un aspecto muy correcto. El hecho de que, como intentamos expresar más arriba, en Marx:

[...] el trabajo es considerado productivo o improductivo no desde el punto de vista de su contenido, o sea en términos del carácter de la actividad laboral concreta, sino desde el punto de vista de la forma social de su organización, de su compatibilidad con las relaciones de producción que caracterizan al orden económico dado de la sociedad. Marx señaló con frecuencia esta característica. Este aspecto distingue a su teoría de las teorías comunes sobre el trabajo productivo, que asignan un papel decisivo al contenido de la actividad laboral. “El punto de apoyo para reunir estos elementos de juicio no lo dan, pues, los resultados materiales del trabajo, ni tampoco la naturaleza del producto, ni el rendimiento del trabajo considerado como trabajo concreto, sino las formas sociales específicas, las relaciones sociales de la producción dentro de las que se realizan” (Ibíd., pg. 13720). Es una definición que “no proviene ni del contenido ni del rendimiento del trabajo, sino exclusivamente de la forma social específica que éste reviste” (Ibíd., pg. 138). “El carácter concreto del trabajo y de su producto no guarda de por sí la menor relación con esta división del trabajo en productivo e improductivo” (Ibíd.). “[...] el contenido de este trabajo no interesa para nada, por el momento” (Ibíd., pg. 221). “Esta división del trabajo en trabajo productivo e improductivo no afecta para nada, de por sí, a la categoría específica del trabajo ni al valor de uso en que toma cuerpo su especialidad” (Ibíd., pg. 139)21.

Rubin concluye entonces que:

[...] cuando Marx define el trabajo productivo, se abstrae totalmente de su contenido, del carácter y del resultado concreto y útil del trabajo. Considera el trabajo sólo desde el punto de vista de su forma social. El trabajo organizado en una empresa capitalista es trabajo productivo. El concepto de ‘productivo’ –como los otros conceptos de la economía política de Marx– tiene un carácter histórico social. Por esta razón, sería sumamente incorrecto atribuir un carácter ‘materialista’ a la teoría del trabajo productivo de Marx22.

Luego de rechazar la forma del producto final del trabajo como línea divisoria entre trabajo productivo e improductivo, Rubin observa la importancia de una distinción que hemos señalado más arriba al apuntar que “La siguiente diferencia entre tipos de trabajo tiene importante significación para el problema del trabajo productivo: se trata de la diferencia entre el trabajo que ‘se concreta en valores de uso materiales’ (Ibíd., p. 143) y el trabajo o los servicios ‘que no asumen forma objetiva, es decir, que no adoptan, considerados como cosas, una existencia propia, distinta de quienes los prestan’ (Ibíd.), ‘en los que la producción no puede separarse del mismo acto de creación. Es lo que ocurre con todos los ejecutantes, artistas, actores, profesores, médicos, curas, etc.’”23. A diferencia de Mandel, Rubin observa, muy acertadamente, el lugar marginal que Marx le habría adjudicado a este tipo de capital (invertido en servicios) y que explicaría su pertinaz insistencia sobre el carácter “material” de las mercancías. Citando a Marx y otra vez volviendo sobre un aspecto que hemos señalado más arriba, menciona que “[…] los fenómenos relacionados con la producción no material ‘representan episodios insignificantes si los comparamos con el panorama de conjunto. Podemos, por consiguiente, dejarlos a un lado’ (Ibíd., p. 224)”24. De aquí Rubin infiere que “Así, sobre la base de dos supuestos, a saber 1) que la producción como un todo está organizada sobre principios capitalistas, y 2) que la producción no material está excluida de nuestro análisis, puede definirse el trabajo productivo como trabajo que produce riqueza material”25. Acierta realmente Rubin al señalar que si consideramos al trabajo productivo como aquel que está encaminado a la producción de bienes exclusivamente materiales es porque de antemano descartamos el análisis de otro tipo de bienes cuya producción no logra separarse por completo de sus ejecutores, es decir, fundamentalmente, de los servicios que estamos tratando. Pero prosigamos con el razonamiento de Rubin quien continúa diciendo que “Si no adoptamos la ‘definición secundaria’, sino la ‘característica decisiva’ del trabajo productivo, que Marx define como trabajo que crea plusvalía, vemos que todo rastro de trabajo definido ‘de manera materialista’ queda eliminado de la definición de Marx. Esta toma como punto de partida la forma social (o sea, capitalista) de organización del trabajo. Esta definición tiene un carácter sociológico”26. El problema es que, a partir de aquí, Rubin parece no extraer enteramente las conclusiones de su planteo inicial realizando un razonamiento lógico formal que acaba forzando a Marx aunque en un sentido opuesto al operado por Mandel. Rubin propone dejar de lado la “definición secundaria” (el trabajo de servicios), pero la definición secundaria era tal porque el trabajo de servicios era marginal. Cuando el trabajo de servicios deja de ser marginal, debe ser analizado como algo nuevo y no resulta lícito apelar sin más a la “característica decisiva”, sencillamente porque esta característica está tratada dejando de lado lo que en un momento fue marginal. Parecería ser que, para abordar el tema podría apelarse al método de Rubin aunque no enteramente a sus conclusiones. Esto significa tomar el sendero de interpretar el trabajo de servicios según la relación social que alberga. Andar este sendero hasta el final supone, como plantearé más adelante, enfrentarse a las dificultades que plantea la imposibilidad de separar al productor de su producto. Pero continuemos con Rubin, quien en principio considera, en oposición a Mandel, que no existe contradicción en la obra de Marx en cuanto a la definición de trabajo productivo e improductivo. Para demostrar esta posición apela a los Tomos II y III de El Capital explicando por qué Marx considera el trabajo de, por ejemplo, los vendedores y los oficinistas organizados en una empresa comercial capitalista, como trabajo improductivo. Es justamente aquí donde Rubin utiliza un argumento similar al de Mandel (o, mejor dicho, Mandel utilizó un argumento similar al de Rubin) para decir estrictamente lo contrario. Señala Rubin que:

