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El comienzo de la declinación política del gobierno de Kirchner

2 de noviembre 2006

La contundente derrota electoral en Misiones del intento reeleccionista del gobernador kirchnerista Rovira se suma a un conjunto de traspiés políticos que el gobierno viene sufriendo desde que la desaparición de Julio López mostró que con el “gobierno de los derechos humanos” más del 95% de los genocidas continúa impune. Luego, la intervención de la patota liderada por el “Tuta” Muhamad en el Hospital Francés y los enfrentamientos entre la burocracia sindical en San Vicente dejaron al desnudo, como nunca antes, la falsedad del discurso de “renovación de la política” con el que gusta presentarse Kirchner. Estos hechos dan cuenta no sólo de las debilidades que muestra el variopinto abanico kirchnerista sino que, a pesar del fuerte crecimiento económico de los últimos cuatro años y de los aspectos de reconstitución del poder estatal golpeado en diciembre de 2001, la clase dominante no ha logrado avanzar en conformar un nuevo régimen de partidos frente a la crisis del bipartidismo.
 
Hasta el momento, el crecimiento económico le había permitido a Kirchner disimular las contradicciones entre su discurso contra la “vieja política” y el real carácter de su base de apoyo, conformada por caciques del PJ, tránsfugas políticos de origen diverso y burócratas sindicales, camuflados con la cooptación de organismos de derechos humanos y “progresistas” varios. Esta situación llegó a un límite y no es exagerado plantear que, más allá de los ritmos de su desarrollo y que el kirchnerismo logre un segundo mandato el año que viene, ha comenzado su fase declinante. Las mismas tendencias al arbitraje permanente expresadas por la figura presidencial, que le permitieron estar constantemente en el centro de la escena, hoy le comienzan a jugar en contra porque tiende a transformar en derrotas propias las de cualquiera de sus aliados.
Esto no significa que el gobierno no cuente con elementos favorables para contener la crisis actual, ni que no pueda conseguir su reelección (o eventualmente la presidencia de Cristina Fernández) el año que viene. La clase dominante está haciendo enormes ganancias y, más allá de las tensiones con algún sector o críticas por los controles de precios o por el costo de la energía, no hay cuestionamientos fundamentales a la política económica. Incluso este año, el coloquio de IDEA, el cónclave de los empresarios donde el año pasado se enfrentó el presidente con Alfredo Coto, está preparado para ponderar positivamente la política gubernamental. A su vez, continúa el aumento del consumo en las clases medias, que juega como un factor estabilizador de la situación. Los reclamos salariales, por su parte, lograron ser contenidos por el “acuerdo marco” del 19%. Pero, aunque la situación le permita al gobierno mantener su peso en amplios sectores de masas, es indudable que ha empezado a desprestigiarse por izquierda y por derecha.
 
La oposición “republicana”
Después de estar políticamente dibujados durante la mayor parte del gobierno kirchnerista, quizás con la excepción de la campaña de la derecha alrededor de la “seguridad”, las distintas vertientes de la oposición burguesa y pequeño burguesa están tratando de ver cómo aprovechan la derrota de Rovira en Misiones, a partir de la alianza que aglutinó la Iglesia Católica, la verdadera articuladora del FUD misionero. Lo cierto es que es altamente improbable que algo similar se exprese en el terreno nacional y aún en la disputa por cargos de gobierno en alguna provincia. El discurso “republicano” utilizado por la oposición puede servir para desprestigiar al gobierno y quitarle base de apoyo en las clases medias, pero difícilmente alcance para construir algún tipo de coalición por la positiva. Además, lo cierto es que Macri, Sobisch, Puerta, Lavagna y los residuos del duhaldismo y el radicalismo –que han participado en todo tipo de corruptelas- hablando de la “defensa institucional” tienen al menos tantas contradicciones como Kirchner haciéndolo de la “nueva política”. 
Más allá de Misiones, el discurso “republicano” de la burguesía opositora, expresado no sólo por sus políticos sino por sus medios periodísticos –tanto de la derecha como de la centroizquierda–, busca aprovechar el bochorno creado por la acción de las patotas para volverla en contra de toda acción directa del movimiento de masas. De ahí lo reaccionario del discurso sobre la “ausencia del Estado” como “garante del orden público”, donde se busca amalgamar hechos de naturaleza completamente diferente, cuestión que puede observarse con claridad en el hecho que junto con el “Tuta” Muhamad, sus matones y los interventores mafiosos fueron procesados los miembros de la Comisión Interna del Hospital Francés que vienen enfrentando el vaciamiento. O también en el llamado a indagatoria a los dirigentes de la oposición ferroviaria en Metropolitano (ex FFCC Roca), por apoyar la lucha para terminar con las tercerizaciones y el pase al convenio ferroviario de los trabajadores de limpieza, incluyendo la increíble citación al abogado de los trabajadores. Esta política burguesa, aunque puede tener consecuencias sobre la acción de la vanguardia obrera y popular, tiene, sin embargo, múltiples contradicciones, empezando por la putrefacción del aparato represivo y judicial que estalla por todos los poros como evidencia el secuestro de López. Y, además, tiene el costo de deslegitimar un recurso, el uso de grupos de choque –en particular, por parte de la burocracia sindical-, al cual la burguesía debe recurrir una y otra vez para contener al movimiento de masas.
La elección de Misiones ha vuelto a mostrar también la completa incapacidad de la centroizquierda para hacer cualquier otra cosa que no sea alinearse con alguna de las fracciones políticas dominantes. La CTA, el PS y el PC no vacilaron en conformar un frente común con Puerta, el discurso de “reconciliación” con los genocidas que pregona la Iglesia y los seguidores de Macri en Misiones, así como en Capital se aprestan a emblocarse con el sector kirchnerista expresado por Bonasso y el responsable político de la masacre de Cromañon, Aníbal Ibarra, mientras en Santa Fe apuestan todo al triunfo de Hermes Binner, el defensor de los intereses de los terratenientes de la provincia y los negociados de la construcción. 
 
