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El partido del pacto social

Cuando en los años ‘90 el actual ministro Amado Boudou era miembro de la juventud universitaria neoliberal de la UCD de los Alsogaray que se fusionó en el gobierno de Menem, seguramente no pensaba que se iba a transformar en el baluarte de un gobierno que se reivindica “nacional y popular”.

Manolo Romano

22 de abril 2010

El partido del pacto social

Cuando en los años ‘90 el actual ministro Amado Boudou era miembro de la UPAU (UCD), la juventud universitaria neoliberal de la familia Alsogaray que se fusionó en el gobierno de Menem, seguramente no pensaba que se iba a transformar en el baluarte de un gobierno que se reivindica “nacional y popular”. Menos aún que ello se debería a la acción de pagar con reservas del Banco Central la deuda externa que se viene multiplicando desde la dictadura y dio un salto fenomenal con el gobierno al que Boudou profesaba simpatía. Ahora se esfuerza por defender el inicio de un nuevo ciclo de endeudamiento con el capital financiero, y el oficialismo ha convencido a muchos de que sin ello no se podría sostener “el modelo de inclusión social” cuyo “progresismo” significa destinar apenas el 0.58% del PBI a la asignación por hijo.

La tarde de la semana pasada en que Boudou anunciaba la oferta del gobierno para rescatar los bonos en default en manos de los fondos buitres, las pantallas de C5N mostraban, al mismo tiempo, la amplia marcha oficialista por la Ley de Medios. La “pantalla dividida” del canal de Daniel Hadad sirve como metáfora de la bipolaridad del “partido kirchnerista”. De un lado, la mano extendida al capital financiero internacional, una verdadera “restauración conservadora” de las condiciones anteriores al 2001, con un canje administrado por los mismos bancos, como el Citi o el Deustche, que usaron el megacanje de Cavallo para la fuga de capitales y el corralito contra los pequeños ahorristas.
En el otro polo, el “frente transversal” que mostró la marcha oficialista que incluyó a Hebe de Bonafini y Estela Carlotto, a los Hugos Moyano y Yasky de la CGT y la CTA, a movimientos sociales como los de D’Elía, Pérsico y Milagro Sala, al diputado Martín Sabbatella y a algunos intendentes del conurbano. Pero lo nuevo es que el gobierno logró aglutinar desde la acción mediática del programa 6,7,8 y detrás de la bandera “contra el monopolio Clarín”, y más en general contra la derecha opositora, a un arco de sectores medios, profesionales y jóvenes universitarios. Muchos de los que se movilizan ahora en las marchas oficialistas pertenecen, paradójicamente, a la misma franja social que, disuelto el Frepaso, se movilizaba desde las asambleas populares en medio del default. Cuando el Ministro de Economía que ahora es presentado como el defensor de un pago “progresista” de la deuda externa, o de la ‘reinserción revolucionaria en los mercados’ como dijo Moyano, se encontraba como funcionario del “viejo modelo” en el ANSES vaciado. El caso de Boudou es sólo un ejemplo entre miles. El puente que lo llevó del neoliberalismo al kirchnerismo fue, claro está, el gobierno de Duhalde, el padre del “modelo” fundado en la megadevaluación, cuando puso al frente del organismo de las cajas de jubilaciones a Sergio Massa, otro ex militante de Alsogaray y compinche de Boudou como gran parte del personal noventista que nutre la cúpula del “partido K”.

“Guerra mediática” y “paz social”

Como decíamos después de la jornada del 24 de marzo, los Kirchner aprovechan el repunte económico para reforzar la operación política que consiste en polarizar con una derecha impresentable que, o pide ajuste del gasto público o una nueva devaluación, para hacer pasar por “progresistas” sus alternativas. Para lograr apoyo en su favor usa de blanco político a casi todas las “corporaciones” del régimen. A Clarín, La Nación y los monopolios mediáticos, donde de todas formas se mantienen los altos índices de trabajo precario y ataques a la organización gremial con la anuencia del Ministerio de Trabajo. Al Cardenal Bergoglio y la cúpula del clero, aunque se cuida de mantenerle los subsidios estatales al igual que a las escuelas privadas de la Iglesia. Con los genocidas aunque sólo haya 68 condenados y el Almirante Godoy, denunciado como tal, siga al frente de la Armada actual. Contra “el partido judicial”, aunque siguen en funciones cientos de jueces que juraron bajo las actas de la dictadura. Ahora, además embiste contra el flanco débil que le deja, en el espacio del “progresismo”, la centroizquierda de Solanas y Lozano emblocada en el Congreso con la derecha sojera y los partidarios de Macri, Carrió y la UCR, y que en los medios hace denuncias de “negociados monumentales” sobre el canje de la deuda pero “no sirve ni para espiar”, porque es incapaz de presentar una alternativa independiente de los partidos capitalistas.

Pero el de los Kirchner es, en realidad, el “partido del pacto social” con la clase empresaria y las buenas relaciones con los jefes imperialistas de los EE.UU. Como muestran al propagandizar a través de un spot televisivo con Hillary Clinton las bondades de la nueva relación con los mercados de capitales. O se reúnen en la Cumbre del G20, lugar diplomático que la Argentina heredó de las “relaciones carnales” de los 90, y se esfuerzan por salir en la foto con Barack Obama que, cada vez más, apoya al gobierno de Cristina como un peón en la región para compensar los roces con Brasil que le imprime el curso de Lula.

Después de la ofensiva diplomática, a fines del año pasado, del asesor norteamericano Valenzuela reclamando “seguridad jurídica” cuando el gobierno venía debilitado de la derrota del 28 de junio y de la gesta obrera contra la patronal yanqui de Kraft, la embajadora de EE.UU., Socorro Martínez, accedió al histórico asado de fin de año que le organizó la cúpula de la CGT en su propia sede de Azopardo. La dirección que encabeza Hugo Moyano se lució citando ante la comitiva yanqui, en un gesto de agachada diplomática “internacionalista”, las palabras del propio Obama: “los sindicatos no son parte del problema, son parte de la solución”. Hugo Moyano ha sido desde entonces un verdadero vocero oficial para declarar en la “guerra mediática” contra Cobos, Reuteman o el Grupo Clarín, pero ha garantizado la “paz social” con los empresarios con salarios por debajo de la inflación en paritarias que dejan afuera a la mayoría de la clase trabajadora, y han permitido acrecentar las ganancias empresarias. Lo mismo puede decirse de Hugo Yasky de la CTA, dejando aisladas las luchas docentes en San Luis, Neuquén y otras provincias.

La tarea de la izquierda es pelear por conquistar posiciones de independencia política e influencia clasista en los sindicatos y las organizaciones de base del movimiento obrero, apoyando las iniciativas de coordinación como el reciente Encuentro Obrero de la industrial Zona Norte del conurbano convocado por la nueva interna de Kraft, que agrupó a centenares de delegados y miembros de comisiones internas. Y, al mismo tiempo, impulsar un nuevo movimiento estudiantil y universitario para atraerlos hacia la confluencia con los sectores combativos de la clase trabajadora, y evitar que vayan detrás del engaño de quienes dicen enfrentar a “la derecha gorila” pero son el “partido del pacto social” con la clase capitalista.

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