cuando Marx hablaba de trabajo productivo como trabajo alquilado por el capital en la Historia Crítica de la Teoría de la Plusvalía, sólo tenía presente el capital productivo. El agregado al Tomo I de esta obra que lleva como título ‘La idea del trabajo productivo’, comienza con la cuestión del capital productivo. De éste, Marx pasa al trabajo productivo. Este agregado termina con las siguientes palabras: ‘Aquí no nos hemos referido más que al capital productivo, es decir, al capital directamente empleado en el proceso de producción inmediata. Más adelante nos ocuparemos del capital en el proceso de la circulación. Y cuando tratemos del capital comercial, veremos hasta qué punto los obreros que trabajan para él son productivos o improductivos’. Así, la cuestión del trabajo productivo reposa en la conocida teoría del tomo II de El Capital sobre ‘Las metamorfosis del capital y su ciclo’, según esta teoría, el capital pasa por tres fases en su proceso de reproducción: capital-dinero, capital productivo y capital-mercancías. Las fases primera y tercera representan el ‘proceso de circulación del capital’, y la segunda el ‘proceso de producción del capital’. En este esquema, el capital ‘productivo’ no se opone al improductivo, sino al capital en el ‘proceso de circulación’. El capital productivo organiza directamente el proceso de la creación de bienes de consumo en el sentido más amplio. Este proceso incluye todo trabajo necesario para la adaptación de bienes a los fines del consumo, por ejemplo, el almacenamiento, el transporte, el empaquetamiento, etc. El capital en el proceso de circulación organiza la ‘circulación genuina’, la compra y la venta, por ejemplo, la transferencia del derecho de propiedad abstraído de la transferencia real de los productos. Este capital supera la fricción del sistema mercantil capitalista, por así decir, fricción que obedece al hecho de que el sistema se halla escindido en unidades económicas individuales. Precede y sigue al proceso de creación de bienes de consumo, aunque está ligado al mismo indirectamente. La ‘producción de capital’ y la ‘circulación de capital’ son independientes en el sistema de Marx y son tratados separadamente, aunque al mismo tiempo Marx no pierde de vista la unidad de todo el proceso de reproducción del capital. Esta es la base de la distinción entre el trabajo empleado en la producción y el empleado en la circulación. Pero esta división nada tiene que ver con una división del trabajo en trabajo que opera cambios en los bienes materiales y trabajo que no posee esa propiedad. Marx distingue entre el trabajo alquilado por el capital ‘productivo’, o más precisamente por el capital en la fase de la producción, y el trabajo alquilado por el capital-mercancías o el capital-dinero, o más precisamente, el capital en la fase de la circulación. Sólo el primer tipo de trabajo es ‘productivo’, no porque produzca bienes materiales, sino porque es alquilado por el capital ‘productivo’, esto es, el capital en la fase de la producción. [...] Así según Marx, es trabajo productivo todo tipo de trabajo organizado en las formas del proceso capitalista de producción o, más precisamente, el trabajo alquilado por el capital ‘productivo’, es decir, capital en la fase de la producción. El trabajo del vendedor no es productivo, no porque no produzca cambios en los bienes materiales, sino sólo porque es contratado por el capital en la fase de la circulación27.