Prepararnos para enfrentamientos más duros
Sería un error importante confundir el desprestigio y debilitamiento relativo del gobierno con que todos los ataques reaccionarios al movimiento de masas, y en especial a la vanguardia obrera, pueden ser invariablemente derrotados. Tenemos en primer lugar la desaparición de López, donde la política del gobierno y sus aliados ha contribuido en forma decisiva para que este hecho se vaya “naturalizando” y las movilizaciones no superen el nivel que han tenido hasta el momento. A casi cincuenta días del secuestro, los “grupos de tareas” han dado un claro mensaje de que pueden seguir operando y que van a volver a la carga buscando preservar la impunidad de los represores, tratando de limitar los efectos que pudiera tener en los próximos juicios el hecho que Etchecolatz fue condenado “en el marco del genocidio”. A su vez, las patronales muestran que se han endurecido frente a las luchas obreras, como en el durísimo conflicto protagonizado durante dos meses por los trabajadores de TVB (ex Jabón Federal). También las telefónicas han mostrado su dureza con el envío de matones a los edificios ocupados por los trabajadores y concediendo muy poco en la reivindicación de los trabajadores de las contratistas –a los que no van a pagarles los días de huelga-, más allá de que en este caso la actuación de la dirección de FOETRA, que negoció un mal acuerdo antes de largar la lucha con todo, impidió que la acción de los trabajadores le torciese el brazo a las patronales que están obteniendo ganancias multimillonarias, con promedios superiores a los de la década del ‘90.
Independientemente de los cambios coyunturales, no tenemos que perder de vista que el problema estratégico para el desarrollo de la lucha de clases en nuestro país pasa por la maduración de una vanguardia de la nueva generación obrera que está haciendo sus primeras armas de lucha y de los sectores de trabajadores y estudiantes que empiezan a acelerar su experiencia con Kirchner. A pesar de la continuidad de las condiciones de precarización impuestas en los ’90, existe una importante recomposición social de la clase trabajadora, que ha visto incrementadas sus filas en más de tres millones de nuevos trabajadores desde 2002; una parte importante de los mismos son jóvenes que se han incorporado por primera vez a las fábricas y empresas, y son los que más padecen las consecuencias del despotismo patronal. Las luchas puntuales que hoy se desarrollan (en defensa de los nuevos delegados, contra la tercerización, etc.) tienen importancia no sólo en sí mismas sino porque adelantan tendencias que en el futuro podrían generalizarse, posiblemente cuando el actual ciclo económico encuentre su techo. Esta nueva generación obrera cuenta con la referencia que han dejado las luchas protagonizadas en el ciclo anterior por los movimientos de desocupados y las fábricas ocupadas (con Zanon, que mientras sigue luchando por la expropiación acaba de obtener una prórroga de tres años en el manejo de la fábrica por parte los trabajadores, como principal ejemplo) y con la existencia de una minoría de delegados y direcciones antiburocráticas que han tenido protagonismo en las luchas salariales que se extendieron de fines de 2004 hasta principios de 2006, fundamentalmente en los servicios (salud, aeronáuticos, subterráneos, ferroviarios, docentes…). Esto, sin embargo, se ha visto limitado por la negativa tanto de las corrientes que forman parte del MIC (ambas fracciones del MST, grupos menores y “sindicalistas independientes”) como del PO a impulsar, más allá de acuerdos episódicos como el que impulsamos juntos en la Lista 3 en las elecciones de la CTA, un reagrupamiento clasista de los sectores y organizaciones antiburocráticas de los trabajadores. 
Para el PTS constituye un desafío de primer orden jugar un papel decisivo en agrupar y moldear en forma revolucionaria a lo mejor de esta nueva generación obrera, que hoy debe foguearse al calor de luchas duras, que se dan en medio de un predominio de pasividad en el movimiento de masas. Encarar con la mayor energía esta tarea preparatoria es parte fundamental del aporte que podemos realizar para que el agotamiento histórico del peronismo pueda ser utilizado para la construcción de un verdadero partido revolucionario de la clase trabajadora.

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