La definición parece acertada. Además, al rechazar la fórmula según la cual el trabajo es productivo si es capaz de crear bienes materiales, su apreciación de la frontera entre el capital productivo y el capital circulante se hace más laxa, más permeable, más dialéctica y, con ello, cobra sentido. Pero aquí, nuevamente el problema se reitera. Rubin se esfuerza, una vez trazada la frontera, en colocar a un lado u otro de ella a los distintos capitales invertidos en servicios y encuentra, a la inversa de Mandel, que gran parte de ellos (excluyendo, por supuesto, el capital comercial y el bancario) se ubican claramente del lado del capital productivo. Sin embargo, al hacer esto, Rubin deja de lado la imposibilidad por él mismo señalada de separar al producto de sus ejecutores en el caso del trabajo de servicios, con lo cual el carácter difuso de la frontera, para este tipo de trabajo, vuelve a hacerse presente. Ejemplifica que:

El trabajo del payaso al servicio del empresario de circo es productivo aunque no provoque cambios en los bienes materiales y, desde el punto de vista de las exigencias de la economía social, sea menos útil que la labor del vendedor. El trabajo del payaso es productivo porque es empleado por el capital en la fase de la producción (el resultado de la producción, en este caso, consiste en bienes materiales28, en chistes, pero esto no modifica el problema. Los chistes del payaso tienen valor de uso y valor de cambio. Su valor de cambio es mayor que el valor de la reproducción de la fuerza de trabajo del payaso, es decir, que su salario y los gastos de capital constante. Por consiguiente, el empresario obtiene una plusvalía). Por otro lado, el trabajo del boletero de un circo, que vende entradas para las funciones del payaso, es improductivo, porque es contratado por el capital en la fase de la circulación: sólo ayuda a transferir el ‘derecho a observar el espectáculo’, el derecho a gozar de los chistes del payaso, de una persona (el empresario) a otra (el público)29.

Aún coincidiendo con el carácter productivo (en este caso) del trabajo del payaso, la solución parece extremadamente esquemática. Rubin subvalúa con esta definición la unidad dialéctica del capital, sus tres momentos, presuponiendo al capital circulante y al productivo como dos magnitudes separadas. Su solución pasa por alto que es el mismo capital el que atraviesa fases distintas en cada una de las cuales se niega en su integridad, reconociéndose finalmente en el movimiento y en la totalidad. Rubin extralimita la distinción de Marx entre circulación formal y real para dejar del lado de la primera sólo el acto de pago que no tiene porqué coincidir en el tiempo con la transferencia del derecho de propiedad sobre un bien. El problema que tenemos frente a nosotros es que tanto en el caso del payaso como en tantos otros casos mucho más relevantes de la producción capitalista de nuestros días como algunos de los que hemos mencionado al principio de este trabajo, la transferencia del derecho de propiedad se opera en simultáneo con el proceso de producción. Si el acto de producción no se separa del productor, entonces la esfera de la producción no puede diferenciarse claramente de la de la circulación. Si esto es así, evaluar el carácter productivo o improductivo del trabajo de servicios apelando a las esferas de la producción y la circulación puede resultar una operación estéril. Si estas esferas realmente se superponen en procesos que han alcanzado una alta significación en el modo de producción capitalista, nos encontramos frente a un problema no resuelto que habría que intentar dilucidar.

Una pista para pensar la relación entre producción y circulación en el sector servicios

Marx no fue ajeno a la cuestión planteada más arriba aunque no la profundizó y mucho menos la desarrolló en relación con los ciclos del capital por motivos que ya hemos expresado. En un pasaje del Segundo Tomo de El Capital señala:

Pero hay ramos de la industria autónomos en los que el producto del proceso de producción no es un producto objetivo nuevo, no es una mercancía. Entre ellos, la única importante desde el punto de vista económico es la industria de la comunicación, ya sea la industria del transporte propiamente dicha, para mercancías y personas, ya la que sólo transmite despachos, cartas, telegramas, etc. […] Pero lo que la industria del transporte vende es el propio cambio de ubicación. El efecto útil producido está inseparablemente unido al proceso de transporte, es decir, al proceso de producción de la industria del transporte. Personas y mercancías viajan con el medio de transporte, y su viaje, su movimiento en el espacio es, precisamente, el proceso de producción efectuado por dicho medio. El efecto útil sólo se puede consumir durante el proceso de producción; no existe como cosa útil distinta de este proceso, que sólo después de su producción funciona como artículo comercial, circula como mercancía. Pero el valor de cambio de este efecto útil está determinado, como el de todas las demás mercancías, por el valor de los elementos de producción consumidos en él (fuerza de trabajo y medios de producción) más el plusvalor que ha creado el plustrabajo de los obreros ocupados en la industria del transporte. También con respecto al consumo este efecto útil se comporta exactamente del mismo modo que otras mercancías. Si se lo consume individualmente, entonces su valor desaparece con el consumo; si se lo consume productivamente, de manera que él mismo es una fase en la producción de la mercancía trasportada, entonces su valor se transfiere a la mercancía misma como valor agregado. Por tanto, la fórmula para la industria del transporte sería D-M (FT-MP)…P-D’, pues se paga y se consume el propio proceso de producción y no un producto separable de él30.

Es decir, desaparece la fase del capital mercantil como fase independiente perteneciente a la circulación. Quizás más sugerente aún sea la relación que Marx establece a continuación al expresar que, dado que se paga y se consume el propio proceso de producción y no un producto separable de él “[…] tiene casi exactamente la misma fórmula para la producción de los metales preciosos, sólo que aquí D’ es la forma trasmutada del efecto útil generado durante el proceso de producción, y no forma natural del oro o la plata producidos durante este proceso y expelidos de él”31. Marx advierte una forma distinta para el proceso global del capital en un sector de su acumulación y, esto no es secundario para el planteo que se intenta desarrollar aquí, la compara con la fórmula de la producción de metales preciosos destinados a funcionar como dinero. Marx no dice más del tema en este apartado, sin embargo estas pocas líneas parecen una pista para desarrollar el problema expuesto.

Sugerencias iniciales para una posible solución al problema

El aspecto central al que me referiré, para intentar tratar el problema, consiste en la diferencia que plantea el sector servicios que es objeto de este trabajo en cuanto al movimiento global del capital. Marx expone el movimiento global del capital de la siguiente manera: D-M...P...M’-D’ o en su forma explícita: D-M(FT, MP)...P...M’(M+m)-D’(D+d). Los extremos de la fórmula (D-M y M’-D’) corresponden a las fases de la circulación del capital y la parte del centro, a la fase de la producción. Señala Marx: "El proceso cíclico del capital es interrupción permanente, abandono de una fase, ingreso en la siguiente; dejación de una forma, existencia en otra; cada una de estas fases no sólo trae aparejada la otra, sino que al mismo tiempo la excluye"32. Como se intentó exponer más arriba, y tomando como punto de apoyo lo que parece afirmar Marx haciendo referencia a aquello que denomina “industria de la comunicación”, podríamos sugerir que en la prestación de servicios en cuestión, estas fases no son claramente individualizables. Sucede que en el caso de la prestación de estos servicios, la producción no es independizable del producto, por tanto en la fórmula, la forma M’ (mercancía prima) desaparece en tanto entidad independiente y, en consecuencia no se puede efectivizar la segunda fase de la circulación (M’-D’) de forma independiente de la fase de la producción. Se opera una superposición entre el momento de la producción y el de la segunda fase de la circulación (momento de la realización del plusvalor). Como señala Marx “[...] no existe como cosa útil distinta de este proceso [de producción N. de R.], que sólo después de su producción funciona como artículo comercial, circula como mercancía”. ¿Pero qué problema nuevo plantea esta superposición? En primer lugar, si aceptamos esta relación, se debe decir que la frontera entre el capital que opera en la fase de la producción y aquel que opera en la fase de la circulación, desaparece o se hace extremadamente difusa ya que ambos momentos se superponen. De modo que, buscar encuadrar el trabajo de servicios en la figura de “productivo” o “improductivo” a través del método de intentar localizarlo a un lado u otro de la frontera, parece redundar en una operación estéril. Aún cuando se podría afirmar que los servicios (excluidos aquellos que no están organizados en forma capitalista –los que se intercambian por “dinero como dinero” y los servicios públicos estatales– y los que –en principio– pueden encuadrarse claramente en la esfera de la circulación –finanzas y comercio–) son productores de valor, se debe aclarar que esta producción no es idéntica a la producción de valor en el sector industrial (productor de bienes materiales) sino que opera, en el límite de la exacerbación de la contradicción fundamental del capital, me refiero a la contradicción entre la esfera de lo privado y la esfera de lo social.

Para intentar exponer esta aproximación al problema haré referencia a Rubin cuando sugiere que “[...] la actividad laboral de los productores de mercancías en la fase de la producción es directamente trabajo privado y concreto, y sólo indirectamente, o de manera latente, como dice Marx, trabajo social”33. Para luego agregar que:

En el proceso de producción directa, el trabajo no es aún trabajo abstracto en el pleno sentido de la palabra: aún debe convertirse (werden) en trabajo abstracto. En las obras de Marx pueden encontrarse muchas afirmaciones de este tenor. Podemos citar dos pasajes de la Crítica: ‘En realidad, los trabajos individuales que se manifiestan en estos valores de uso particulares devienen trabajo general, y, bajo esta forma, trabajo social sólo intercambiándose realmente de modo recíproco en forma proporcional a la duración del tiempo de trabajo que contienen esos valores de uso. El tiempo de trabajo social general no existe, por así decir, más que en estado latente en estas mercancías, y sólo se revela en su proceso de cambio’ (Crítica, p. 35)34.

Nos encontramos aquí frente a la exposición de la relación entre trabajo privado y trabajo social, asociado a las distintas esferas del proceso de producción global del capital. Podría sugerirse que es en la esfera de la producción donde el trabajo adopta un carácter eminentemente privado. Vale recordar que la existencia de “capitales privados independientes” es condición necesaria de la existencia del modo de producción capitalista. A la vez, podríamos señalar que es en la esfera de la circulación (el intercambio), donde se pone de manifiesto el carácter eminentemente social del trabajo y donde, por lo tanto, se forma la tasa media de ganancia y los precios de producción, donde se verifica, en última instancia si el trabajo empleado por los capitales privados ha de ser o no reconocido socialmente, ha de ser o no, “valor”. Por lo tanto, si nos remitimos a lo planteado anteriormente sobre el proceso de producción del capital en los sectores de servicios que estamos tratando, podemos deducir de la superposición de las dos fases (la de la producción y la segunda fase de la circulación), una yuxtaposición entre la esfera de lo privado y la esfera de lo social. Visto el problema desde este ángulo, estaría planteado que la “producción” en el área de servicios (prestación), como expresión de un importante salto en la socialización o en el carácter social del trabajo, tiende a burlar, unificando etapas en tiempo y espacio, la necesaria división (contradicción) entre la esfera de lo privado y la esfera de lo social que caracteriza la existencia del modo de producción capitalista. La esfera de lo social y la esfera de lo privado tienden a superponerse en este ámbito, por tanto el trabajo eminentemente privado y el trabajo eminentemente social, también lo hacen. Para reafirmar esta hipótesis, volviendo a la referencia de Marx en la que expresa una fórmula distinta para el capital invertido en lo que él denomina “industria de la comunicación”, vale la pena recordar que, no casualmente, señala la semejanza de dicha fórmula con aquella que define el ciclo de los metales preciosos destinados a ser utilizados como material dinerario. Precisamente, el dinero o la forma dineraria es donde mayormente se pone de manifiesto el carácter social de los trabajos privados independientes, es la forma en la cual el carácter de trabajo concreto que se expresa en el terreno (privado) de la producción, pierde todo carácter cualitativo (en el sentido de valores de uso distintos) y se pone de manifiesto como trabajo social, equiparable, igual, abstracto, como gelatina humana de trabajo. Si la fórmula general del capital invertido en los servicios en cuestión realmente se parece a aquella del dinero, es probable que la forma particular en la que determinados sectores de servicios se subsumen bajo la égida del capital, esté revelando elementos del modo específico en que las tendencias a la socialización del trabajo se manifiestan en el marco de la supervivencia del modo de producción capitalista.

Dicho de otro modo, si es cierto que en el capital invertido en la prestación de determinadas ramas de servicios coinciden, se superponen, la fase de la producción y la de la circulación, dicha yuxtaposición parecería estar expresando una tendencia propia del desarrollo de las fuerzas productivas a quebrar la división entre la esfera del trabajo eminentemente privado y la esfera del trabajo eminentemente social. Si los servicios se producen en la superposición de dos fases y consideramos que la fase de la producción es donde se expresa de forma directa el trabajo privado y la fase de la circulación es donde se expresa de forma directa el trabajo social, la misma producción organizada en forma capitalista de los servicios estaría, de hecho, superponiendo en un mismo acto el trabajo más directamente privado con el trabajo más directamente social, y estaría expresando por tanto, el resultado de una mayor socialización del trabajo.

Ahora bien, si esto es así, esta mayor socialización del trabajo choca (aún cuando coexiste) con el carácter evidente de “capitales privados independientes” invertidos en el área de servicios. Pero de ser así, en la extendida rama de los servicios en cuestión, ¿no se produce una nueva negación parcial de la ley general del modo de producción capitalista? Esta superposición ¿no expresa que la continuidad de la existencia del carácter privado de los medios de producción, fuerza y es cada vez más contradictoria con el carácter claramente más socializado del trabajo? Parafraseando a Lenin ¿no estamos ante otro “homenaje” que el capitalismo le rinde al socialismo? Si respondemos positi-vamente esta pregunta deberíamos investigar qué consecuencias tiene este fenómeno sobre la producción capitalista de valor. Porque de lo que se trataría entonces, es de analizar cómo el capital logra franquear esa presión de las fuerzas productivas hacia la socialización. Cómo a pesar de la presión de dicha tendencia de las fuerzas productivas sociales, el capital consigue convertir en valor (apropiarse privadamente) ese trabajo cada vez más socializado. Cómo logra, en definitiva, aprovechar en su favor una tendencia contraria a su fundamento y cuáles serían las consecuencias de tan flagrante contradicción. Afirmar esta conclusión, implicaría por ejemplo, analizar la repercusión de esta área particular de inversión de capital sobre los esquemas de reproducción claramente diseñados por Marx para el caso en el que el producto es definitivamente separable del productor permitiendo distinguir claramente las distintas esferas del capital. En este sentido podríamos sugerir por ejemplo que, si tenemos en cuenta que cuando Marx desarrolla los esquemas de reproducción ampliada considera que al acortarse el ciclo de rotación del capital (período de producción más período de circulación) se logra aumentar la tasa de ganancia, entonces parecería válida la pregunta: ¿la organización capitalista de los servicios, al superponer la fase de producción con la fase de circulación, no acorta la rotación del capital35? Y si esto es así, este carácter más social de la producción (evidenciado en la superposición de las dos fases) que el capital encorseta bajo la forma de apropiación privada permitiéndole una rotación más veloz, ¿no representa una contratendencia a la caída de la tasa de ganancia al producir valor acortando el ciclo de rotación? Por otra parte, ¿en qué medida influirá esta relación sobre la baja productividad del trabajo en la esfera de servicios, en comparación con la esfera de la producción industrial? La imposibilidad de autonomizar la prestación como “objeto exterior”, es decir como mercancía acabada ¿no obstruirá en el área de servicios el proceso de subsunción real del trabajo al capital? ¿No estarán estos problemas expresando, en este sector de inversión de capital, un límite a la posibilidad de apropiarse privadamente de una producción muy socializada? Más allá de las respuestas que estas preguntas tengan finalmente hay algo que creo sí puede afirmarse. Del lado de la fuerza de trabajo las tendencias a la socialización de las fuerzas productivas también encuentran una clara forma de manifestación. El trabajo de servicios por sus características distintivas, por la imposibilidad de separar el momento de la producción del momento de la circulación, también encuentra grandes dificultades para separar al trabajador del producto de su trabajo. De este modo, por un lado, la paralización de la producción es paralización de la circulación, lo que, por ejemplo, impide al capitalista la acumulación de stock. A su vez, esta mayor socialización del trabajo afecta, en muchos casos, temporal y territorialmente (como por ejemplo en el caso de la esfera del transporte o de las comunicaciones) a toda la producción capitalista. Si efectivamente el capital logra aumentar su velocidad de rotación y con ello la tasa de ganancia, sometiendo bajo formas privadas de apropiación las tendencias de fuerzas productivas más socializadas, ¿no se rebelará este encorsetamiento de las fuerzas productivas sociales bajo la forma de la organización de importantes sectores del movimiento obrero que, penetrando todos los poros de la producción capitalista, tienen una capacidad muchas veces mayor que cualquier sector particular de la industria de paralizar al mismo tiempo todos los sectores y todas las fases de la producción del valor? La alianza de estos sectores obreros con aquellos directamente productores de bienes materiales ¿no estará preanunciando un poder de paralización de la economía capitalista y un daño sobre el dominio del capital infinitamente mayor al que hemos visto en tiempos pasados? De ser así, quizás estemos frente a un "homenaje" al socialismo mucho más “benéfico” que aquel de la metáfora de Lenin sobre los monopolios.

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NOTAS
1 Karl Marx, El Capital, Capítulo VI inédito, México, Siglo XXI, 1985.
2 Ídem.
3 Ídem.
4 Ídem.
5 Ídem.
6 Ídem.
7 Ídem.
8 Ídem.
9 El problema de si el capital se emplea o no de manera productiva no constituye una cuestión de los trabajadores empleados por él sino que es asunto que concierne al propio capital. Los destinos que el capitalista adjudique o considere más convenientes para ese (su) capital, no modifican en forma alguna la relación social que se establece entre el capitalista y el trabajador. Si la fuerza de trabajo se contrata para acumular capital entonces, más allá de cómo ese capital se acumule, los trabajadores en cuestión son, sin lugar a dudas, parte integrante de la clase obrera.
10 Ernest Mandel, El capitalismo tardío, México, Era, 1979, pg. 393.
11 Ídem.
12 Karl Marx, El Capital, Capítulo VI inédito, op.cit.
13 Ídem.
14 Ernest Mandel, El capitalismo tardío, op. cit., pg. 393.
15 Íbidem, pg. 394.
16 Íbidem, pg. 396.
17 Ídem.
18 Ídem.
19 Isaac Illich Rubin, “Advertencia” en Ensayos sobre la teoría marxista del valor, México, Siglo XXI-Pasado y Presente, 1985, pg. 5.
20 Hace referencia a Teorías Sobre la Plusvalía.
21 Isaac Illich Rubin, op. cit., pg. 318.
22 Íbidem, pg. 321.
23 Íbidem, pág. 322.
24 Íbidem, pg. 322/323.
25 Íbidem, pg. 323.
26 Ídem.
27 Íbidem, pgs. 324, 325 y 326.
28 Aparentemente en lugar de “materiales ” deberia decir “inmateriales”, pero así es como figura en la fuente citada.
29 Íbidem, pg. 326.
30 Karl Marx, El Capital, Tomo II, México, Siglo XXI, 1995, pgs. 61 y 62. Las negritas son mías.
31 Íbidem, pg. 62.
32 Íbidem, pg. 119.
33 Isaac Illich Rubin, op. cit., pg. 205.
34 Ídem.
35 Marx expone con claridad en el tomo II y III de El Capital, la influencia del comercio y de los servicios financieros en la reducción del ciclo de rotación del capital y en su contribución por tanto al aumento de la tasa de ganancia. Incluso Ernest Mandel en tanto presupone, como expusimos, que todo capital invertido en servicios es improductivo y constituye capital “alquilado” en la esfera de la circulación, le asigna desde su óptica, la capacidad de acelerar la rotación del capital industrial. Yo me estoy refiriendo aquí a otra cuestión. Se trata de la posibi-lidad de que, en sí mismo, el capital invertido en áreas de servicios productoras de valor, tenga una rotación más veloz que aquella que corresponde al capital invertido en la esfera productora de bienes materiales, contribuyendo con ello de manera directa a acelerar la rotación del capital global.



 

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